22 abr 2017

El jardin del Eden en la puerta del infierno

los coches en las calles
no ceden ni un apice
los huesos de la gente
contra la carne, en el subte
no ceden un apice
las manos en mostradores
en ventanillas
en las oficinas
en las billeteras
dentro de los bolsillos
no ceden ni un apice.
la maquinaria epileptica
ezquizofrenica, neurotica
de las avenidas o las escaleras
no ceden.
Nada, nada de nada.
No hay piedad para los que mueren
ni para los que viven
no tenemos ni siquiera una mirada
para las cosas que se pudren
que incesantemente estan pudriendose:
para ellas, nada de nada.

En esta ciudad del culo
no hay nada para nadie

Los viejos verdugos
las enfermedades
los relojes
las armazones que crujen y se desploman
bajo el peso de la inercia
no yerran ni perdonan
siguen y seguiran
tanto ahora como antes
como antiguos olmos o
como las cupulas grises
de las viejas catedrales.

y todo lo que uno hace
es ir a un bar
es poner un disco
es abrir un libro
o cerrar otro
y apoyar la cabeza
en una almohada
para esperar en el mañana
otro dia lleno y vacio
de lo mismo

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