Ya no me acuerdo. ¿Esto es una carta? Ya no podes leerla, asi que no importa.
Siento tener un tunel a mis espaldas. Un tunel mudo y con ventanas, muy parecido al que describia el pintor Castels. Muchas veces pense en decirte muchas cosas, pero siempre pensando en que pensaba decirtelas, y nunca pensando en decirtelas realmente. No es nada raro que ahora lo escriba aca. Es decir, obedece al mismo principio.
Una valvula de escape colocada en el lugar equivocado. La mayoria de la gente no tiene esta valvula. Acumulan cualquier sentimiento: amor, odio, verguenza, venganza y, como si fuera vapor en una tetera o calor en un piston de explosion, en determinado momento la cosa estalla y entonces salen las palabras.
- Te amo
- Te odio
- Me das asco
- ¿queres ir, venir, volver, que te muestre esto o lo otro?
Muchisima gente no tiene ni siquiera la capacidad de acumular. Son completamente reactivos. Casi reaccionan antes de que llegue el estimulo. Me dan un poco de pena. Tambien un poco de envidia. Depende de la situacion. A veces tambien me da un poco de miedo esa rapidez para reaccionar. Son como perros sin cadenas. Peligrosos.
Empezemos de vuelta. Estoy borracho. Eso es un hecho. Muchas veces intente escribir esta misma carta, cuando un podrias haberla leido, mucho mas sobrio que ahora. Y ya ves el resultado. Bueno, es decir, yo veo el resultado. Es gracioso porque no se si escribo pensando en vos o pensando en mi, pero poniendome en tu lugar. Soy como un espejo. Te dejo reflejarte en mi, a traves del tunel de los años, y de ese espejo sale un fantasma, un doble maligno, una Alicia que no va al mundo de las maravilla sino que viene desde alla y va al mundo de las pesadillas, que no es otro que este mundo, es decir, mi mundo.
Voy a volver a empezar. Estoy borracho, ya lo dije. Mas tarde tachare todo lo anterior, y tambien esto. ¿En que estaba? Ah si: perros, valvula de escape, dobles. Un doble. ¿te conozco, te conozco de verdad? ¿Te añoro o añoro al fantasma?
Boogiepop. Un holograma del original creado por una colision con este. ¿Se puede ser mas preciso? No, si la verdad estos japoneses sencillamente lo inventaron todo.
Tantas tantas tantas tantas tantas tantas tantas tantas tantas tantas tantas tantas tantas tantas tantas tantas tantas tantas tantas tantas tantas tantas tantas tantas pero tantas veces intentando escribie esta carta desde todos los angulos, desde todas las perspectivas, desde todas las tribunas posibles: La tribuna Joyce, la tribuna Cortazas, la tribuna Cartarescu, and so and so and so.
¿funcionara esta vez la tribuna de la escritura automatica?
Tratar a la vida como lo haria el personaje de una novela negra, de una novela Pulp. Como si la vida fuese algo duro y desagradable: un pedazo de hielo, una ereccion, un sorete flotando en el inodoro. Y sin embargo, ¿ hay algo que linde mas el ambito de lo poetico que las botellas vacias o las colillas de cigarrillo todavia humeando en el cenicero?
Eso mismo, esa mania de narrar, de poetizar, de apresar las cosas con los ojos como si fueran trampas para osos (mis ojos de arabe, tan redondos y llenos de ojeras), eso es la valvula.
¿Es cobardia? Bueno, si y no. Cobardia es comparada con esos personajes de las Pulp Fiction, con los Arturo Bandini o los Chinaski. Es un tipo muy particular de cobardia, un tipo especifico. La valvula, esa araña pozo sin fondo, no conoce limites. Podria decirse que es un vicio, en el sentido clasico de la palabra, o sea, como opuesto a la virtud. El vicio es esto.
Esta carta es un fracaso, un verdadero coitus interrumptus. Algo asi como un gran poema, una oda a lo que no se dijo y ahora esta tan deformado, tan machacado por los golpes de los años y las cosas, que ahora ya de ninguna manera puede decirse. Y yo tengo la sensacion de estar en un cuarto perpetuamente desordenado, de tener entre las manos un objeto perpetuamente mal hecho, de estar sentado en un asiento indefiniblemente incomodo.
Insatisfacción.
Si si, sebastian, insatisfaccion. Pero eso es algo general. Entonces, ¿por que la carta, porque el fantasma? Me imagino que por el tiempo, que por la conciencia del movimiento hacia adelante. Ese es el gran terror, la gran desesperacion, el oscuro dragon sin ojos que sentimos moverse entre los pliegues de nuestra conciencia, esa sombra parpadeante que esta siempre en el rabillo del ojo, ese peso invisible que sabemos a nuestra espalda cuando estamos a oscuras, eso que nos lleva a taparnos hasta la cabeza o a embriagarnos (salud) hasta la inconciencia: la certeza de que vamos a morir.
Guau, esto no va para ningun lado. Es increible. Ya ni siquiera recuerdo porque empece a escribir esto. Necesito mas cerveza, o menos. Pero como no puedo menos, lo mas eficiente seria mas. A lo mejor me acuerde para que fue que empece con este texto.
Pero tal vez sea por esto: quiero hacer tambalear a patadas el andamio sobre el cual se sostiene esto que nos dicen es nuestra vida. Claro, que para hacer tambalear las cosas lo mejor son las patadas empiricas y no tanto las literarias. Res, non Verba. ¿no? Pero bueno, succede que la valvula.
La vida pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa pasa.
Es sencillamente un horror sentirla pasar. Asi, inutil pero bellamente. Como las flores.
Termine este texto abruptamente. Hize un bollo con el papel y lo tire contra la pared. Hizo un ruido sordo, casi un susurro, y cayo al suelo. Quedo ahi unos diez minutos En esos diez minutos tome otra cerveza y decidi retomarlo. Mientras escribia esta ultima oracion todo se oscurecio y pense en desecharlo de vuelta.
Soy como un chico buscando la moneda que enterro el verano pasado. Si existe, estara corroida por la herrumbre. Lo que el chico busca es el tiempo mas que la moneda. Cierta forma especial y unica que tiene el sol de brillar algunos veranos de nuestras vidas. Cierta electricidad, unica e irrepetible, presente en esas tormentas que vemos una o dos veces pero luego recordamos siempre.
Cavo y cavo pero no hay moneda. Ahora, en la celda donde estoy (celda que prefigura mi celda futura) no tengo mucho mas que hacer que intentar escribir estas cartas. Se iran acumulando, bollito a bollito, contra la pared hasta que llegue la policia.
Me parece que comence a matar de la misma forma que comence a escribir, de la misma manera que empece a tomar: por la valvula, para la valvula, como una forma de la valvula. Los vicios son asi, insidiosos. Casi imperceptibles al principio, van aferrandose de a poco a los intestinos de la mente como si fueran un parasito, como si fueran una horrible tenia blanquecina y morbidamente larga; Hasta que un dia es tan larga y tan gorda que no queda otra cosa que hacer, si uno no quiere ser enteramente devorado por ella, que complacerla en todo lo que se le antoje.
Y a la mia se le antojaba escapar. Escapar mediante los cuentos primero, mediante las botellas luego, y mas tarde, cuando ya nada era suficiente, mediante la sangre. Mi pequeño homenaje era buscar siempre victimas parecidas al fantasma (tu fantasma) que me acompañaba siempre. Tenian que tener los mismos ojos, la misma boca, el mismo fuego en la sonrisa, los mismos aires. Eso activaba el mecanismo (¿que mecanismo?, no lo se) y me arrastraba al abismo.
No podia durar mucho, siempre lo supe. Y ultimamente estaba... estoy peor que nunca.
ahora miro la pared que tengo enfrente, y entre los bollos de papel arrugado veo tu cadaver descomponiendose contra la pared celeste del cuarto. Espero que todo esto sea una alucinacion, una miera ilusion de mi mente cansada. Espero que realmente no sea tu cadaver... espero...
"La duda nace del no estar conforme. El ser que duda es el disconforme, y las dudas que valen la pena son las dudas surgidas de un pensar profundo, conciente e inconciente. Lo que quiere estar donde esta y esta conforme con ello, ese, ese no duda... ¡Ese no se permite dudar! ¡Ese más bien quiere creer! Así pues, los filósofos tienen que ser por fuerza personas disconformes y criticas. Esa incomodidad es lo que Exhorta al movimiento." (D.O.D, Prologo)
20 ene 2019
16 ene 2019
Arlequin Renacido
Nota: El siguiente relato fue hallado en un pergamino encontrado oculto debajo de uno de los bancos del mercado. Tercera copia de doce identicos encontrados en la zona. Creemos que el autor los escondio en la zona con la esperanza de dar con el infame autor de la fantasia que asevera que el despreciable reo Arlequin sigue vivo y libre.
Estimado Jean, he leido su historia. Me ha parecido muy interesante y, mas que interesante, instructiva. Me revelo ciertos hechos que yo, por mi profesion y las condiciones que la rodean, no habria podido saber de otro modo.
Antes que nada, querido Jean, dejeme aclarar algo con el resto de las posibles personas que puedan leer esto. No se su nombre. He decidido llamarlo Jean, ya que es el nombre mas comun por esta parte del mundo. Bien podria haberlo Llamado Luc o Claude, pero Jean me parece bien y, por lo demas, hay un motivo ulterior para esto. Asi que dejeme llamarlo Jean.
Lo importante, apreciado Jean, es que he leido su historia. No me pregunte como. Se muy bien en que tipo de volumenes se reproduce su Epistola, y creame cuando le digo que no hice ni hare ningun intento por averiguar su verdadera identidad. Por eso mismo le he impuesto una identidad ficticia, Jean. Aceptela de buen grado, simpatico Vagabundo, junto con el nombre.
Como ya le dije, me complacio mucho la lectura, ya que con ella pude enterarme de los pormenores del pasado del hermano Arlequin. Reprima la exclamacion, Jean. Arlequin, su querido villano, esta vivo. Por supuesto que aqui dentro lo conocemos por otro nombre, y si bien estabamos al tanto de que clase de hombre era cuando lo acogimos, no estabamos al tanto (con exactitud, quiero decir) de como habia terminado dentro de nuestro claustro.
Quizas como agradecimiento, puesto que usted compartio su secreto, quiero yo tambien revelarle algo. Un secreto, algo que usted desconoce. Y aunque la confirmacion de la existencia de Arlequin en el mundo de los vivos es un pago suficiente, voy de todos modos a contarle la historia completa. Si usted, Jean, por temperamento o educacion, no es un hombre que acepta regalos, entonces tome mi historia como un pago por la suya, pues para que ambos relatos compongan uno tienen que ser, de algun modo, moneda equivalente.
Hasta donde usted sabe, Arlequin desparecio por una calle lateral. Creo que algo dentro de el se torcio ese dia. Como usted bien sabe, este hombre habia cometido no solo todas las atrocidades posibles, todas conocidas por el pueblo, sino tambien una serie de atrocidades que, por suerte para todos, habian quedado y quedaran en la sombra. En efecto, aunque las conozco, no sere yo quien heche sombra sobre la figura de un hombre que ha renacido. Le alcanza con saber que, de estas atrocidades ocultas, eran las internas las mas graves y, de entre ellas, su raiz mas perversa era que Arlequin habia desarrollado un apetito por el mal en si mismo. No solo disfrutaba con acciones que eran consideradas malas por terceros, sino que disfrutaba principalmente de esa consideracion. Era, sin dudas, un ser malvado. El mal no es otra cosa que un horrible deseo del bien propio. Considerelo usted, Jean, ¿que era un violacion mas para un hombre asi? Apenas una anecdota, casi podriamos afirmar que era una rutina. Y sin embargo, de algun modo tan misterioso como misteriosos son los motivos que llevan, paso a paso, a la corrupcion de un hombre, hubo algo en los ojos de la muchacha o en el azul del cielo, algo en la comida de ese dia, cierta alineacion de los planetas, cierta pero incognoscible causalidad que esa tarde imprimieron una direccion distinta en el espiritu del hermano.
Habia huido, como tantas otras veces, por una callejuela oscura. Tenia cien tabernas, doscientas casas desiertas, mil cuevas en las que esconderse. En todos los rincones oscuros lo aguardaban aliados dispuestos a ocultar al gran capitan de los pecados de corto pero musculoso brazo de la justicia. Como usted bien sabe, los que odian la luz se reunen en la sombra.
Podria haber vivido huyendo, de callejon en callejon, de ratonera en ratonera, todos los años que le quedaban de vida. Lo cierto es que lo intentaba.
Asi llego, golpeando las puertas con la esperanza de encontrar alguna sin cerrojo, a la puerta de nuestro templo. Al notar que estaba abierta (siempre estan abiertas para los que llegan) la empujo y se adentro en el tempo. Desde ese momento y hasta este en el que usted lee mi carta, el hermano Hoax permanece con nosotros. Efectivamente, Jean, Hoax es el nombre por el cual nosotros conocemos ahora a su Arlequin. Se ha ganado este nombre tanto como el derecho de permanecer en la orden.
Comprendo, puedo preveer, casi que siento junto con usted, Jean, la duda que en este preciso momento debe asaltar su pecho. ¿Como se yo que usted leera alguna dia mi carta? Ciertamente, es posible que cuando yo me dirija a usted me este dirigiendo a un fantasma (pues bien puede haber muerto usted en los años que transcurrieron entre la huida y la carta) o a un ser inexistente, pues quizas toda su historia, Jean, no sea mas que la invencion de un diletante con dudosas habilidades narrativas. No crea que no lo he pensado. En todo caso, usted puede albergar sobre mi estas mismas dudas puesto que, asi como usted ponia de relevancia el hecho de que era imposible constatar su historia, dejeme decirle que tambien es imposible, salvo que yo brinde cierta informacion, constatar la mia.
Esa informacion es, Jean, la ubicacion y forma de nuestro templo. Hoax se encuentra en la celda contigua, entonando canticos rituales. Cualquiera podria, en cuestion de minutos, ingresar por la puerta tal como hizo el y constatar que todavia sigue vivo.
Por suerte para el, muy poca gente conoce la ubicacion de nuestro templo y, de entre ellos, no hallara a ninguno que, incluso bajo la mas horrible de las torturas, se brindase a darle la ubicacion; Y la razon de esto es que, vera usted, no la saben, asi como tampoco la se yo. Somos una orden bastante antigua, y somos seres antiguos todos y cada uno de nosotros. Hace tanto tiempo que estamos recluidos en el templo que practicamente hemos olvidado todo acerca del mundo exterior, incluyendo las ubicaciones y planos de la ciudad.
Por lo demas, ha pasado tanto tiempo desde que entramos aqui que la ciudad ya habra cambiado de forma radical, haciendo todo posible recuerdo un arcaismo inutil para los que viven en el tiempo presente, es decir en su tiempo, Jean.
Tanto usted, sagaz como es, pero tambien otros con menos luces podran deducir que, puesto que Arlequin desaparecio casi inmediatamente despues de ser visto doblando por una callejuela adyacente al callejon del mercado, entonces nuestro templo no puede estar muy lejos de esa zona porque, si asi fuese, sin dudas mas personas hubieran visto a Arlequin correr. Su cara no era muy conocida, es cierto, pero el buen exito de su relato, Jean, modifico por completo ese hecho. Lo modifico de una manera tan drastica, Jean, que mucho temo que usted haya sido ajusticiado por algun maleante en venganza por revelar el rostro del criminal insigne. Rezo a las deidades del cielo y del mar para que eso no ocurra ni haya ocurrido.
De cualquier manera, Jean, y concediendo que nuestro templo se localice en las cercanias del mercado, dejeme decirle que este templo no se ve en absoluto como los templos que usted o cualquier otro conoce. Mas que un puñado de porticos, estatuas o columnas, un templo es siempre un espacio sagrado. Revelarle mas cosas, Jean, seria traicionar el estricto secretismo que mi orden impone a todos los iniciados. Me alcanza con decirlo, sin que esto suponga peligro para usted o para mi, que la puerta de nuestro templo debe lucir ante sus ojos como cualquier otra puerta, sin ninguna distincion particular.
El templo esta aqui quizas desde siempre, desde el comienzo de los tiempos. No me lo creeria, querido Jean, si yo le dijiese la cantidad de lunas que he visto surcar el cielo. Nuestra orden cree a pies juntillas que este templo es el mismisimo jardin del Eden y que el lugar por el que Hoax entro aquel dia no es otra cosa que la puerta trasera de regreso al paraiso.
Con todo lo dicho, tiene que creer que soy un loco. Quizas sea mejor asi. Sea yo un loco o no lo sea, comprendera que todo intento por hallarme a mi o a Hoax sera totalmente inutil. Solo unos pocos pueden ver la puerta, y aun menos pueden cruzarlas sin ser consumidos por el fuego. Como lo logro aquel dia Hoax es un misterio que, aunque insondable, no es novedoso. Todos hemos llegado aqui por error, hemos entrado y luego no hemos vuelto a salir. La salida es para nosotros tan imposible como para ustedes la entrada.
Estimado Jean, he leido su historia. Me ha parecido muy interesante y, mas que interesante, instructiva. Me revelo ciertos hechos que yo, por mi profesion y las condiciones que la rodean, no habria podido saber de otro modo.
Antes que nada, querido Jean, dejeme aclarar algo con el resto de las posibles personas que puedan leer esto. No se su nombre. He decidido llamarlo Jean, ya que es el nombre mas comun por esta parte del mundo. Bien podria haberlo Llamado Luc o Claude, pero Jean me parece bien y, por lo demas, hay un motivo ulterior para esto. Asi que dejeme llamarlo Jean.
Lo importante, apreciado Jean, es que he leido su historia. No me pregunte como. Se muy bien en que tipo de volumenes se reproduce su Epistola, y creame cuando le digo que no hice ni hare ningun intento por averiguar su verdadera identidad. Por eso mismo le he impuesto una identidad ficticia, Jean. Aceptela de buen grado, simpatico Vagabundo, junto con el nombre.
Como ya le dije, me complacio mucho la lectura, ya que con ella pude enterarme de los pormenores del pasado del hermano Arlequin. Reprima la exclamacion, Jean. Arlequin, su querido villano, esta vivo. Por supuesto que aqui dentro lo conocemos por otro nombre, y si bien estabamos al tanto de que clase de hombre era cuando lo acogimos, no estabamos al tanto (con exactitud, quiero decir) de como habia terminado dentro de nuestro claustro.
Quizas como agradecimiento, puesto que usted compartio su secreto, quiero yo tambien revelarle algo. Un secreto, algo que usted desconoce. Y aunque la confirmacion de la existencia de Arlequin en el mundo de los vivos es un pago suficiente, voy de todos modos a contarle la historia completa. Si usted, Jean, por temperamento o educacion, no es un hombre que acepta regalos, entonces tome mi historia como un pago por la suya, pues para que ambos relatos compongan uno tienen que ser, de algun modo, moneda equivalente.
Hasta donde usted sabe, Arlequin desparecio por una calle lateral. Creo que algo dentro de el se torcio ese dia. Como usted bien sabe, este hombre habia cometido no solo todas las atrocidades posibles, todas conocidas por el pueblo, sino tambien una serie de atrocidades que, por suerte para todos, habian quedado y quedaran en la sombra. En efecto, aunque las conozco, no sere yo quien heche sombra sobre la figura de un hombre que ha renacido. Le alcanza con saber que, de estas atrocidades ocultas, eran las internas las mas graves y, de entre ellas, su raiz mas perversa era que Arlequin habia desarrollado un apetito por el mal en si mismo. No solo disfrutaba con acciones que eran consideradas malas por terceros, sino que disfrutaba principalmente de esa consideracion. Era, sin dudas, un ser malvado. El mal no es otra cosa que un horrible deseo del bien propio. Considerelo usted, Jean, ¿que era un violacion mas para un hombre asi? Apenas una anecdota, casi podriamos afirmar que era una rutina. Y sin embargo, de algun modo tan misterioso como misteriosos son los motivos que llevan, paso a paso, a la corrupcion de un hombre, hubo algo en los ojos de la muchacha o en el azul del cielo, algo en la comida de ese dia, cierta alineacion de los planetas, cierta pero incognoscible causalidad que esa tarde imprimieron una direccion distinta en el espiritu del hermano.
Habia huido, como tantas otras veces, por una callejuela oscura. Tenia cien tabernas, doscientas casas desiertas, mil cuevas en las que esconderse. En todos los rincones oscuros lo aguardaban aliados dispuestos a ocultar al gran capitan de los pecados de corto pero musculoso brazo de la justicia. Como usted bien sabe, los que odian la luz se reunen en la sombra.
Podria haber vivido huyendo, de callejon en callejon, de ratonera en ratonera, todos los años que le quedaban de vida. Lo cierto es que lo intentaba.
Asi llego, golpeando las puertas con la esperanza de encontrar alguna sin cerrojo, a la puerta de nuestro templo. Al notar que estaba abierta (siempre estan abiertas para los que llegan) la empujo y se adentro en el tempo. Desde ese momento y hasta este en el que usted lee mi carta, el hermano Hoax permanece con nosotros. Efectivamente, Jean, Hoax es el nombre por el cual nosotros conocemos ahora a su Arlequin. Se ha ganado este nombre tanto como el derecho de permanecer en la orden.
Comprendo, puedo preveer, casi que siento junto con usted, Jean, la duda que en este preciso momento debe asaltar su pecho. ¿Como se yo que usted leera alguna dia mi carta? Ciertamente, es posible que cuando yo me dirija a usted me este dirigiendo a un fantasma (pues bien puede haber muerto usted en los años que transcurrieron entre la huida y la carta) o a un ser inexistente, pues quizas toda su historia, Jean, no sea mas que la invencion de un diletante con dudosas habilidades narrativas. No crea que no lo he pensado. En todo caso, usted puede albergar sobre mi estas mismas dudas puesto que, asi como usted ponia de relevancia el hecho de que era imposible constatar su historia, dejeme decirle que tambien es imposible, salvo que yo brinde cierta informacion, constatar la mia.
Esa informacion es, Jean, la ubicacion y forma de nuestro templo. Hoax se encuentra en la celda contigua, entonando canticos rituales. Cualquiera podria, en cuestion de minutos, ingresar por la puerta tal como hizo el y constatar que todavia sigue vivo.
Por suerte para el, muy poca gente conoce la ubicacion de nuestro templo y, de entre ellos, no hallara a ninguno que, incluso bajo la mas horrible de las torturas, se brindase a darle la ubicacion; Y la razon de esto es que, vera usted, no la saben, asi como tampoco la se yo. Somos una orden bastante antigua, y somos seres antiguos todos y cada uno de nosotros. Hace tanto tiempo que estamos recluidos en el templo que practicamente hemos olvidado todo acerca del mundo exterior, incluyendo las ubicaciones y planos de la ciudad.
Por lo demas, ha pasado tanto tiempo desde que entramos aqui que la ciudad ya habra cambiado de forma radical, haciendo todo posible recuerdo un arcaismo inutil para los que viven en el tiempo presente, es decir en su tiempo, Jean.
Tanto usted, sagaz como es, pero tambien otros con menos luces podran deducir que, puesto que Arlequin desaparecio casi inmediatamente despues de ser visto doblando por una callejuela adyacente al callejon del mercado, entonces nuestro templo no puede estar muy lejos de esa zona porque, si asi fuese, sin dudas mas personas hubieran visto a Arlequin correr. Su cara no era muy conocida, es cierto, pero el buen exito de su relato, Jean, modifico por completo ese hecho. Lo modifico de una manera tan drastica, Jean, que mucho temo que usted haya sido ajusticiado por algun maleante en venganza por revelar el rostro del criminal insigne. Rezo a las deidades del cielo y del mar para que eso no ocurra ni haya ocurrido.
De cualquier manera, Jean, y concediendo que nuestro templo se localice en las cercanias del mercado, dejeme decirle que este templo no se ve en absoluto como los templos que usted o cualquier otro conoce. Mas que un puñado de porticos, estatuas o columnas, un templo es siempre un espacio sagrado. Revelarle mas cosas, Jean, seria traicionar el estricto secretismo que mi orden impone a todos los iniciados. Me alcanza con decirlo, sin que esto suponga peligro para usted o para mi, que la puerta de nuestro templo debe lucir ante sus ojos como cualquier otra puerta, sin ninguna distincion particular.
El templo esta aqui quizas desde siempre, desde el comienzo de los tiempos. No me lo creeria, querido Jean, si yo le dijiese la cantidad de lunas que he visto surcar el cielo. Nuestra orden cree a pies juntillas que este templo es el mismisimo jardin del Eden y que el lugar por el que Hoax entro aquel dia no es otra cosa que la puerta trasera de regreso al paraiso.
Con todo lo dicho, tiene que creer que soy un loco. Quizas sea mejor asi. Sea yo un loco o no lo sea, comprendera que todo intento por hallarme a mi o a Hoax sera totalmente inutil. Solo unos pocos pueden ver la puerta, y aun menos pueden cruzarlas sin ser consumidos por el fuego. Como lo logro aquel dia Hoax es un misterio que, aunque insondable, no es novedoso. Todos hemos llegado aqui por error, hemos entrado y luego no hemos vuelto a salir. La salida es para nosotros tan imposible como para ustedes la entrada.
15 ene 2019
Viaje a las Indias - III - Batalla de Mactan
Navegamos durante dos dias bajo la guia de los nativos. Hablaban un idioma extraño que no podiamos comprender pero, sin embargo, parecia que ellos si nos entendian de un modo vago. Por su hablidad para comprender señas o gestos, intuiamos que estaban, al igual que los nativos de las ladronas, habituados al comercio con otras naciones.
La Isla de Suagbo, que era hacia adonde nos dirigiamos, quedaba casi escondida entre otras cuatro islas, mas pequeñas en radio pero de una elevacion mayor. Suagbo parecia una serpiente durmiento entre cuatro lobos.
El Portugues envio a la Trinidad, capitaneada por Serrano, a circunnavegar la isla. Falero fue con ellos para trazar un mapa de la misma. Agotados como estabamos, parecia que el Portugues queria reabastecerse en Suagbo.
Apenas tuvimos puerto a la vista, los nativos nos solicitaron dejar la nave. Les brindamos una chalupa que nos habiamos llevado de la isla de los ladrones, en la cual se alejaron hasta perderse en una bahia cercana. Nuestra Nao y la Trinidad esperarian durante dos dias el regreso de la Concepcion, la cual volvio esa misma noche con un mapa de Suagbo.
A la mañana siguiente llegamos al puerto de Suagbo. Nos esperaba una comitiva de nativos. Al contrario de las islas que anteriormente habiamos visitado, vimos que aunque nuestros anfitriones no eran civilizados, tampoco estabamos en presencia de salvajes. Por sus ropas y actitudes vimos que mantenian un orden social. Notamos entonces que el Portugues habia logrado, en pocos dias, aprender un poco de la jerga y los gestos de los Suagbanos, y usando lo que sabia de esta les dio a entender que queria verselas con su jefe.
Nos llevaron entonces a traves de la isla, que en su mayoria estaba cubierta de grandes mesetas y cerros, siendo su planicie una ilusion que solo se explicaba por la nubosidad y las islas cercanas. El clima era selvatico y humedo. Subiamos y bajabamos meseta tras otras, siguiendo los caminos que los nativos y, antes de ellos sus antepasados, habian transitado. Asi fue que llegamos a ciudad se Suagbo. La ciudad era mas propiamente una gran villa o aldea.
Mientras una parte de la tripulacion descansaba en las chozas que generosamente nos habian cedido los Suagbanos, El Portugues y los demas capitanes fueron a entrevistarse con cacique o rey de Suagbo.
Al regresar a la cabaña, el Portugues con comunico que Huambon (tal era el nombre del Rey) se habia mostrado muy decente y hasta amistoso y que, hasta nuevo aviso por lo menos, tendriamos techo y comida a cuenta suya.
Los dias corrieron uno tras otro y nos acostumbramos facil, es cierto, a la vida en tierra. Ocupabamos el tiempo en comer, dormir, jugar a los naipes y correr detras de las mujeres Suagbanas, con mayor o mejor exito. El Portugues, por otro lado, pasaba casi todo su tiempo en el palacio del Rey, del cual se habia hecho muy cercano. Un dia nos anuncio que, por intermedio de Barbossa, Huambon habia aceptado la Fe verdadera y que desde ese momento era tambien, al igual que nosotros, un vasallo de su majestad Carlos I, Cesar de Castilla. El Portugues nos indico que los suagbanos debian recibir trato de cristianos y que era nuestro deber, como Cristianos Españoles y Portugueses, volver a esa isla un bastion de la civilizacion. Todos comprendiamos que, ademas, era un excelente puerto estrategico hacia la isla de las especias, de la cual en ese momento ninguno dudaba que estuvieramos cerca.
Para celebrar la conversion de Huambon y su corte, El Portugues mando erigir una enorme cruz en la entrada del pueblo, y los dias siguientes transcurrieron en la contradiccion de santos bautismos seguidos por festejos desenfrenados.
Dia a dia, al regresar a nuestras chozas el Portugues nos iba informando de los hechos y costumbres de aquellas gentes, asi como de la situacion de la isla. Al parecer, lo habia un soberano o rey que unificara a los vastos archipielagos que nos rodeaban, sino que cada isla tenia su soberano. Cada soberano pugnaba con el resto por el control del territorio, y asi surgian todo un entramado de alianzas locales y traiciones igualmente locales, que mantenian a toda aquella gente en constante agitacion, cosa que a nosotros, acostumbrados a vivir en la tranquilidad de una monarquia tan solida como solidos son los pilares de la tierra, nos parecia muy divertido. Era como pelear a las pulgas.
Un dia, sin embargo, nos enteramos de algo increible. Apenas a un cuarto de dia de navegacion, existia una isla en donde imperaba la Fe de los infieles. ¡Asquerosos Musulmanes! Una podredumbre tal, tan cerca de ese recien nacido bastion de Cristo, era sinceramente una amenaza. El Portugues nos dijo que el mismo Huambon le habia solicitado que acabara con el Rey de Mactan, y nosotros veiamos en su mirada que se habia tomado muy en serio acometer la empresa. Pronto supimos que Kali Pulaku, el Rey de Mactan, competia con Huambon por el florenciente comercio de la zona
Ya bien abastescidos y descansados, estabamos ansiosos de hacernos a la mar para combatir. Una victoria podria traernos, ademas de riquezas y fama, nuevos aliados en las islas colindantes, Bohol y Leyte. Ya ambicionaban, no solo El Portugues y sus capitanes sino todos nosotros, en fundar nuestro reino en ese archipielago vasto y bien nutrido. Habia suficientes islas para hacer un Rey de cada Marinero.
Hicimos un recuento de nuestras armas para el combate: Teniamos tres Naos que, entre las tres, sumaban quince poderosas piezas de artilleria. Teniamos ademas una pistola cada dos marineros, lanzas, impenetrables corazas de acero, hermosas espadas de Toledo y casi cincuenta ballestas en perfecto estado. Como los Suagbanos, al igual que los otros nativos que habiamos encontrado en nuestras travesias, se veian impresionados por nuestras armas y armaduras, El Portugues tenia plena confianza en nuestra victoria. No queriendo perder nuestro dominio sobre la Isla, decidio que solamente cincuenta de nosotros, los mas aguerridos y valientes, se armarian con lo mejor de las armaduras, las pistolas, todas las ballestas y naturalmente la artilleria, y partirian en la Victoria para exigir la total rendicion de Kali Pulaku ante El Rey Carlos I y Dios Todopoderoso.
Mientras que el resto de los oficiales y capitanes apoyaban al Portugues en la ofensiva, el valiente Serrano estaba en contra. ¿que lo aquejaba? Creia que deberiamos atacar con todas nuestras fuerzas, y que dividirnos solo nos llevaria a perder en ambos sitios. Con motivo de evitar la batalla, mando serrano a varios mensajeros Suagbanos a exigir de Kali Pulaku una rendicion pacifica que solo exigiria tributos, pero al cabo de varios dias de no volver los mensajeros sospechamos, con certeza supimos mas tarde, del triste destino de los emisarios.
El Portugues, junto con los 50 mejores guerreros de la expedicion, entre los que, confieso, no me hallaba yo, zarparon hacia Mactan la noche de l9 de Abril de nuestro calendario. Con el iban el terrible Espinosa y el cien veces probado Barbosa. Tambien iba, ceñudo pero valeroso, el buen Serrano. Iban con nuestras mejores armaduras, con robustos yelmos y temibles alabardas de cipres. Llevaban las mismas espadas que siglos atras habian hecho estragos entre los moros de Jerusalen. Las atronadoras pistolas y los cañones, que hacian temblar al mismo azur con su fuego, iban a bordo con ellos. El resto, unos setenta marineros, nos quedamos en Suagbo en representacion de la Corona.
Tal y como lo habia planeado el capitan, las Naos aprovecharon el buen viento y la falta de luna (predicha por Falero) para atravesar la distancia entre las islas en completo silencio. Para cuando la hermosa Iris recogiera con sus dedos el rocio de la mañana, nuestra Nao Victoria se hallaria llenando de fuego y metralla las costas de Mactan.
Sin embargo, esto ultimo no ocurrio. Al parecer, los exploradores de Huambon eran harto incompetentes, puesto que en sus rudimentarios mapas no se describia a la costa de Mactan como lo que era realmente: una serie de acantilados y bancos de Coral que hacia imposible el desembarco a cualquier nao de respetable tamaño. Fue asi que tuvieron que detenerse harto lejos de las playas, tan lejos que los cañones no podian cubrir la distancia. Por otro lado, Kali Pulaku habia sido advertido de algun modo de nuestro ataque, puesto que la playa se hallaba reforzada con puestos escudados de madera, y cual le ocurrio a los aqueos en Illia, nos esperaba en la playa todo un ejercito listo para el combate.
Los indigenas musulmanes comandados por Kali Pulaku eran inferiores en su armamento, teniendo unicamente dardos, jabalinas de muy pobre fabricacion, garrotes, machetes y escudos de yesta o madera. Su unica superioridad estaba en su abrumador numero, contandose por cientos y cientos mas.
¿que fue, de entre todos los pecados o malos impulsos que anidan en el alma del hombre, lo que llevo al Portugues, que habia demostrado ser el mas audaz de los hombres, a ordenar el ataque? Dado que no podian usarse los cañones para sembrar el terror y la muerte, el buen sentido dictaba la retirada en vistas de mejores oportunidades. Atacar en tan poco numero era como minimo arriesgado. ¿fue acaso la soberbia, el deseo de una gran victoria, de una increible prueba de fuerza, lo que llevo al Portugues a librar la batalla en esas condiciones? ¿Fue el orgullo, tan propio de los grandes hombres, unido a la confianza en nuestras ballestas y pistolas? ¿o fue otra cosa? No tuvimos, lamentablemente, manera de saberlo.
Las cosas ocurrieron, quizas con alguna variacion, de la siguiente manera: El Portugues, Serrano, Barbossa y el resto de los hombres bajaron en chalupas de las Naos y avanzaron a golpe de remo hasta que pudieron tener el agua por las rodillas. Apenas los nativos descubrieron que se acercaban, los recibieron con una lluvia de flechas y jabalinas. Los soldados se refugiaron bajo sus escudos y, salvo uno o dos desafortunados que cayeron, por descuido o condena del siniestro Satan, bajo los dardos de los infieles, el resto de nosotros avanzo a paso firme. Los dardos y jabalinas no podian penetrar las corazas de acero forjado, asi que solo era cosa de proteger la cara y el cuello, que era precisamente donde apuntaban los musulmanes, que no eran nada tontos.
El Portugues mando a disparar los cañones del barco y ordeno una descarga de mosquete sobre los infieles, quizas con la esperanza de generarles terror y desarmar sus lineas, pero esto al parecer no ocurrio. Los nativos, que eran mas de mil, estaban dispuestos a morir por su Rey Guerrero. Los que volvieron de aquella batalla describieron a Kali Pulaku como un titan de casi dos metros de altura, dotado de un enorme escudo de corteza de Fresno y un soberbio machete. Se mantenia en primera linea y no retrocedia ante el peligro. Cuando el Portugues vio que los musulmanes no solo no retrocedian ante el fuego y el hierro, sino que comenzaban a avanzar con la obvia intencion de rodear al pequeño ejercito y cortarle el paso a la Nao, debio haber ordenado la retirada. ¿Por que no lo hizo? si lo hubiese hecho, si su orgullo o su osadia no hubiesen nublado su buen juicio, muchos de nuestros mejores hombres aun estarian vivos.
Pero la retirada no llego, y en un instante los infieles estaban sobre los nuestros. Una rapida descarga de ballesta, de la cual eramos todos habiles tiradores, mando directo al infierno a cincuenta barbaros. Varios mas los siguieron gracias a los mosquetes y pistolas, volviendo rapidamente la cristalina playa en un mar de sangre. Pero los numeros, que no perdonan ni conocen milagros, tornaron desde ese momento la balanza a favor de nuestro enemigo. Una vez agotadas las descargas, lo inmediato y lo feroz de la lucha cuerpo a cuerpo no dio tiempo a recargar a ninguno de los nuestros, pues es sabido que los islamicos son terribles guerreros ya sea con la lanza o la cimitarra. Asi, uno a uno, tal como caen las gotas en la clepsidra, fueron cayendo los mas valerosos hombres bajo el machete, la afilada lanza de bambu o el deshonroso arco.
En cierto momento, tras encarnizado combate, y ante la negra perspectiva de verse diezmados, los soldados intentaron volver a la nave. La mayoria penetro en formacion de lanza hacia las chalupas mientras que El Portugues, Serrano y Barbossa contenian, como los heroes de las leyendas, a las hordas asesinas que renegaban del nombre de Dios y de su hijo. Gracias a la valentia de nuestro Capitan, muchos pudieron abordar las chalupas y volver a la Nao. Serrano y Barbosa ente ellos. Del resto, cuyos cuerpos sucumbieron bajo la furia del enemigo, me consuelo en pensar que sus almas subieron, etereas y luminosas, al cielo que nos espera a todos los servidores de Cristo.
Sobre la tragica muerte del Portugues, no tengo mejores palabras que las que nos narro uno de los ilustres sobrevivientes, el maese Piagfetta: "En el fragor de la batalla, un isleño consiguio alcanzar al capitan en la cara con una lanza de bambu. Desesperado, este hundio su lanza en el pecho del indio y ahi la dejo clavada. Quiso luego usar su espada, pero solo llego a desenvainarla, pues recibio una nueva herida en el brazo, de un segundo enemigo. Una flecha le atravezo la pierna, lo cual ocasiono que se desplome. Una vez lo vieron caido, aquellas fieras cayeron sobre el como lobos y chacales, con sus cimitarras y garrotes y con cuanta arma tenian encima, y lo masacraron rapidamente. Y asi acabaron con el, con nuestro espejo, nuestra luz, nuestro consuelo, nuestro guia verdadero. Incluso cuando estaba herido, se volvio muchas veces, hasta el ultimo momento, para asegurarse que todos estabamos en los Barcos.
La Isla de Suagbo, que era hacia adonde nos dirigiamos, quedaba casi escondida entre otras cuatro islas, mas pequeñas en radio pero de una elevacion mayor. Suagbo parecia una serpiente durmiento entre cuatro lobos.
El Portugues envio a la Trinidad, capitaneada por Serrano, a circunnavegar la isla. Falero fue con ellos para trazar un mapa de la misma. Agotados como estabamos, parecia que el Portugues queria reabastecerse en Suagbo.
Apenas tuvimos puerto a la vista, los nativos nos solicitaron dejar la nave. Les brindamos una chalupa que nos habiamos llevado de la isla de los ladrones, en la cual se alejaron hasta perderse en una bahia cercana. Nuestra Nao y la Trinidad esperarian durante dos dias el regreso de la Concepcion, la cual volvio esa misma noche con un mapa de Suagbo.
A la mañana siguiente llegamos al puerto de Suagbo. Nos esperaba una comitiva de nativos. Al contrario de las islas que anteriormente habiamos visitado, vimos que aunque nuestros anfitriones no eran civilizados, tampoco estabamos en presencia de salvajes. Por sus ropas y actitudes vimos que mantenian un orden social. Notamos entonces que el Portugues habia logrado, en pocos dias, aprender un poco de la jerga y los gestos de los Suagbanos, y usando lo que sabia de esta les dio a entender que queria verselas con su jefe.
Nos llevaron entonces a traves de la isla, que en su mayoria estaba cubierta de grandes mesetas y cerros, siendo su planicie una ilusion que solo se explicaba por la nubosidad y las islas cercanas. El clima era selvatico y humedo. Subiamos y bajabamos meseta tras otras, siguiendo los caminos que los nativos y, antes de ellos sus antepasados, habian transitado. Asi fue que llegamos a ciudad se Suagbo. La ciudad era mas propiamente una gran villa o aldea.
Mientras una parte de la tripulacion descansaba en las chozas que generosamente nos habian cedido los Suagbanos, El Portugues y los demas capitanes fueron a entrevistarse con cacique o rey de Suagbo.
Al regresar a la cabaña, el Portugues con comunico que Huambon (tal era el nombre del Rey) se habia mostrado muy decente y hasta amistoso y que, hasta nuevo aviso por lo menos, tendriamos techo y comida a cuenta suya.
Los dias corrieron uno tras otro y nos acostumbramos facil, es cierto, a la vida en tierra. Ocupabamos el tiempo en comer, dormir, jugar a los naipes y correr detras de las mujeres Suagbanas, con mayor o mejor exito. El Portugues, por otro lado, pasaba casi todo su tiempo en el palacio del Rey, del cual se habia hecho muy cercano. Un dia nos anuncio que, por intermedio de Barbossa, Huambon habia aceptado la Fe verdadera y que desde ese momento era tambien, al igual que nosotros, un vasallo de su majestad Carlos I, Cesar de Castilla. El Portugues nos indico que los suagbanos debian recibir trato de cristianos y que era nuestro deber, como Cristianos Españoles y Portugueses, volver a esa isla un bastion de la civilizacion. Todos comprendiamos que, ademas, era un excelente puerto estrategico hacia la isla de las especias, de la cual en ese momento ninguno dudaba que estuvieramos cerca.
Para celebrar la conversion de Huambon y su corte, El Portugues mando erigir una enorme cruz en la entrada del pueblo, y los dias siguientes transcurrieron en la contradiccion de santos bautismos seguidos por festejos desenfrenados.
Dia a dia, al regresar a nuestras chozas el Portugues nos iba informando de los hechos y costumbres de aquellas gentes, asi como de la situacion de la isla. Al parecer, lo habia un soberano o rey que unificara a los vastos archipielagos que nos rodeaban, sino que cada isla tenia su soberano. Cada soberano pugnaba con el resto por el control del territorio, y asi surgian todo un entramado de alianzas locales y traiciones igualmente locales, que mantenian a toda aquella gente en constante agitacion, cosa que a nosotros, acostumbrados a vivir en la tranquilidad de una monarquia tan solida como solidos son los pilares de la tierra, nos parecia muy divertido. Era como pelear a las pulgas.
Un dia, sin embargo, nos enteramos de algo increible. Apenas a un cuarto de dia de navegacion, existia una isla en donde imperaba la Fe de los infieles. ¡Asquerosos Musulmanes! Una podredumbre tal, tan cerca de ese recien nacido bastion de Cristo, era sinceramente una amenaza. El Portugues nos dijo que el mismo Huambon le habia solicitado que acabara con el Rey de Mactan, y nosotros veiamos en su mirada que se habia tomado muy en serio acometer la empresa. Pronto supimos que Kali Pulaku, el Rey de Mactan, competia con Huambon por el florenciente comercio de la zona
Ya bien abastescidos y descansados, estabamos ansiosos de hacernos a la mar para combatir. Una victoria podria traernos, ademas de riquezas y fama, nuevos aliados en las islas colindantes, Bohol y Leyte. Ya ambicionaban, no solo El Portugues y sus capitanes sino todos nosotros, en fundar nuestro reino en ese archipielago vasto y bien nutrido. Habia suficientes islas para hacer un Rey de cada Marinero.
Hicimos un recuento de nuestras armas para el combate: Teniamos tres Naos que, entre las tres, sumaban quince poderosas piezas de artilleria. Teniamos ademas una pistola cada dos marineros, lanzas, impenetrables corazas de acero, hermosas espadas de Toledo y casi cincuenta ballestas en perfecto estado. Como los Suagbanos, al igual que los otros nativos que habiamos encontrado en nuestras travesias, se veian impresionados por nuestras armas y armaduras, El Portugues tenia plena confianza en nuestra victoria. No queriendo perder nuestro dominio sobre la Isla, decidio que solamente cincuenta de nosotros, los mas aguerridos y valientes, se armarian con lo mejor de las armaduras, las pistolas, todas las ballestas y naturalmente la artilleria, y partirian en la Victoria para exigir la total rendicion de Kali Pulaku ante El Rey Carlos I y Dios Todopoderoso.
Mientras que el resto de los oficiales y capitanes apoyaban al Portugues en la ofensiva, el valiente Serrano estaba en contra. ¿que lo aquejaba? Creia que deberiamos atacar con todas nuestras fuerzas, y que dividirnos solo nos llevaria a perder en ambos sitios. Con motivo de evitar la batalla, mando serrano a varios mensajeros Suagbanos a exigir de Kali Pulaku una rendicion pacifica que solo exigiria tributos, pero al cabo de varios dias de no volver los mensajeros sospechamos, con certeza supimos mas tarde, del triste destino de los emisarios.
El Portugues, junto con los 50 mejores guerreros de la expedicion, entre los que, confieso, no me hallaba yo, zarparon hacia Mactan la noche de l9 de Abril de nuestro calendario. Con el iban el terrible Espinosa y el cien veces probado Barbosa. Tambien iba, ceñudo pero valeroso, el buen Serrano. Iban con nuestras mejores armaduras, con robustos yelmos y temibles alabardas de cipres. Llevaban las mismas espadas que siglos atras habian hecho estragos entre los moros de Jerusalen. Las atronadoras pistolas y los cañones, que hacian temblar al mismo azur con su fuego, iban a bordo con ellos. El resto, unos setenta marineros, nos quedamos en Suagbo en representacion de la Corona.
Tal y como lo habia planeado el capitan, las Naos aprovecharon el buen viento y la falta de luna (predicha por Falero) para atravesar la distancia entre las islas en completo silencio. Para cuando la hermosa Iris recogiera con sus dedos el rocio de la mañana, nuestra Nao Victoria se hallaria llenando de fuego y metralla las costas de Mactan.
Sin embargo, esto ultimo no ocurrio. Al parecer, los exploradores de Huambon eran harto incompetentes, puesto que en sus rudimentarios mapas no se describia a la costa de Mactan como lo que era realmente: una serie de acantilados y bancos de Coral que hacia imposible el desembarco a cualquier nao de respetable tamaño. Fue asi que tuvieron que detenerse harto lejos de las playas, tan lejos que los cañones no podian cubrir la distancia. Por otro lado, Kali Pulaku habia sido advertido de algun modo de nuestro ataque, puesto que la playa se hallaba reforzada con puestos escudados de madera, y cual le ocurrio a los aqueos en Illia, nos esperaba en la playa todo un ejercito listo para el combate.
Los indigenas musulmanes comandados por Kali Pulaku eran inferiores en su armamento, teniendo unicamente dardos, jabalinas de muy pobre fabricacion, garrotes, machetes y escudos de yesta o madera. Su unica superioridad estaba en su abrumador numero, contandose por cientos y cientos mas.
¿que fue, de entre todos los pecados o malos impulsos que anidan en el alma del hombre, lo que llevo al Portugues, que habia demostrado ser el mas audaz de los hombres, a ordenar el ataque? Dado que no podian usarse los cañones para sembrar el terror y la muerte, el buen sentido dictaba la retirada en vistas de mejores oportunidades. Atacar en tan poco numero era como minimo arriesgado. ¿fue acaso la soberbia, el deseo de una gran victoria, de una increible prueba de fuerza, lo que llevo al Portugues a librar la batalla en esas condiciones? ¿Fue el orgullo, tan propio de los grandes hombres, unido a la confianza en nuestras ballestas y pistolas? ¿o fue otra cosa? No tuvimos, lamentablemente, manera de saberlo.
Las cosas ocurrieron, quizas con alguna variacion, de la siguiente manera: El Portugues, Serrano, Barbossa y el resto de los hombres bajaron en chalupas de las Naos y avanzaron a golpe de remo hasta que pudieron tener el agua por las rodillas. Apenas los nativos descubrieron que se acercaban, los recibieron con una lluvia de flechas y jabalinas. Los soldados se refugiaron bajo sus escudos y, salvo uno o dos desafortunados que cayeron, por descuido o condena del siniestro Satan, bajo los dardos de los infieles, el resto de nosotros avanzo a paso firme. Los dardos y jabalinas no podian penetrar las corazas de acero forjado, asi que solo era cosa de proteger la cara y el cuello, que era precisamente donde apuntaban los musulmanes, que no eran nada tontos.
El Portugues mando a disparar los cañones del barco y ordeno una descarga de mosquete sobre los infieles, quizas con la esperanza de generarles terror y desarmar sus lineas, pero esto al parecer no ocurrio. Los nativos, que eran mas de mil, estaban dispuestos a morir por su Rey Guerrero. Los que volvieron de aquella batalla describieron a Kali Pulaku como un titan de casi dos metros de altura, dotado de un enorme escudo de corteza de Fresno y un soberbio machete. Se mantenia en primera linea y no retrocedia ante el peligro. Cuando el Portugues vio que los musulmanes no solo no retrocedian ante el fuego y el hierro, sino que comenzaban a avanzar con la obvia intencion de rodear al pequeño ejercito y cortarle el paso a la Nao, debio haber ordenado la retirada. ¿Por que no lo hizo? si lo hubiese hecho, si su orgullo o su osadia no hubiesen nublado su buen juicio, muchos de nuestros mejores hombres aun estarian vivos.
Pero la retirada no llego, y en un instante los infieles estaban sobre los nuestros. Una rapida descarga de ballesta, de la cual eramos todos habiles tiradores, mando directo al infierno a cincuenta barbaros. Varios mas los siguieron gracias a los mosquetes y pistolas, volviendo rapidamente la cristalina playa en un mar de sangre. Pero los numeros, que no perdonan ni conocen milagros, tornaron desde ese momento la balanza a favor de nuestro enemigo. Una vez agotadas las descargas, lo inmediato y lo feroz de la lucha cuerpo a cuerpo no dio tiempo a recargar a ninguno de los nuestros, pues es sabido que los islamicos son terribles guerreros ya sea con la lanza o la cimitarra. Asi, uno a uno, tal como caen las gotas en la clepsidra, fueron cayendo los mas valerosos hombres bajo el machete, la afilada lanza de bambu o el deshonroso arco.
En cierto momento, tras encarnizado combate, y ante la negra perspectiva de verse diezmados, los soldados intentaron volver a la nave. La mayoria penetro en formacion de lanza hacia las chalupas mientras que El Portugues, Serrano y Barbossa contenian, como los heroes de las leyendas, a las hordas asesinas que renegaban del nombre de Dios y de su hijo. Gracias a la valentia de nuestro Capitan, muchos pudieron abordar las chalupas y volver a la Nao. Serrano y Barbosa ente ellos. Del resto, cuyos cuerpos sucumbieron bajo la furia del enemigo, me consuelo en pensar que sus almas subieron, etereas y luminosas, al cielo que nos espera a todos los servidores de Cristo.
Sobre la tragica muerte del Portugues, no tengo mejores palabras que las que nos narro uno de los ilustres sobrevivientes, el maese Piagfetta: "En el fragor de la batalla, un isleño consiguio alcanzar al capitan en la cara con una lanza de bambu. Desesperado, este hundio su lanza en el pecho del indio y ahi la dejo clavada. Quiso luego usar su espada, pero solo llego a desenvainarla, pues recibio una nueva herida en el brazo, de un segundo enemigo. Una flecha le atravezo la pierna, lo cual ocasiono que se desplome. Una vez lo vieron caido, aquellas fieras cayeron sobre el como lobos y chacales, con sus cimitarras y garrotes y con cuanta arma tenian encima, y lo masacraron rapidamente. Y asi acabaron con el, con nuestro espejo, nuestra luz, nuestro consuelo, nuestro guia verdadero. Incluso cuando estaba herido, se volvio muchas veces, hasta el ultimo momento, para asegurarse que todos estabamos en los Barcos.
Viaje a las Indias - II - Isla de los Ladrones
Retomare, ahora que hemos llegado a España sanos y salvos, la narracion donde la habia dejado.
Escribo, ya mas viejo y cansado, con mas sosiego que cuando estabamos en la mar. Me cuesta, tras años de larga travesia, ordenar mis pensamientos. Sepan que hare mi mayor esfuerzo por presentar de forma ordenada lo que ocurrio.
Habia dejado la cronica en el momento en que, tras perder dos Naos, la Santiago hundida en Patagonia y la San Antonio, vil desertora que seguramente rumbeaba hacia Castilla, surcabamos el mar del sur buscando una ruta hacia una gran fuente de riquezas: Las islas de las especies, en donde esperabamos encontrar, ademas de fama, una cuantiosa fortuna. Quedabannos pues tres Naos: Victoria, al mando de Serrano, la Concepcion, al mando de Barbossa y la Trinidad, al mando del Portugues.
Navegabamos, como era sabido, bajo la bandera Española y, aunque Portugues era nuestro capitan y Portugueses tambien los oficiales, el reino de Portugal era nuestro declarado enemigo. Nosotros los marinos eramos Españoles, Castellanos, Sevillanos, Gallegos.
Navegabamos hacia el Este, en busca de las Indias Orientales, siguiendo las cartas y mapas del prestigioso Ruy Falero, amigo y compañero de aventuras de nuestro Capitan.
¿Existe algo peor que la tormenta en alta mar? Azotado innumerables veces por terribles tempestades, las cuales nos hacian arrojarnos al suelo y atarnos a cualquier mastil, cañon o tonel con tal de no salir despedidos al abismo, me lo habia preguntado muchas veces. Ahora puedo decirles, despues de navegar por el azul Pacifico, que si, y que peor que la tormenta, mucho peor, es la calma; Pues despues de la tormenta, aun quedan vientos y brios que impulsan las naos a algun puerto. Pero en cambio nosotros, desde que habiamos cruzado el estrecho de todos los santos, nos encontrabamos avanzando a muy pocos nudos en el medio de un oceano que parecia no tener fin.
Poco a poco, dia tras dia, comenzaron a escasear agua y comida. Dia tras dia elevabamos nuestras oraciones a San Telmo para que el vigia, desde el nido de cuervo, nos diera el ansiado aviso de tierra. Mas los dias y las semanas pasaban sin ninguna esperanza. Nuestro alimento diario era una horrible galleta que no era mas que un engrudo cocinado, que se asemejaba tanto al pan como los gusanos, que por cierto aparecian cada vez mas seguido, se parecen a su divino creador. La galleta tenia ademas, nunca podre olvidarlo, un olor insoportablemente rancio que no podia ser debido mas que a la orina de rata que impregnaba todas las provisiones del barco. El agua que atesorabamos mas que nuestras propias armas era ya hedionda, cuando no putrida. Todo cuero, fuese del animal que fuese, paso a convertirse en un valioso bocado que era vendido a hurtadillas. Cuando se acabo el cuero, comenzamos a tragarnos el aserrin. Cualquier cosa era mejor que el hambre. Y las ratas, esas feroces competidoras que habiamos traido de españa y que ahora no solo nos disputaban la galleta, el cuero y hasta la madera, pasaron a convertirse un buen dia de competidoras a medio de substento. Cuando nos dimos cuenta de que, sin contarnos todavia a nosotros mismos, las ratas eran la unica fuente de carne a bordo, comenzo una caceria tal que a los pocos dias ya casi no quedaban ratas a bordo de ninguna Nao. La carne de rata, que en una situacion normal no seria probada ni por el mas miserable de los pordioseros, se habia vuelto un bien tan preciado que se pagaba medio ducado por cada rata. Nuestros males empeoraron aun mas cuando a la sed, la fiebre y la hambruna se le sumo una horrible y desconocida enfermedad que nos ennegrecia las encias, nos aflojaba los dientes y nos hinchaba las mandibulas hasta que la carne ocultaba los dientes. Estos sintomas terminaban a veces con una fuerte fiebre que, si no se bajaba rapido, terminaba en violentas convulsiones que las mas de las veces se llevaban al infierno al pobre doliente. Estabamos ya a punto de morir de hambre cuando los gritos roncos y enloquecidos del vigia nos decian lo increible. Tuvo que gritarlo innumerables veces para que creyesemos que no era un sueño o un delirio: despues de mas de noventa dias con sus noches, habia tierra a la vista.
Eran varias islas pequeñas de densa vegetacion. Bastaba una mirada para ver que la civilizacion no habia llegado hasta ese archipielago. Apenas desembarcamos notamos que las islas estaban habitadas por nativos salvajes. Las playas estaban repletas de pequeños grupos de esbeltos indigenas que se dedicaban a pescar con ingeniosos utensillos de caña y grandes redes. Estos nativos, que sospecho jamas habian visto la blanca tez de los hijos de Castilla, se mostraron al principio grandemente sorprendidos por nuestra presencia que, aunque de aspecto miserable, era diferente a la suya propia.
Tenian cuerpos de hermosa musculatura que llevaban, hombres y mujeres por igual, desnudos o apenas cubiertos alguna pieza de cuero. Era evidente que estos seres tenian alguna inteligencia y que, ademas, estaban acostumbrados al comercio con otras tribus, puesto que lo primero que hicieron fue ofrecernos pescado y frutas, no sin antes, por medio de gestos, exigir algo a cambio. Lo segundo que hicieron, si se lo preguntan, fue poner a sus mujeres fuera del alcance de la vista, puesto que notaron que el gran tiempo pasado en alta mar vuelve a los hombres poco menos que fieras salvajes. Muchos de nuestros marineros, de no estar tan enfermos y hambrientos, se hubieran batido a hierro y fuego para robarse a aquellas salvajes. De haberlo intentado seguramente nos hubieran muerto en esa isla, porque aunque los nativos no eran muchos, eran bastante fuertes.
Para nuestra gran alegria, conseguimos cambiarles varias piezas de hierro que para nosotros eran inutiles (dos piezas estropeadas de cañon) por una buena cantidad de agua y pescado, asi como tambien redes y utensillos de pesca que, en lo subsiguiente, nos servirian para evitar el hambre en toda esa zona.
Inmediatamente despues de comer, ya recuperada en parte la facultad de observar y pensar como cristianos, notamos que los nativos de la isla eran mas astutos de lo que nos habian parecido, pues maravillados por nuestras cosas como estaban, nos habian robado un esquife con sus remos. Furioso por la afrenta, El Portugues ordeno a la Trinidad enviar una expedicion, con el mismo a la cabeza, para castigar a los nativos. Cuando llegamos a la playa, nos dimos cuenta de que nos esperaban armados con lanzas de caña, escudos de corteza de palmera y unos dardos que comenzaron a arrojarnos con increible fuerza y presteza, llegando a herir a varios de los nuestros. El Portugues, que avanzaba frenetico pese a su cojera, mando a dispara y a una señal de su sable varios estampidos causaron el horror entre los nativos. Ahora que habiamos comido, los brios habian vuelto a nuestros corazones y a nuestros brazos y piernas, y en una corta batalla logramos matar a varios nativos y capturar a otros tantos, que degollariamos mas tarde en un acto de escarmiento. Luego de recuperar nuestro esquife, incendiamos varias de sus chozas con la esperanza de que recordasen para siempre los resultados de insultar a un Castellano. Tambien, como no podia ser de otro modo, terminamos por llevarnos, contra toda regla, a dos o tres de sus mujeres, lo cual fue completamente inutil pues estas murieron misteriosamente apenas ganamos la mar.
Como estaba habitada por pillos, denominamos a esa isla "de los Ladrones".
Ahora que habiamos encontrado esta isla, pronto notamos que la zona era un enorme archipielago de pequeños islotes, asi que encontramos varias similares siguiendo la ruta del este, y pudimos comenzar a aprovisionarnos e incluso a acuñar buena cantidad de objetos nunca antes vistos: plantas exoticas, hermosos pajaros, extraños utensillos de caza, monstruosos animales.
La travesia continuo hacia el oeste, y tras un corto periodo de salir del archipielago a mar abierto, encontramos un nuevo cumulo de islas, menor en numero pero mayor en tamaño. El Portugues nos dijo que, de creerle a los mapas, no debiamos de estar muy lejos del lejano oriente.
Tras entrevistarnos con varios nativos de las islas mas orientales, nos hicieron entender que la isla de las especias no podia ser otra que Sugbo, la ciudad donde segun ellos se encontraban las mayores riquezas y la mas vasta cantidad de productos. El Portugues no se fiaba de esta informacion, pero ante la oportunidad de poder visitar algun puerto importante, tomamos de guias a dos o tres nativos y nos hicimos conducir, listos los cañones para cualquier eventualidad, hacia Sugbo.
Escribo, ya mas viejo y cansado, con mas sosiego que cuando estabamos en la mar. Me cuesta, tras años de larga travesia, ordenar mis pensamientos. Sepan que hare mi mayor esfuerzo por presentar de forma ordenada lo que ocurrio.
Habia dejado la cronica en el momento en que, tras perder dos Naos, la Santiago hundida en Patagonia y la San Antonio, vil desertora que seguramente rumbeaba hacia Castilla, surcabamos el mar del sur buscando una ruta hacia una gran fuente de riquezas: Las islas de las especies, en donde esperabamos encontrar, ademas de fama, una cuantiosa fortuna. Quedabannos pues tres Naos: Victoria, al mando de Serrano, la Concepcion, al mando de Barbossa y la Trinidad, al mando del Portugues.
Navegabamos, como era sabido, bajo la bandera Española y, aunque Portugues era nuestro capitan y Portugueses tambien los oficiales, el reino de Portugal era nuestro declarado enemigo. Nosotros los marinos eramos Españoles, Castellanos, Sevillanos, Gallegos.
Navegabamos hacia el Este, en busca de las Indias Orientales, siguiendo las cartas y mapas del prestigioso Ruy Falero, amigo y compañero de aventuras de nuestro Capitan.
¿Existe algo peor que la tormenta en alta mar? Azotado innumerables veces por terribles tempestades, las cuales nos hacian arrojarnos al suelo y atarnos a cualquier mastil, cañon o tonel con tal de no salir despedidos al abismo, me lo habia preguntado muchas veces. Ahora puedo decirles, despues de navegar por el azul Pacifico, que si, y que peor que la tormenta, mucho peor, es la calma; Pues despues de la tormenta, aun quedan vientos y brios que impulsan las naos a algun puerto. Pero en cambio nosotros, desde que habiamos cruzado el estrecho de todos los santos, nos encontrabamos avanzando a muy pocos nudos en el medio de un oceano que parecia no tener fin.
Poco a poco, dia tras dia, comenzaron a escasear agua y comida. Dia tras dia elevabamos nuestras oraciones a San Telmo para que el vigia, desde el nido de cuervo, nos diera el ansiado aviso de tierra. Mas los dias y las semanas pasaban sin ninguna esperanza. Nuestro alimento diario era una horrible galleta que no era mas que un engrudo cocinado, que se asemejaba tanto al pan como los gusanos, que por cierto aparecian cada vez mas seguido, se parecen a su divino creador. La galleta tenia ademas, nunca podre olvidarlo, un olor insoportablemente rancio que no podia ser debido mas que a la orina de rata que impregnaba todas las provisiones del barco. El agua que atesorabamos mas que nuestras propias armas era ya hedionda, cuando no putrida. Todo cuero, fuese del animal que fuese, paso a convertirse en un valioso bocado que era vendido a hurtadillas. Cuando se acabo el cuero, comenzamos a tragarnos el aserrin. Cualquier cosa era mejor que el hambre. Y las ratas, esas feroces competidoras que habiamos traido de españa y que ahora no solo nos disputaban la galleta, el cuero y hasta la madera, pasaron a convertirse un buen dia de competidoras a medio de substento. Cuando nos dimos cuenta de que, sin contarnos todavia a nosotros mismos, las ratas eran la unica fuente de carne a bordo, comenzo una caceria tal que a los pocos dias ya casi no quedaban ratas a bordo de ninguna Nao. La carne de rata, que en una situacion normal no seria probada ni por el mas miserable de los pordioseros, se habia vuelto un bien tan preciado que se pagaba medio ducado por cada rata. Nuestros males empeoraron aun mas cuando a la sed, la fiebre y la hambruna se le sumo una horrible y desconocida enfermedad que nos ennegrecia las encias, nos aflojaba los dientes y nos hinchaba las mandibulas hasta que la carne ocultaba los dientes. Estos sintomas terminaban a veces con una fuerte fiebre que, si no se bajaba rapido, terminaba en violentas convulsiones que las mas de las veces se llevaban al infierno al pobre doliente. Estabamos ya a punto de morir de hambre cuando los gritos roncos y enloquecidos del vigia nos decian lo increible. Tuvo que gritarlo innumerables veces para que creyesemos que no era un sueño o un delirio: despues de mas de noventa dias con sus noches, habia tierra a la vista.
Eran varias islas pequeñas de densa vegetacion. Bastaba una mirada para ver que la civilizacion no habia llegado hasta ese archipielago. Apenas desembarcamos notamos que las islas estaban habitadas por nativos salvajes. Las playas estaban repletas de pequeños grupos de esbeltos indigenas que se dedicaban a pescar con ingeniosos utensillos de caña y grandes redes. Estos nativos, que sospecho jamas habian visto la blanca tez de los hijos de Castilla, se mostraron al principio grandemente sorprendidos por nuestra presencia que, aunque de aspecto miserable, era diferente a la suya propia.
Tenian cuerpos de hermosa musculatura que llevaban, hombres y mujeres por igual, desnudos o apenas cubiertos alguna pieza de cuero. Era evidente que estos seres tenian alguna inteligencia y que, ademas, estaban acostumbrados al comercio con otras tribus, puesto que lo primero que hicieron fue ofrecernos pescado y frutas, no sin antes, por medio de gestos, exigir algo a cambio. Lo segundo que hicieron, si se lo preguntan, fue poner a sus mujeres fuera del alcance de la vista, puesto que notaron que el gran tiempo pasado en alta mar vuelve a los hombres poco menos que fieras salvajes. Muchos de nuestros marineros, de no estar tan enfermos y hambrientos, se hubieran batido a hierro y fuego para robarse a aquellas salvajes. De haberlo intentado seguramente nos hubieran muerto en esa isla, porque aunque los nativos no eran muchos, eran bastante fuertes.
Para nuestra gran alegria, conseguimos cambiarles varias piezas de hierro que para nosotros eran inutiles (dos piezas estropeadas de cañon) por una buena cantidad de agua y pescado, asi como tambien redes y utensillos de pesca que, en lo subsiguiente, nos servirian para evitar el hambre en toda esa zona.
Inmediatamente despues de comer, ya recuperada en parte la facultad de observar y pensar como cristianos, notamos que los nativos de la isla eran mas astutos de lo que nos habian parecido, pues maravillados por nuestras cosas como estaban, nos habian robado un esquife con sus remos. Furioso por la afrenta, El Portugues ordeno a la Trinidad enviar una expedicion, con el mismo a la cabeza, para castigar a los nativos. Cuando llegamos a la playa, nos dimos cuenta de que nos esperaban armados con lanzas de caña, escudos de corteza de palmera y unos dardos que comenzaron a arrojarnos con increible fuerza y presteza, llegando a herir a varios de los nuestros. El Portugues, que avanzaba frenetico pese a su cojera, mando a dispara y a una señal de su sable varios estampidos causaron el horror entre los nativos. Ahora que habiamos comido, los brios habian vuelto a nuestros corazones y a nuestros brazos y piernas, y en una corta batalla logramos matar a varios nativos y capturar a otros tantos, que degollariamos mas tarde en un acto de escarmiento. Luego de recuperar nuestro esquife, incendiamos varias de sus chozas con la esperanza de que recordasen para siempre los resultados de insultar a un Castellano. Tambien, como no podia ser de otro modo, terminamos por llevarnos, contra toda regla, a dos o tres de sus mujeres, lo cual fue completamente inutil pues estas murieron misteriosamente apenas ganamos la mar.
Como estaba habitada por pillos, denominamos a esa isla "de los Ladrones".
Ahora que habiamos encontrado esta isla, pronto notamos que la zona era un enorme archipielago de pequeños islotes, asi que encontramos varias similares siguiendo la ruta del este, y pudimos comenzar a aprovisionarnos e incluso a acuñar buena cantidad de objetos nunca antes vistos: plantas exoticas, hermosos pajaros, extraños utensillos de caza, monstruosos animales.
La travesia continuo hacia el oeste, y tras un corto periodo de salir del archipielago a mar abierto, encontramos un nuevo cumulo de islas, menor en numero pero mayor en tamaño. El Portugues nos dijo que, de creerle a los mapas, no debiamos de estar muy lejos del lejano oriente.
Tras entrevistarnos con varios nativos de las islas mas orientales, nos hicieron entender que la isla de las especias no podia ser otra que Sugbo, la ciudad donde segun ellos se encontraban las mayores riquezas y la mas vasta cantidad de productos. El Portugues no se fiaba de esta informacion, pero ante la oportunidad de poder visitar algun puerto importante, tomamos de guias a dos o tres nativos y nos hicimos conducir, listos los cañones para cualquier eventualidad, hacia Sugbo.
9 ene 2019
Viaje a las Indias - I - Motines de invierno
El oceano, como una enorme boca negra, amenazaba con tragarse todo. El cielo, que era la misma boca pero mas arriba, gruñia ferozmente. Eran dos perros de presa disputandose la caza. En medio de esos dos titanes, la imponente Nao se abria paso entre los furiosos lenguetazos de las olas. Era la unica nave sobreviviente de las cinco que habian zarpado. Una a una, la tormenta y la locura habian despeñado a las otras cuatro en las profundidades del Tartaro.
La Nao, una mole negra de alto bordo, de treinticinco metros de largo y 120 toneladas de peso, era el buque insignia de la armada de especieria. Era un navio de color azabache hecho de los maderos mas resistentes y nobles de la vieja Castilla. Poseia tres mastiles y tambien tres enormes velas triangulares de un color que al inicio era blanco, pero que tras meses de travesia eran ya de un tono entre amarillo y pardo.
Volvemos a España, desde Molucas, cargados de tesoros, si, pero sobre todo cargados de historias, cargados de horrores. Volvemos a Terra Firme, a Castilla. Mi nombre, si quieren saberlo, es Miguel, Miguel Sanchez de Rodas, Marino de profesion.
Deben saber que en un principio fuimos muchos. La Corona, como sabran, es generosa con aquellos que se disponen a enriquecerla. Al inicio fue una expedicion gloriosa. Ibamos a buscar un paso al pais de las especias. La idea general era aventajar a esos malditos portugueses. Ahora diran que llegamos al fin del mundo, y que volvimos para contarlo. Cinco naves y mas de trescientos hombres salieron del Reino. La expedicion se inicio en Sevilla, desde el muelle de las Mulas, bajo el patronazgo de nuestro San Telmo, santo de todos los marinos.
Llegamos al poco timpo al puerto de Sanlucar, en la luminosa Cadiz, que era de donde realmente ganariamos la mar. Nos demoramos aun unos dias en aprovisionarnos segun dicta la experiencia, pues es menester conseguir todo lo necesario y asegurarse de que los hombres, ademas, se despidan de todo lo innecesario.
Fue sin duda una cosa curiosa que una mision que tenia como meta final engrandecer el poderio de España eligiese a un Portugues como capitan de la expedicion, pero succede que los portugueses son sencillamente invencibles a la hora de orientarse en el oceano.
El Portugues tenia, lo creo hasta hoy, un mapa dentro de la mollera. Atravesamos el mar conocido hasta llegar a las costas del Africa, tierra donde habita la raza maldita de Cam. Atravesamos las lejanas Canarias, donde habitan los temibles Bereberes entre cerdos y cabras, y llegamos al Cabo Verde, valiosa mina de esclavos de los portugueses. Ante nosotros se abria una nada sin fin, vasta como el cielo y vertiginosa como el abismo. No estabamos ni una semana en alta mar cuando se desato la tormenta.
Quienes viven la felicidad de una vida en tierra firme, cobijados por los frondosos arboles y sustentados por el calido vientre de Gaia, no conocen el terror de una tormenta pues, cual Anteo, obtienen de su benevolente madre la fuerza para levantarse cada vez que un viento los derriba. Las tormentas ocurren solamente en el mar. ¿han perdido alguna vez la distincion del horizonte, llegando a ser incapaces de saber donde termina el cielo y empieza el mar? Solamente quien sobrevive a una tormenta en alta mar comprende lo que quiero decir, puesto que hasta el mas titanico de los navios es como una hoja de arce frente a los embates del enfurecido Nereo.
Nueve dias con sus noches duro la tempestad. Supe luego, leyendo los diarios de Piaggeta, que muchos barcos habrian naufragado en esta zona. Claro que el Portugues sabia todo esto, aunque se guardara muy bien de decirnoslo, quizas porque sabia muy bien las consecuencias de la verdad. Un capitan, si es astuto y quiere conservar su puesto, debe cuidarse muy bien de desanimar a su tripulacion. Y como en alta mar, privados completamente de todo lo que alegra el corazon, cualquier noticia tiende a desanimarnos, tengo que aceptar que la mejor estrategia para conservarse en el mando es guardar silencio acerca de casi todo. A nuestro capitan no se le escapaba el hecho nada trivial de que los otros 4 capitanes, a los que supuestamente mandaba, eran Españoles y no hubieran dudado en apuñalarlo por la espalda y arrojarlo al mar apenas tuvieran la primera oportunidad. Si todavia no lo habian hecho era principalmente porque el miedo que sentian ante la idea de capitanear la expedicion ellos mismos era mas grande que el odio que sentian por el Portugues.
Para el noveno dia de tormenta eran muchos ya los marineros y oficiales que murmuraban que la unica salida posible a ese infierno liquido era arrojar a ese Portugues maldito por la borda, pues era obvio que Dios no apañaria una expedicion capitaneada por un perro de Manuel I. Pero al parecer, Dios veia con buenos ojos a nuestro capital, porque casi en el momento en que algunos marineros se disponian a empezar el motin, la tormenta entro en calma de un modo tan violento como se habia desatado, y entonces estallo un portentoso fuego en el palo mayor. No puedo describirselos, pues era una aureola de fuego puro que, por obra y gracia del dios de los cielos, se mantenia en lo alto del mastil mayor como una estrella que nos marcaba el rumbo. Esta antorcha celestial convirtio al barco en una tea por horas enteras, cegando incluso a muchos de nosotros. Este milagro disolvio, al menos momentaneamente, las ansias de motin, ya que este fuego fatuo era entre los marineros tenido por una señal divina de nuestro santo Patron, y haberlo visto en el palo mayor no podia significar otra cosa sino que la expedicion estaria marcada por el exito. El visto bueno de Dios es imprescindible cuando se sale a navegar. Para cuando el fuego se desvanecio, ya habiamos encontrado el rumbo, y la Nao se abria paso entre Aleluyas.
No daba gritos de extasis Juan de Cartagena, diestro marino y capitan de la San Antonio, la cuarta de nuestras Naos. Era sabido entre los marinos que Cartagena no tenia en estima al Portugues, y que recelaba de poner nuestros destinos en manos de un enemigo de Castilla. Fue por eso que, aprovechandose de ser por orden del Rey el veedor general de nuestra armada, solicitaba a cada paso ser consultado en las decisiones que le correspondian al capitan general, corrigiendo algunos mandatos y haciendo caso omiso de otros.
La segunda regla a nunca olvidar, a riesgo de ser arrojado por la borda, es que para ser Capitan hay que dejar muy claro, dia tras dia, que la autoridad se la tiene por algo mas que por bula real. Fue asi que cuando el Portugues noto que Cartagena lo saludaba no como al Capitan general, sino, en palabras propias de Juan, "de capitan a capitan", mando una falua de Nao a Nao con diez hombres de confianza que, sin perder tiempo, depositaron a Cartagena en el calabozo de la Victoria (que era, por cierto, la nave en la que ibamos nos) y pusieron en su lugar a un marino que, ademas de habil, era hombre cercano y primo del Portugues: Alvaro de Mezquita. El mensaje era claro: si no soportaban a un capitan Portugues, tendrian que arreglarselas para soportar a dos y, si no querian soportar a dos, terminarian con Portugueses mandando en todas la Naos. De todos modos, estas rencillas mantienen ocupados a hombres que, de otro modo, privados del juego, del vino y de las mujeres, se matarian entre si al cabo de diez dias.
Volvimos a tocar tierra al cabo de ciento treinta dias de surcar el vasto oceano, llegando a una ancha Bahia, denominada Gwana-Bara por los salvajes que la habitan. Habiamos perdido a algunos marinos, pero el animo era todavia dentro de lo tolerable, pese a lo cual el Portugues no dudo en identificar la bahia como el ansiado paso al Mar del Sur, por donde decia llegariamos indefectiblemente a la isla de las especias. Grande fue la decepcion cuando al tercer dia de cruzar la bahia no tuvimos mas opcion que aceptar que, por primera vez, el Portugues habia errado en su prevision, puesto que no nos hallabamos en un paso a ningun mar, sino el estuario de un rio ridiculamente ancho, tan ancho que se confundia con un paso maritimo.
Sin perder un segundo, lo suficientemente rapido como para que al menos los mas toscos no se parasen a pensar que estabamos perdidos en el confin de la tierra, a meses de cualquier rastro de cristiana civilizacion, El Portugues mando a navegar al sur donde, decia, terminariamos mas temprano que tarde por hallar el paso del que tanto hablaba.
Entonces navegamos al sur, hacia vientos cada vez mas gelidos y tierras cada vez mas yermas, mas deserticas. La temperatura bajaba dia tras dia y la desesperacion se comenzaba a ver en el rostro de los marineros. ¿Han visto, alguna vez, como la desesperanza va ganando un rostro, dia a dia, semana a semana? Esta es otra de las cosas que solamente un marino puede comprender. La desesperacion toma un rostro comenzando por los ojos. Estos adquieren una opacidad creciente, hasta que uno nota que el otro mira todo ya sin verlo, de tan harto que esta del vaiven de las olas, de atar y desatar cabos, del sonido del viento inflando las velas, de las caras y los gritos de sus compañeros y, si esa mirada como de muerto continua por mucho tiempo, succede casi indefectiblemente que un buen dia, de buenas a primeras, esa opacidad de corteza de arbol seco es reemplazada por un brillo como de animal acorralado. Ese es el punto en el que hay que empezar a preocuparse. Un navio con muchos hombres de ojos brillantes termina en motin o estrellado contra las rocas. Para colmo de males, el Portugues era extremadamente severo con la conducta a bordo. Habia castigado ferozmente los inevitables casos de sodomia que surgen en las travesias, y ya habiamos visto que cualquier intento de revuelta iba a ser tratada con los mismos miramientos que utilizaria un Corsario.
Los mapas y cartas de navegacion de las zonas desconocidas estan plagadas de creaturas misteriosas y horrendas como Silfos, sirenas o gigantescos Krakens, pero debo decir que en mis viajes yo no me habia topado nunca con nada de esto. Buscando el paso a las indias, cada vez mas y mas al sur, veiamos el azul negruzco del agua como si se tratase de un abismo sin fondo. A cada momento creiamos ver emerger algun monstruoso portento de la naturaleza, pues es sabido que el señor envio a todos los Leviathanes y Behemots a los confines desiertos de la tierra, con el solo proposito de alejar semejantes engendros de los ojos de los buenos Cristianos. Y no mentiria si asegurase que, a lo lejos, muchas veces divisamos enormes cuerpos moviles, tan grandes como pequeñas islas, que rapidamente emergian arrojando azufre, vapor y agua, y emitiendo gemidos tales que solamente podian pertencerles a un ser abandonado de la misericordia divina, condenado por siempre a vagar por las aguas perdidas del fin del mundo.
Luego de noventa y tantos dias a bordo el frio era tan intenso que las manos y los pies se agarrotaban de manera tan violenta durante la noche que durante el dia nos moviamos el doble para entrar en calor. Las provisiones comenzaron a mermar y entonces el Portugues se vio obligado a internarse en una Bahia que estabamos atravesando, para buscar un refugio de la feroz invernada, la cual segun la epoca del año, no podia mas que empeorar los proximos dias.
Atrancamos con gran trabajo las Naos en la Bahia de blancas arenas. Los exploradores que mandamos a circundar la zona volvieron con negras noticas, pues si bien podiamos conseguir carne de pajaro y grasa de unas creaturas grasientas, no habiamos encontrado agua. Los dias eran cada vez mas cortos y frios, y los hombres, temerosos de esas tierras pobladas de salvajes sin dios, se oponian a explorar la bahia en profundidad. El Portugues, que era tal vez el unico de todos nosotros que seguia teniendo el ferreo objetivo de encontrar el paso a cualquier precio, dio entonces la osada orden de racionar aun mas las porciones de vino, agua y curtidos, lo cual genero un gran descontento entre los marineros pero, principalmente, entre la oficialada española y los otros capitanes. Fue este el momento de mas baja popularidad de nuestro inflexible capitan general. Los odios nacionales se avivaron en los corazones de los demas capitanes, pues solo Alvaro de Mezquita Juan Serrano se mantenia fiel.
El resto de los Capitanes: Gaspar de Quesada, que a la sazon tenia a su cargo a Cartagena, al cual libero sin permiso del Portugues, y Luis de Mendoza, solicitaron una reunion con El Portugues en donde le solicitaron el derrotero a seguir. Como el Portugues, previsiblemente, se nego a compartirlo (porque es natural que uno conserve la ventaja en situaciones asi, y conocer el derrotero es ser indispensable) los capitanes le solicitaron la inmediata vuelta a Hispania. Ante la nueva negativa del Portugues, las Naos de mando español se sublevaron arguyendo que la expedicion habia fracasado, que seria imposible encontrar el paso al Mar del Sur y que ese Portugues loco nos iba a matar de hambre y frio. Habia que cambiar el rumbo al cabo de Nueva Esperanza y volver a tierra firme cuanto antes.
De las cinco Naos, Concepcion y Victoria estaban amotinadas. Santiago, que permanecia fiel al Portugues, habia sido enviada a reconocer la costa sur de la Bahia. Segun nos relato Serrano mas tarde, luego de pasar varios dias aprovisionandose, fueron embestidos por una violenta tempestad justo cuando intentaban ganar la mar. La tempestad los envio violentamente contra la costa causando el naufragio de la nave.
Debo admitir que yo mismo apoye el motin en La Victoria. Si bien no tenia animosidad contra El Portugues, queria regresar a la patria lo mas pronto posible. Odiaba ese mar y ese cielo arido y blanquecino. Añoraba el sol de las costas Españolas y los Caballos Moros. Por no hablar del Vino y el Queso, y de otras mil cosas mas. Muchos de nosotros, que partimos de Cadiz considerandonos el Romano Polo o el Genoves Colon, nos dimos cuenta de que eramos sencillamente hombres en busca de rapida fama y facil riqueza. Muy pocos estaban dispuestos, como decian en tierra firme, a arriesgar la vida por lo uno o lo otro. Y muchos menos, lo digo sin verguenza, son los que la arriesgarian por la gloria y la historia. El Portugues era uno de esos hombres, un loco, quiero decir.
Y si tener dos de cinco naves amotinadas y una perdida era ya una situacion critica, vislumbren los que puedan lo que debe haber vivido el Capitan cuando su unica nave aliada, la San Antonio, se amotino en contra de Alvaro de Mezquita y al grito de "Muera el Tirano Manuel" arrojaron a Mezquita en un calabozo y eligieran, en franca votacion, al Contramaestre Elcano como nuevo capitan.
Quizas acorralado por las circunstancias, quizas obedeciendo a su natural ingenio y ferocidad, El Portugues demostro aqui la manera correcta de proceder. Los hidalgos del Reino de Castilla son, es sabido, protocolares cual Caballero de Cervantes. Controlando tres de la cinco Naos, el triunvirato de Españoles bien podria haber echado a pique a la Trinidad, o bien podrian haber escapado sin decir una palabra, pero en vez de esto eligieron parlamentar con El Portugues. Querian darle la oportunidad de rendierse, para despues darse la oportunidad de disfrutar viendolo ser comida de los tiburones.
El Portugues, que fingia parlamentar, solicito unas horas para pactar su rendicion. Pero, en vez de rendirse bajo esta o aquella condicion (de todas formas nunca son respetadas, porque ser vencedor es precisamente no tener que respetar nada) sino que envio a su hombre mas terrible (mas terrible despues de el mismo, claro esta), un tal Gonzalo Espinosa, militar, del que nada sabiamos por ese entonces mas alla de que era el alguacil de la Trinidad. Eso ya nos deberia haber precavido bastante.
Espinosa fue en la chalupa, con seis o siete marinos casi tan peligrosos como el, armados todos hasta los dientes con puñales, dagas y trabucos cargados. Llegaron al puente de la Victoria, y decian tener una carta en donde El Portugues detallaba las condiciones para su rendicion y el regreso a Castilla.
Fiandonos de que, ¡que idiotez!, un Portugues tendria el mismo codigo de honor que un hidalgo Español, dejamos pasar a esas culebras hasta el puente de mando, en donde se encontraban De Mendoza y Cartagena. Apenas lo tuvieron a tiro se les echaron encima. Todo ocurrio tan rapido que en lo que grita un cormoran Mendoza ya estaba Muerto a tiros, junto con dos o tres marinos que habian querido salvarlos. Otros tantos fueron cosidos a puñaladas y varios otros, entre los que estaba Cartagena, estaban vivos pero fuera de combate.
Algunos no entienden como cinco o seis hombres pueden ponerle fin a un motin de sesenta o setenta marineros que no son ni cobardes ni criaturas que todavia chupan de la teta de su madre. Lo que ocurre es aquello de muerto el pastor, las ovejas se dispersan. Por supuestos que, puestos a pelear todos los de a bordo no hubiera importado cuan feroces o cuan armados estuvieran esos seis: Los hubieramos terminado destripando y echado de comida para los pejes. Lo que importa, en esos casos, es la violencia y no el numero. Sucede que nosotros los marinos, la mayoria al menos, no teniamos nada que perder. Y lo mas importante, ninguno sabia con exactitud la ruta para volver a España. Mendoza decia tenerla, pero Mendoza estaba ya muerto.
Los otros dos navios, al oir lo que pasaba, intentaron ganar la mar, pero el Portugues ya se les habia adelantado y la Trinidad bloqueaba la salida de la Bahia. Habia que lucharse y rendir. La San Antonio, al mando del nuevamente pero temporal capitan Cartagena, fue derrotada despues de medio dia de luchas, abordajes y escaramuzas. La Concepcion se rindio sin luchar.
Gaspar de Quesada, quien fue considerado el cerebro del Motin, fue decapitado, por orden del Capitan, a manos de su propio criado. El Portugues siempre lo habia considerado un hombre inteligente, y quizas por eso lo habia tomado por el cerebro del motin, pese a que era mas probable que los instigadores fuesen Elcano o Cartagena, que eran los dos Castellanos que mas lo odiaban. Pero succedia que, ademas de buenos Marinos, Elcano y Cartagena no eran demasiado astutos o, al menos, no tenian de esa astucia peligrosa de la que el mismo Portugues estaba lleno. Hay que sacarse de encima a los mas peligrosos, y los mas peligrosos son los mas astutos. Otra regla general para el que quiera tomar nota. Y ademas pasaba que el Portugues, que no tenia un pelo de tonto y no confiaba del todo no siquiera en su puta sombra, habia enviado otro esquife a varios marinos mas, ahora armados con mosquetes, de manera que nos rendimos sin oponer resistencia. Despues de todo, por mas sanguinario que fuera, matarnos a todos no le convenia. No podia quedarse sin marineros, y en esas partes del orbe no habia lo que se dice muchos voluntarios.
Igualmente el Portugues se las cobro de forma espectacular, y con ello quiero decir ejemplar, y con ello quiero decir terrible. No contento con haber decapitado a uno y asesinado al otro, mando a descuartizar ambos cadaveres y a revolear las piezas al acantilado. Comida para los pajaros pescadores.
A Cartagena, que ya se la habia querido jugar no una sino dos veces, lo dejamos en la costa de la Bahia. Zarpamos y se fue quedano ahi, solito y solo en la inmensidad. Fue la ultima vez que lo vimos. Seguramente, fue la ultima vez que alguien lo vio.
Luego de sofocar el motin, la expedicion continuo al sur en la busqueda de la desafortunada Santiago, la cual jamas fue encontrada. Si encontramos a su tripulacion, con Juan Serrano a la cabeza, acampando en las costas, a la espera de la unica salvacion, es decir nosotros. El Portugues aprovecho lo mejor que pudo este duro reves, pues distribuyo a los sobrevivientes de la Santiago como Oficiales en los demas Naos, y coloco a Serrano como Capitan de la Concepcion. La Victoria quedo con Barbosa, un experimentado marino portugues, como nuevo capitan.
Con un mando completamente renovado proseguimos nuestro viaje hacia el sur, buscando ese condenado paso. A medida que nos acercabamos al fin del mundo, la costa se volvia mas escollosa y llena de peligrosas salientes. Dado que era peligroso avanzar con todas las Naos a ciegas entre esos riscos, el Capitan habia mandado a que siempre una Nao fuese primero a surcar y encontrar la mejor ruta, luego volviese y guiase a las otras. Este metodo, aunque hacia mas seguro el viaje, tambien lo hacia mas largo y tedioso.
Y un dia, por fin, hallamos algo que parecia ser un complicadisimo y laberintico estrecho. El paso, que mas que paso era un minusculo corredor entre dos enormes masas de tierra dura como el carbon, en donde hasta costaba hincar un pico.
Tardamos innumerables dias en cruzar el estrecho, que el Portugues nombro "De todos los Santos", seguramente porque hacian falta no uno o dos, sino absolutamente todos los Santos que alaban al Cordero para que hubiesemos realizado tamaño milagro.
Pero en eso, cuando ya parecia que las cosas estaban por fin saliendo como era debido, enfrentamos una nueva sublevacion. Ese dia (ya casi saliamos del estrecho al lado suroeste del contintente) habia mandado a dos Naos a explorar el derrotero: la San Antonio y la Concepcion. Y fue en la San Antonio, donde el Portugues habia cometido el error de dejar de Capitan a Alvaro de Mezquita (es sabido que capitan que sufre motin, tarde o temprano, termina perdiendo el botin), en donde estallo una nueva revuelta. No supimos muy bien lo que paso hasta que pudimos hallar, varios dias mas adelante, a la Concepcion casi a la salida del estrecho. Al parecer algunos marineros, que habian quedado furiosos desde el motin anterior, no hacian mas que esperar su oportunidad para abandonar la expedicion. Cuando la San Antonio fue enviada a la vanguardia y se separo por varios dias del resto de las otras Naos, vieron su oportunidad: Es una incognita que hicieron con el pobre Alvaro de Mezquita. Pueden haberlo degollado y tirado a la mar, o haberlo tirado a la mar sin degollar, o haberlo encarcelado. Espero, sinceramente, que sea esta ultima. Solo cuando estemos de vuelta en Castilla podremos saber que ha sido de el, en el caso de que hayan conseguido volver.
Ya solo eran tres las Naos, Victoria, Concepcion y Trinidad. Pero habiamos encontrado el paso. Ni Polo ni el Genoves pudieron lograr lo que nosotros. ¡El paso a las Indias!. Y como si hubieramos llegado al cielo atravesando un infierno, el mitico y tan terrible mar del sur nos recibia calmo y sonriente, sin mas agitaciones que una calida brisa, por lo cual lo nombramos Pacifico.
Permitanme que les narre, aprovechando la calma que ahora nos invade, un poco mas acerca de nuestro Capitan. El Portugues, segun nos habiamos enterado, era lusitano de nacimiento. Antes de volverse explorador, habia sido soldado y combatiente en varias batallas para el Imperio Portugues. En una de estas batallas fue gravemente herido de lanza en la pierna derecha, quedando con la famosa cojera que todos le conociamos. Supongo que fue esta imposibilidad para seguir sus campañas por tierra lo que lo llevo a querer llevarlas por mar, en donde los mastiles son las piernas y las velas los musculos. Y fue quizas la ambicion de renombre, quizas su natural astucia, la que lo llevo un buen dia a audicionar con su majestad para proponerle el audaz proyecto que luego llevariamos a cabo: hallar un paso occidental hacia las indias orientales. El Portugues sabia muy bien la herida abierta que significaba para los reyes de Portugal los fracasos y derrotas que habian sufrido, en materia de navegacion, contra los reyes Catolicos cuando se trataba del nuevo mundo.
Contrariamente a lo que esperaba, obtuvo en la corte el mismo resultado que antes obtuviera el Genoves Colon. El Rey Manuel I se nego de lleno a sus pretensiones. Se nego a brindarle naves o medios para adquirirlas, y cuando el Portugues solicito que al menos se le aumentara al pension por ser un soldado lisiado en guerras de su majestad, fue directamente despreciado por el Rey. Su majestad solo accedio a una peticion: la de liberar a ese soldado cojo y pretensioso de sus obligaciones para con la corona, dejandolo libre para ofrecer sus locos proyectos a otro Rey.
Luego de la humillacion sufrida, el Portugues salio de su patria con un nuevo deseo sumado a los anteriores: revancha contra ese altivo y horrible rey que era Manuel I. Si su propio Rey se negaba a asistirlo, ¿que mejor venganza habia que ofrecerle sus servicios al peor enemigo de aquel? Siguiendo los pasos del Genoves, El Portugues llego a la corte Española y, tras un año entero de gestiones, logro por fin una entrevista con nuestra majestad Carlos I.
Nadie comprendio nunca como El Portugues convencio a nuestro rey de aceptar la expedicion, pero lo cierto es que el Portuges, que habia entrado casi como un pordiosero, salio como un Capitan de su majestad, con un sueldo de cincuenta mil maravedis, cien mil maravedis extras por cada mes de expedicion, y un edicto que lo hacia poseedor de un quintal del tesoro que lograse traer asi como tambien de una veinteava parte de las rentas de toda tierra que descubriera para la Corona.
Las cabezas y los corazones de los Monarcas, esos seres designados por Dios todopoderoso para regir los asuntos terrenales, son tan misteriosos y volatiles como el corazon de la mas doncella de las mujeres. ¿como se explica que, luego de despreciar y rechazar los proyectos del Portuges, Manuel I hiciera todo lo posible por impedirle zarpar bajo la bandera de Castilla? Hasta se llego a decir que Manuel habia enviado asesinos para asesinar al Capitan antes de que zarpe.
Pero pese a todas las tentativas del Rey de Portugal, zarpamos. Zarpamos y atravesamos el oceano todo, hasta los confines mismos. Ahora habiamos hallado el paso, y zurcabamos, ya no todos pero si todavia bastantes, los calmos mares del Sur.
La Nao, una mole negra de alto bordo, de treinticinco metros de largo y 120 toneladas de peso, era el buque insignia de la armada de especieria. Era un navio de color azabache hecho de los maderos mas resistentes y nobles de la vieja Castilla. Poseia tres mastiles y tambien tres enormes velas triangulares de un color que al inicio era blanco, pero que tras meses de travesia eran ya de un tono entre amarillo y pardo.
Volvemos a España, desde Molucas, cargados de tesoros, si, pero sobre todo cargados de historias, cargados de horrores. Volvemos a Terra Firme, a Castilla. Mi nombre, si quieren saberlo, es Miguel, Miguel Sanchez de Rodas, Marino de profesion.
Deben saber que en un principio fuimos muchos. La Corona, como sabran, es generosa con aquellos que se disponen a enriquecerla. Al inicio fue una expedicion gloriosa. Ibamos a buscar un paso al pais de las especias. La idea general era aventajar a esos malditos portugueses. Ahora diran que llegamos al fin del mundo, y que volvimos para contarlo. Cinco naves y mas de trescientos hombres salieron del Reino. La expedicion se inicio en Sevilla, desde el muelle de las Mulas, bajo el patronazgo de nuestro San Telmo, santo de todos los marinos.
Llegamos al poco timpo al puerto de Sanlucar, en la luminosa Cadiz, que era de donde realmente ganariamos la mar. Nos demoramos aun unos dias en aprovisionarnos segun dicta la experiencia, pues es menester conseguir todo lo necesario y asegurarse de que los hombres, ademas, se despidan de todo lo innecesario.
Fue sin duda una cosa curiosa que una mision que tenia como meta final engrandecer el poderio de España eligiese a un Portugues como capitan de la expedicion, pero succede que los portugueses son sencillamente invencibles a la hora de orientarse en el oceano.
El Portugues tenia, lo creo hasta hoy, un mapa dentro de la mollera. Atravesamos el mar conocido hasta llegar a las costas del Africa, tierra donde habita la raza maldita de Cam. Atravesamos las lejanas Canarias, donde habitan los temibles Bereberes entre cerdos y cabras, y llegamos al Cabo Verde, valiosa mina de esclavos de los portugueses. Ante nosotros se abria una nada sin fin, vasta como el cielo y vertiginosa como el abismo. No estabamos ni una semana en alta mar cuando se desato la tormenta.
Quienes viven la felicidad de una vida en tierra firme, cobijados por los frondosos arboles y sustentados por el calido vientre de Gaia, no conocen el terror de una tormenta pues, cual Anteo, obtienen de su benevolente madre la fuerza para levantarse cada vez que un viento los derriba. Las tormentas ocurren solamente en el mar. ¿han perdido alguna vez la distincion del horizonte, llegando a ser incapaces de saber donde termina el cielo y empieza el mar? Solamente quien sobrevive a una tormenta en alta mar comprende lo que quiero decir, puesto que hasta el mas titanico de los navios es como una hoja de arce frente a los embates del enfurecido Nereo.
Nueve dias con sus noches duro la tempestad. Supe luego, leyendo los diarios de Piaggeta, que muchos barcos habrian naufragado en esta zona. Claro que el Portugues sabia todo esto, aunque se guardara muy bien de decirnoslo, quizas porque sabia muy bien las consecuencias de la verdad. Un capitan, si es astuto y quiere conservar su puesto, debe cuidarse muy bien de desanimar a su tripulacion. Y como en alta mar, privados completamente de todo lo que alegra el corazon, cualquier noticia tiende a desanimarnos, tengo que aceptar que la mejor estrategia para conservarse en el mando es guardar silencio acerca de casi todo. A nuestro capitan no se le escapaba el hecho nada trivial de que los otros 4 capitanes, a los que supuestamente mandaba, eran Españoles y no hubieran dudado en apuñalarlo por la espalda y arrojarlo al mar apenas tuvieran la primera oportunidad. Si todavia no lo habian hecho era principalmente porque el miedo que sentian ante la idea de capitanear la expedicion ellos mismos era mas grande que el odio que sentian por el Portugues.
Para el noveno dia de tormenta eran muchos ya los marineros y oficiales que murmuraban que la unica salida posible a ese infierno liquido era arrojar a ese Portugues maldito por la borda, pues era obvio que Dios no apañaria una expedicion capitaneada por un perro de Manuel I. Pero al parecer, Dios veia con buenos ojos a nuestro capital, porque casi en el momento en que algunos marineros se disponian a empezar el motin, la tormenta entro en calma de un modo tan violento como se habia desatado, y entonces estallo un portentoso fuego en el palo mayor. No puedo describirselos, pues era una aureola de fuego puro que, por obra y gracia del dios de los cielos, se mantenia en lo alto del mastil mayor como una estrella que nos marcaba el rumbo. Esta antorcha celestial convirtio al barco en una tea por horas enteras, cegando incluso a muchos de nosotros. Este milagro disolvio, al menos momentaneamente, las ansias de motin, ya que este fuego fatuo era entre los marineros tenido por una señal divina de nuestro santo Patron, y haberlo visto en el palo mayor no podia significar otra cosa sino que la expedicion estaria marcada por el exito. El visto bueno de Dios es imprescindible cuando se sale a navegar. Para cuando el fuego se desvanecio, ya habiamos encontrado el rumbo, y la Nao se abria paso entre Aleluyas.
No daba gritos de extasis Juan de Cartagena, diestro marino y capitan de la San Antonio, la cuarta de nuestras Naos. Era sabido entre los marinos que Cartagena no tenia en estima al Portugues, y que recelaba de poner nuestros destinos en manos de un enemigo de Castilla. Fue por eso que, aprovechandose de ser por orden del Rey el veedor general de nuestra armada, solicitaba a cada paso ser consultado en las decisiones que le correspondian al capitan general, corrigiendo algunos mandatos y haciendo caso omiso de otros.
La segunda regla a nunca olvidar, a riesgo de ser arrojado por la borda, es que para ser Capitan hay que dejar muy claro, dia tras dia, que la autoridad se la tiene por algo mas que por bula real. Fue asi que cuando el Portugues noto que Cartagena lo saludaba no como al Capitan general, sino, en palabras propias de Juan, "de capitan a capitan", mando una falua de Nao a Nao con diez hombres de confianza que, sin perder tiempo, depositaron a Cartagena en el calabozo de la Victoria (que era, por cierto, la nave en la que ibamos nos) y pusieron en su lugar a un marino que, ademas de habil, era hombre cercano y primo del Portugues: Alvaro de Mezquita. El mensaje era claro: si no soportaban a un capitan Portugues, tendrian que arreglarselas para soportar a dos y, si no querian soportar a dos, terminarian con Portugueses mandando en todas la Naos. De todos modos, estas rencillas mantienen ocupados a hombres que, de otro modo, privados del juego, del vino y de las mujeres, se matarian entre si al cabo de diez dias.
Volvimos a tocar tierra al cabo de ciento treinta dias de surcar el vasto oceano, llegando a una ancha Bahia, denominada Gwana-Bara por los salvajes que la habitan. Habiamos perdido a algunos marinos, pero el animo era todavia dentro de lo tolerable, pese a lo cual el Portugues no dudo en identificar la bahia como el ansiado paso al Mar del Sur, por donde decia llegariamos indefectiblemente a la isla de las especias. Grande fue la decepcion cuando al tercer dia de cruzar la bahia no tuvimos mas opcion que aceptar que, por primera vez, el Portugues habia errado en su prevision, puesto que no nos hallabamos en un paso a ningun mar, sino el estuario de un rio ridiculamente ancho, tan ancho que se confundia con un paso maritimo.
Sin perder un segundo, lo suficientemente rapido como para que al menos los mas toscos no se parasen a pensar que estabamos perdidos en el confin de la tierra, a meses de cualquier rastro de cristiana civilizacion, El Portugues mando a navegar al sur donde, decia, terminariamos mas temprano que tarde por hallar el paso del que tanto hablaba.
Entonces navegamos al sur, hacia vientos cada vez mas gelidos y tierras cada vez mas yermas, mas deserticas. La temperatura bajaba dia tras dia y la desesperacion se comenzaba a ver en el rostro de los marineros. ¿Han visto, alguna vez, como la desesperanza va ganando un rostro, dia a dia, semana a semana? Esta es otra de las cosas que solamente un marino puede comprender. La desesperacion toma un rostro comenzando por los ojos. Estos adquieren una opacidad creciente, hasta que uno nota que el otro mira todo ya sin verlo, de tan harto que esta del vaiven de las olas, de atar y desatar cabos, del sonido del viento inflando las velas, de las caras y los gritos de sus compañeros y, si esa mirada como de muerto continua por mucho tiempo, succede casi indefectiblemente que un buen dia, de buenas a primeras, esa opacidad de corteza de arbol seco es reemplazada por un brillo como de animal acorralado. Ese es el punto en el que hay que empezar a preocuparse. Un navio con muchos hombres de ojos brillantes termina en motin o estrellado contra las rocas. Para colmo de males, el Portugues era extremadamente severo con la conducta a bordo. Habia castigado ferozmente los inevitables casos de sodomia que surgen en las travesias, y ya habiamos visto que cualquier intento de revuelta iba a ser tratada con los mismos miramientos que utilizaria un Corsario.
Los mapas y cartas de navegacion de las zonas desconocidas estan plagadas de creaturas misteriosas y horrendas como Silfos, sirenas o gigantescos Krakens, pero debo decir que en mis viajes yo no me habia topado nunca con nada de esto. Buscando el paso a las indias, cada vez mas y mas al sur, veiamos el azul negruzco del agua como si se tratase de un abismo sin fondo. A cada momento creiamos ver emerger algun monstruoso portento de la naturaleza, pues es sabido que el señor envio a todos los Leviathanes y Behemots a los confines desiertos de la tierra, con el solo proposito de alejar semejantes engendros de los ojos de los buenos Cristianos. Y no mentiria si asegurase que, a lo lejos, muchas veces divisamos enormes cuerpos moviles, tan grandes como pequeñas islas, que rapidamente emergian arrojando azufre, vapor y agua, y emitiendo gemidos tales que solamente podian pertencerles a un ser abandonado de la misericordia divina, condenado por siempre a vagar por las aguas perdidas del fin del mundo.
Luego de noventa y tantos dias a bordo el frio era tan intenso que las manos y los pies se agarrotaban de manera tan violenta durante la noche que durante el dia nos moviamos el doble para entrar en calor. Las provisiones comenzaron a mermar y entonces el Portugues se vio obligado a internarse en una Bahia que estabamos atravesando, para buscar un refugio de la feroz invernada, la cual segun la epoca del año, no podia mas que empeorar los proximos dias.
Atrancamos con gran trabajo las Naos en la Bahia de blancas arenas. Los exploradores que mandamos a circundar la zona volvieron con negras noticas, pues si bien podiamos conseguir carne de pajaro y grasa de unas creaturas grasientas, no habiamos encontrado agua. Los dias eran cada vez mas cortos y frios, y los hombres, temerosos de esas tierras pobladas de salvajes sin dios, se oponian a explorar la bahia en profundidad. El Portugues, que era tal vez el unico de todos nosotros que seguia teniendo el ferreo objetivo de encontrar el paso a cualquier precio, dio entonces la osada orden de racionar aun mas las porciones de vino, agua y curtidos, lo cual genero un gran descontento entre los marineros pero, principalmente, entre la oficialada española y los otros capitanes. Fue este el momento de mas baja popularidad de nuestro inflexible capitan general. Los odios nacionales se avivaron en los corazones de los demas capitanes, pues solo Alvaro de Mezquita Juan Serrano se mantenia fiel.
El resto de los Capitanes: Gaspar de Quesada, que a la sazon tenia a su cargo a Cartagena, al cual libero sin permiso del Portugues, y Luis de Mendoza, solicitaron una reunion con El Portugues en donde le solicitaron el derrotero a seguir. Como el Portugues, previsiblemente, se nego a compartirlo (porque es natural que uno conserve la ventaja en situaciones asi, y conocer el derrotero es ser indispensable) los capitanes le solicitaron la inmediata vuelta a Hispania. Ante la nueva negativa del Portugues, las Naos de mando español se sublevaron arguyendo que la expedicion habia fracasado, que seria imposible encontrar el paso al Mar del Sur y que ese Portugues loco nos iba a matar de hambre y frio. Habia que cambiar el rumbo al cabo de Nueva Esperanza y volver a tierra firme cuanto antes.
De las cinco Naos, Concepcion y Victoria estaban amotinadas. Santiago, que permanecia fiel al Portugues, habia sido enviada a reconocer la costa sur de la Bahia. Segun nos relato Serrano mas tarde, luego de pasar varios dias aprovisionandose, fueron embestidos por una violenta tempestad justo cuando intentaban ganar la mar. La tempestad los envio violentamente contra la costa causando el naufragio de la nave.
Debo admitir que yo mismo apoye el motin en La Victoria. Si bien no tenia animosidad contra El Portugues, queria regresar a la patria lo mas pronto posible. Odiaba ese mar y ese cielo arido y blanquecino. Añoraba el sol de las costas Españolas y los Caballos Moros. Por no hablar del Vino y el Queso, y de otras mil cosas mas. Muchos de nosotros, que partimos de Cadiz considerandonos el Romano Polo o el Genoves Colon, nos dimos cuenta de que eramos sencillamente hombres en busca de rapida fama y facil riqueza. Muy pocos estaban dispuestos, como decian en tierra firme, a arriesgar la vida por lo uno o lo otro. Y muchos menos, lo digo sin verguenza, son los que la arriesgarian por la gloria y la historia. El Portugues era uno de esos hombres, un loco, quiero decir.
Y si tener dos de cinco naves amotinadas y una perdida era ya una situacion critica, vislumbren los que puedan lo que debe haber vivido el Capitan cuando su unica nave aliada, la San Antonio, se amotino en contra de Alvaro de Mezquita y al grito de "Muera el Tirano Manuel" arrojaron a Mezquita en un calabozo y eligieran, en franca votacion, al Contramaestre Elcano como nuevo capitan.
Quizas acorralado por las circunstancias, quizas obedeciendo a su natural ingenio y ferocidad, El Portugues demostro aqui la manera correcta de proceder. Los hidalgos del Reino de Castilla son, es sabido, protocolares cual Caballero de Cervantes. Controlando tres de la cinco Naos, el triunvirato de Españoles bien podria haber echado a pique a la Trinidad, o bien podrian haber escapado sin decir una palabra, pero en vez de esto eligieron parlamentar con El Portugues. Querian darle la oportunidad de rendierse, para despues darse la oportunidad de disfrutar viendolo ser comida de los tiburones.
El Portugues, que fingia parlamentar, solicito unas horas para pactar su rendicion. Pero, en vez de rendirse bajo esta o aquella condicion (de todas formas nunca son respetadas, porque ser vencedor es precisamente no tener que respetar nada) sino que envio a su hombre mas terrible (mas terrible despues de el mismo, claro esta), un tal Gonzalo Espinosa, militar, del que nada sabiamos por ese entonces mas alla de que era el alguacil de la Trinidad. Eso ya nos deberia haber precavido bastante.
Espinosa fue en la chalupa, con seis o siete marinos casi tan peligrosos como el, armados todos hasta los dientes con puñales, dagas y trabucos cargados. Llegaron al puente de la Victoria, y decian tener una carta en donde El Portugues detallaba las condiciones para su rendicion y el regreso a Castilla.
Fiandonos de que, ¡que idiotez!, un Portugues tendria el mismo codigo de honor que un hidalgo Español, dejamos pasar a esas culebras hasta el puente de mando, en donde se encontraban De Mendoza y Cartagena. Apenas lo tuvieron a tiro se les echaron encima. Todo ocurrio tan rapido que en lo que grita un cormoran Mendoza ya estaba Muerto a tiros, junto con dos o tres marinos que habian querido salvarlos. Otros tantos fueron cosidos a puñaladas y varios otros, entre los que estaba Cartagena, estaban vivos pero fuera de combate.
Algunos no entienden como cinco o seis hombres pueden ponerle fin a un motin de sesenta o setenta marineros que no son ni cobardes ni criaturas que todavia chupan de la teta de su madre. Lo que ocurre es aquello de muerto el pastor, las ovejas se dispersan. Por supuestos que, puestos a pelear todos los de a bordo no hubiera importado cuan feroces o cuan armados estuvieran esos seis: Los hubieramos terminado destripando y echado de comida para los pejes. Lo que importa, en esos casos, es la violencia y no el numero. Sucede que nosotros los marinos, la mayoria al menos, no teniamos nada que perder. Y lo mas importante, ninguno sabia con exactitud la ruta para volver a España. Mendoza decia tenerla, pero Mendoza estaba ya muerto.
Los otros dos navios, al oir lo que pasaba, intentaron ganar la mar, pero el Portugues ya se les habia adelantado y la Trinidad bloqueaba la salida de la Bahia. Habia que lucharse y rendir. La San Antonio, al mando del nuevamente pero temporal capitan Cartagena, fue derrotada despues de medio dia de luchas, abordajes y escaramuzas. La Concepcion se rindio sin luchar.
Gaspar de Quesada, quien fue considerado el cerebro del Motin, fue decapitado, por orden del Capitan, a manos de su propio criado. El Portugues siempre lo habia considerado un hombre inteligente, y quizas por eso lo habia tomado por el cerebro del motin, pese a que era mas probable que los instigadores fuesen Elcano o Cartagena, que eran los dos Castellanos que mas lo odiaban. Pero succedia que, ademas de buenos Marinos, Elcano y Cartagena no eran demasiado astutos o, al menos, no tenian de esa astucia peligrosa de la que el mismo Portugues estaba lleno. Hay que sacarse de encima a los mas peligrosos, y los mas peligrosos son los mas astutos. Otra regla general para el que quiera tomar nota. Y ademas pasaba que el Portugues, que no tenia un pelo de tonto y no confiaba del todo no siquiera en su puta sombra, habia enviado otro esquife a varios marinos mas, ahora armados con mosquetes, de manera que nos rendimos sin oponer resistencia. Despues de todo, por mas sanguinario que fuera, matarnos a todos no le convenia. No podia quedarse sin marineros, y en esas partes del orbe no habia lo que se dice muchos voluntarios.
Igualmente el Portugues se las cobro de forma espectacular, y con ello quiero decir ejemplar, y con ello quiero decir terrible. No contento con haber decapitado a uno y asesinado al otro, mando a descuartizar ambos cadaveres y a revolear las piezas al acantilado. Comida para los pajaros pescadores.
A Cartagena, que ya se la habia querido jugar no una sino dos veces, lo dejamos en la costa de la Bahia. Zarpamos y se fue quedano ahi, solito y solo en la inmensidad. Fue la ultima vez que lo vimos. Seguramente, fue la ultima vez que alguien lo vio.
Luego de sofocar el motin, la expedicion continuo al sur en la busqueda de la desafortunada Santiago, la cual jamas fue encontrada. Si encontramos a su tripulacion, con Juan Serrano a la cabeza, acampando en las costas, a la espera de la unica salvacion, es decir nosotros. El Portugues aprovecho lo mejor que pudo este duro reves, pues distribuyo a los sobrevivientes de la Santiago como Oficiales en los demas Naos, y coloco a Serrano como Capitan de la Concepcion. La Victoria quedo con Barbosa, un experimentado marino portugues, como nuevo capitan.
Con un mando completamente renovado proseguimos nuestro viaje hacia el sur, buscando ese condenado paso. A medida que nos acercabamos al fin del mundo, la costa se volvia mas escollosa y llena de peligrosas salientes. Dado que era peligroso avanzar con todas las Naos a ciegas entre esos riscos, el Capitan habia mandado a que siempre una Nao fuese primero a surcar y encontrar la mejor ruta, luego volviese y guiase a las otras. Este metodo, aunque hacia mas seguro el viaje, tambien lo hacia mas largo y tedioso.
Y un dia, por fin, hallamos algo que parecia ser un complicadisimo y laberintico estrecho. El paso, que mas que paso era un minusculo corredor entre dos enormes masas de tierra dura como el carbon, en donde hasta costaba hincar un pico.
Tardamos innumerables dias en cruzar el estrecho, que el Portugues nombro "De todos los Santos", seguramente porque hacian falta no uno o dos, sino absolutamente todos los Santos que alaban al Cordero para que hubiesemos realizado tamaño milagro.
Pero en eso, cuando ya parecia que las cosas estaban por fin saliendo como era debido, enfrentamos una nueva sublevacion. Ese dia (ya casi saliamos del estrecho al lado suroeste del contintente) habia mandado a dos Naos a explorar el derrotero: la San Antonio y la Concepcion. Y fue en la San Antonio, donde el Portugues habia cometido el error de dejar de Capitan a Alvaro de Mezquita (es sabido que capitan que sufre motin, tarde o temprano, termina perdiendo el botin), en donde estallo una nueva revuelta. No supimos muy bien lo que paso hasta que pudimos hallar, varios dias mas adelante, a la Concepcion casi a la salida del estrecho. Al parecer algunos marineros, que habian quedado furiosos desde el motin anterior, no hacian mas que esperar su oportunidad para abandonar la expedicion. Cuando la San Antonio fue enviada a la vanguardia y se separo por varios dias del resto de las otras Naos, vieron su oportunidad: Es una incognita que hicieron con el pobre Alvaro de Mezquita. Pueden haberlo degollado y tirado a la mar, o haberlo tirado a la mar sin degollar, o haberlo encarcelado. Espero, sinceramente, que sea esta ultima. Solo cuando estemos de vuelta en Castilla podremos saber que ha sido de el, en el caso de que hayan conseguido volver.
Ya solo eran tres las Naos, Victoria, Concepcion y Trinidad. Pero habiamos encontrado el paso. Ni Polo ni el Genoves pudieron lograr lo que nosotros. ¡El paso a las Indias!. Y como si hubieramos llegado al cielo atravesando un infierno, el mitico y tan terrible mar del sur nos recibia calmo y sonriente, sin mas agitaciones que una calida brisa, por lo cual lo nombramos Pacifico.
Permitanme que les narre, aprovechando la calma que ahora nos invade, un poco mas acerca de nuestro Capitan. El Portugues, segun nos habiamos enterado, era lusitano de nacimiento. Antes de volverse explorador, habia sido soldado y combatiente en varias batallas para el Imperio Portugues. En una de estas batallas fue gravemente herido de lanza en la pierna derecha, quedando con la famosa cojera que todos le conociamos. Supongo que fue esta imposibilidad para seguir sus campañas por tierra lo que lo llevo a querer llevarlas por mar, en donde los mastiles son las piernas y las velas los musculos. Y fue quizas la ambicion de renombre, quizas su natural astucia, la que lo llevo un buen dia a audicionar con su majestad para proponerle el audaz proyecto que luego llevariamos a cabo: hallar un paso occidental hacia las indias orientales. El Portugues sabia muy bien la herida abierta que significaba para los reyes de Portugal los fracasos y derrotas que habian sufrido, en materia de navegacion, contra los reyes Catolicos cuando se trataba del nuevo mundo.
Contrariamente a lo que esperaba, obtuvo en la corte el mismo resultado que antes obtuviera el Genoves Colon. El Rey Manuel I se nego de lleno a sus pretensiones. Se nego a brindarle naves o medios para adquirirlas, y cuando el Portugues solicito que al menos se le aumentara al pension por ser un soldado lisiado en guerras de su majestad, fue directamente despreciado por el Rey. Su majestad solo accedio a una peticion: la de liberar a ese soldado cojo y pretensioso de sus obligaciones para con la corona, dejandolo libre para ofrecer sus locos proyectos a otro Rey.
Luego de la humillacion sufrida, el Portugues salio de su patria con un nuevo deseo sumado a los anteriores: revancha contra ese altivo y horrible rey que era Manuel I. Si su propio Rey se negaba a asistirlo, ¿que mejor venganza habia que ofrecerle sus servicios al peor enemigo de aquel? Siguiendo los pasos del Genoves, El Portugues llego a la corte Española y, tras un año entero de gestiones, logro por fin una entrevista con nuestra majestad Carlos I.
Nadie comprendio nunca como El Portugues convencio a nuestro rey de aceptar la expedicion, pero lo cierto es que el Portuges, que habia entrado casi como un pordiosero, salio como un Capitan de su majestad, con un sueldo de cincuenta mil maravedis, cien mil maravedis extras por cada mes de expedicion, y un edicto que lo hacia poseedor de un quintal del tesoro que lograse traer asi como tambien de una veinteava parte de las rentas de toda tierra que descubriera para la Corona.
Las cabezas y los corazones de los Monarcas, esos seres designados por Dios todopoderoso para regir los asuntos terrenales, son tan misteriosos y volatiles como el corazon de la mas doncella de las mujeres. ¿como se explica que, luego de despreciar y rechazar los proyectos del Portuges, Manuel I hiciera todo lo posible por impedirle zarpar bajo la bandera de Castilla? Hasta se llego a decir que Manuel habia enviado asesinos para asesinar al Capitan antes de que zarpe.
Pero pese a todas las tentativas del Rey de Portugal, zarpamos. Zarpamos y atravesamos el oceano todo, hasta los confines mismos. Ahora habiamos hallado el paso, y zurcabamos, ya no todos pero si todavia bastantes, los calmos mares del Sur.
7 ene 2019
Vencedores Vencidos
A
Osvaldo Bayer
I
El flamante decimo regimiento de Caballería, bajo el mando del coronel Héctor Benigno Varela, esperaba ahí afuera. Desde adentro, ellas podían sentirlos. Era un olor inconfundible, una mezcla de tierra, sudor y brutalidad: el olor típicamente rancio de los soldados.
II
Benigno, curioso nombre para un General del ejército argentino en la época de Don Hipólito. El regimiento había sido enviado a negociar un acuerdo con los peones del Sindicato. Claro que por negociar me refiero a romper cabezas, que es la única manera en la que negocian los militares. Los peones querían tiempo o plata. O Velas, o quizás jergones de paja para dormir. Cosas así, simples. No eran muy ambiciosos, o quizás sí. En una de esas a lo mejor querían dignidad, pero solo tal vez.
III
¿para qué carajos querían lo que fuera que quisiesen? El coronel no tenía tiempo para andar perdiendo con mulas de ideas raras. Un peón valía la décima parte de una mula. Además de más barata, la mula tenía la gran ventaja de carecer completamente de aquellas nuevas invenciones ideológicas sobre dignidad o derecho. Las cosas – pensaba el coronel – siempre habían sido así; Y no iban a cambiar mientras a él le quedara hilo en el carretel. Y al que no le gusta, a la picota.
IV
- Preparen, Apunten... ¡Fuego!
V
La pacificación (es decir la cacería) había durado casi un mes y los soldados estaban cansados. Tanto romper huelga cansaba a cualquiera. Y esos que los soldados del décimo no tenían precisamente fama de flojos. Pero claro, el aire cortante y seco de Chubut no se respiraba igual que la niebla de Buenos Aires. Era un ambiente completamente diferente. Árido, celeste, un desierto que castigaba. Pero, pese a todo, habian cumplido bien, si señor. Habían roto la huelga rompiendo cabeza a cabeza, pierna a pierna, peón a peón. Meta y meta pacificar hasta que se les acababan las balas de los fusiles.
I
El flamante decimo regimiento de Caballería, bajo el mando del coronel Héctor Benigno Varela, esperaba ahí afuera. Desde adentro, ellas podían sentirlos. Era un olor inconfundible, una mezcla de tierra, sudor y brutalidad: el olor típicamente rancio de los soldados.
II
Benigno, curioso nombre para un General del ejército argentino en la época de Don Hipólito. El regimiento había sido enviado a negociar un acuerdo con los peones del Sindicato. Claro que por negociar me refiero a romper cabezas, que es la única manera en la que negocian los militares. Los peones querían tiempo o plata. O Velas, o quizás jergones de paja para dormir. Cosas así, simples. No eran muy ambiciosos, o quizás sí. En una de esas a lo mejor querían dignidad, pero solo tal vez.
III
¿para qué carajos querían lo que fuera que quisiesen? El coronel no tenía tiempo para andar perdiendo con mulas de ideas raras. Un peón valía la décima parte de una mula. Además de más barata, la mula tenía la gran ventaja de carecer completamente de aquellas nuevas invenciones ideológicas sobre dignidad o derecho. Las cosas – pensaba el coronel – siempre habían sido así; Y no iban a cambiar mientras a él le quedara hilo en el carretel. Y al que no le gusta, a la picota.
IV
- Preparen, Apunten... ¡Fuego!
V
La pacificación (es decir la cacería) había durado casi un mes y los soldados estaban cansados. Tanto romper huelga cansaba a cualquiera. Y esos que los soldados del décimo no tenían precisamente fama de flojos. Pero claro, el aire cortante y seco de Chubut no se respiraba igual que la niebla de Buenos Aires. Era un ambiente completamente diferente. Árido, celeste, un desierto que castigaba. Pero, pese a todo, habian cumplido bien, si señor. Habían roto la huelga rompiendo cabeza a cabeza, pierna a pierna, peón a peón. Meta y meta pacificar hasta que se les acababan las balas de los fusiles.
VI
Carta del Coronel Varela a Hipólito Yrigoyen, presidente de
la Republica, Fragmento:
Los soldados demostraron en el campo de Batalla, señor presidente, ser Hombres de la patria. Machos, Valientes, católicos. Argentinos bien nacidos, para ponerlo en una frase. Sepa que hemos fusilado sin asco, sin contemplaciones, a todos los elementos subversivos que agitaban a las masas que, confundidas, seguían a estos enemigos de la nación hacía unos descabellados conceptos foráneos. No nos tomamos el trabajo de deportar a los extranjeros que, como sabrá, integraban la mayoría de los cabecillas de la huelga. Polacos, Españoles, Rusos, Alemanes, Chilenos. Los fusilamos directamente y a todos juntos. Que Dios se encargue de separarlos. Ahora bien, sobre el número de bajas… (Continua)
VII
- Pero por suerte - le dijo un soldado a otro - se acabaron los peones antes que las balas de los Mauser.
- Las bayonetas no se gastan nunca - acoto otro desde más atrás. Todos cuadraban firmes bajo el sol inmenso.
VIII
Se les había prometido un premio (el coronel había ordenado ronda de putas) y ahí estaban, con sus botas polvorientas y el fusil al hombro, esperando en la puerta o en la vereda del frente, refugiándose en la sombra de algún árbol o apoyados contra el paredón pintado con cal. Algunos, los mas ordenados tal vez, o tal vez los más ávidos, hacían una fila. Podían ser un hatajo de simios al borde de la locura, pero la marcialidad, ante todo.
Corría la tarde inútilmente. Inútilmente esperaban en fila ante una puerta que seguía y seguía cerrada.
IX
Se cree que el 27 de enero de 1923 un anarquista de origen Alemán, Kurt Wilckens, arrojo una bomba al carruaje del Coronel Varela. No contento con esto, le disparo 4 veces. Cuatro veces, justamente las mismas que el Coronel ordenaba pegarle a cada peón rural capturado en Chubut.
X
Era una cosa increíble, pensaban los militares ahí apostados. Les dolían los pies de machacar piedras y cráneos bajo las suelas. Los sables, cargados como esponjas de la sangre de los peones, estaban más pesados que nunca.
XI
Sabían que las esperaba el rebenque, los golpes, la cárcel, la tortura. Sabían que las aguardaba el destierro. Y aquí es donde la literatura sugiere agregar que "o algo peor", pero es ridículo, porque no hay nada peor que la tortura.
XII
Ya indignados por lo que consideraban una clara falta de respeto hacia los servidores de la patria (Porque ellos habían ido hasta ahí, hasta el culo del mundo, desde Buenos Aires a poner las cosas en orden para el bien de todos, que carajos) los soldados comenzaron a dar el "¡abran!" a viva voz y a aporrear la puerta. El premio prometido era el premio prometido y nadie le iba a sacar el hueso de entre los dientes a los héroes de la patria.
XIII
Consuelo García. Edad: 29 años. Nacionalidad: Argentina. Estado Civil: Soltera. Profesión: Pupila en la casa de tolerancia "La Catalana". Angela Fortunato. Edad: 31 años. Nacionalidad: Argentina. Estado Civil: Casada. Profesión: Pupila en la casa de tolerancia "La Catalana". Amalia Rodriguez. Edad: 26 años. Nacionalidad: Argentina. Estado Civil: Soltera. Profesión: Pupila en la casa de tolerancia "La Catalana". Maria Juliache. Edad: 28 años. Nacionalidad: Española. Estado Civil: Soltera. Profesión: Pupila en la casa de tolerancia "La Catalana". Maud Foster. Edad: 31 años. Nacionalidad: Inglesa. Estado Civil: Soltera. Profesión: Pupila en la casa de tolerancia "La Catalana". Paulina Rovira. Edad: 46 años. Nacionalidad: Española. Estado Civil: Soltera. Profesión: Propietaria de la casa de tolerancia "La Catalana".
XIV
La puerta, una sucesión de tablones cerrados, machacados, encunados y luego pintados de verde, se abrió y Paulina Rovira se asomo tras ella. Paulina barrio a los soldados con la mirada y cerrando la puerta fue directamente hacia uno. Paulina era la máxima autoridad del bulo y tenia facilidad para reconocer a quien, como ella, tenía el oficio de mando.
XV
Suboficial - dijo el Suboficial, como para dar a entender tanto su rango como la importancia del mismo. En el tono de su voz estaban tanto la sorpresa como el reproche. Y por supuesto, también la exigencia, la exigencia inmediata y sin dilaciones de abrir la puerta. Paulina lo noto de inmediato. Hacía mucho que había aprendido a leer segundas intenciones en las palabras y en los rostros de los hombres.
XVI
- Compañeros, ustedes hagan como les parezca, pero yo no me rindo. No soy carne para tirar a los perros - Había dicho Soto, a quien todos conocían como "El Gallego". Los obreros rompían la huelga. Era, decían, una locura enfrentarse al décimo de Caballería. Romperían la huelga y soportarían el castigo, así como soportaban el frio, el sueño y el hambre. Como habían soportado siempre. Pero El gallego había dicho que no se rendia. Con ese olfato que tenía, podía oler la carne quemada antes de que siquiera hicieran el fuego. Soto partió hacia la cordillera acompañado de algunos apostoles valientes. Algunos, entre ellos los mismos soldados que fusilarían a los peones apenas estos se rindieran, decían que Soto fue un cobarde y un traidor que, como todos esos inmigrantes de pacotilla, hablaban mucho, pero luchaban poco. Todo lo contrario del argentino de buena cepa, que como era sabido era de pocas palabras, pero de muchas acciones. Otros, entre ellos el mismo Soto, pensaban que se había salvado milagrosamente, casi por los pelos, y que obrero que huye sirve para otra huelga.
XVII
Antes, en otro tiempo, habían estado solos en una piecita de Buenos Aires. Maud, todavía hija de los Forster, y Kurt, todavía Wilckens. Se habían conocido en el barco que hacia el trayecto Cataluña - Buenos Aires. Ella se presentaba como Miss Foster y el cómo Herr Wilckens, ex soldado de la primera compañía del Garde Schultzen Prusiano. En realidad el era un anarquista que venía de hacer estragos en Norteamérica. Ella, aunque todavía no sabía muy bien lo que era, sentía que tenía el potencial para ser cualquier cosa. Inmediatamente se llamaron mutuamente la atención. A ella le gustaron los ojos azul acero del Alemán, rodeados por un halo de misterio. A el quien sabe que fue lo que le gusto, pero pueden haber sido varias cosas.
XVIII
Kurt era siempre callado y tranquilo, y Maud había llegado a creer que ese hombre taciturno solo abría la boca para tres cosas: comer, alabar a Tolstoi y explicar las bases del anarcosindicalismo. Sin embargo y pese a todo, pero más que nada gracias a que Maud era una inglesa bastante atípica (es decir atrevida y dueña de una naturalidad muy poco ortodoxa) fue que solo le costó unos días persuadir ese pacifista a que siguiera por una vez sus impulsos animales y se acostara con ella. Así habían estado desde entonces, en una relación que era una cuerda floja entre la cama y la actividad panfletaria. Algo le decía a Maud que aquella seria la última vez.
- ¿Liebst du mich, Inglesita? - le pregunto Kurt, como le preguntaba siempre. Lo hacia un poco para tranquilizarla, para intentar lograr una continuidad con las palabras, para disfrazar el sentido de lo inevitable.
- Si - murmuro ella por única respuesta al tiempo que lo abrazaba, que se ceñía desnuda contra él, como si en ese último abrazo quisiera compensar todo el futuro que no tendrían, que no podrían tener.
XIX
"No fue venganza; yo no vi en Varela al insignificante oficial. No, el era todo en la Patagonia: gobierno, juez, verdugo y sepulturero. Intente herir en el al ídolo desnudo de un sistema criminal. ¡Pero la venganza es indigna de un anarquista! El mañana, nuestro mañana, no afirma rencillas, ni crímenes, ni mentiras; Afirma vida, amor, ciencias; Trabajemos para apresurar ese día" (Kurt Wilckens, Carta enviada desde la prisión fechada el 21/5/1923)
XX
El vapor, que tenía como destino el puerto de Liverpool se alejaba infatigable de Buenos Aires. Mister Forster y su esposa volvían a casa. Habían perdido una hija, si. O mejor dicho, la pobrecita se había perdido sola. Iban a tener que inventar alguna excusa: una enfermedad, una muerte accidental, o una fuga que justificase su indignación ante amigos y parientes. Al menos llevaban consigo a su nieto. Era un bebe precioso. A Maud, que ya era Forster solamente de apellido, la habían dejado en Buenos Aires para que se las arreglase como pudiese.
XXI
Fecha: Diecisiete de Octubre de mil novecientos veintidós. Lugar: Bahía de San Julián, Chubut, República Argentina. Situación: Resistencia a la autoridad.
- Suboficial, las pupilas se niegan.
- ¿Se niegan? - pregunto el, más repitiendo lo que oía para dar crédito a sus oídos que solicitando una confirmación. Paulina sostuvo en su mente un segundo la cara de desconcierto del militar y luego contesto.
- Dicen que no quieren.
- Abra esa puerta o la tiramos abajo. Resistirse a una orden del ejercito es traición a la patria.
XXII
Desde las fosas comunes en donde se pudrían, las risas agitaban los cuerpos de los obreros.
XXII
¡A los uniformes de la Patria no se los desprecia! bramaba un soldado mientras asestaba culatazos a la cerradura de la puerta. Sentía una enorme resistencia del otro lado. Era la resistencia de una barricada humana.
XXIII
No abriremos. No vamos a salir. Ni ellos a entrar. No tendremos voz, ni aquí ni en ningún sitio. La historia no registrara nuestras voces. No podemos dar testimonio, lo se. Pero podemos no darles, al menos, nuestros cuerpos. nos han dejado un lugar mínimo: estas habitaciones que son como celdas. Nos han dejado un lugar mínimo: nuestros cuerpos... no, ni siquiera nuestros cuerpos. Pero si, dentro de estos cuerpos, nos han dejado al menos la conciencia. Y esa, esa sí que no la vendemos. Así que, compañeras, ármense con lo que puedan. Vos, gringa, agarra ese palo y vos, gallega, el cuchillo de la cocina y - ya escucho golpear la puerta - vayamos todas a echar a esas bestias.
XXIV
-¡Asesinos!
- ¡Mierdas!
- ¡No me acuesto con Canallas!
- ¡Cabrones hijoéputas!
- ¡Fuera mierdas, que aquí no nos acostamos con Asesinos!
XXV
Las filas del décimo regimiento de Caballería, al mando del Teniente Coronel Héctor Benigno Varela, se rompieron frente al regimiento de las pupilas de san Julián. La Batalla fue corta pero sangrienta y, aunque las armas de las putas eran de peor calidad (mayormente escobas y rastrillos) y aunque en números estaban tres a uno abajo, la ferocidad de las combatientes (Maud, la gringa, sabia manejar el hacha y a menudo cortaba leña) les permitió convertir la bravuconada de los soldados en una pequeña Batalla de las Termopilas. Los soldados pasaron de la indignación (ese "No" mayúsculo e increíble, porque era cosa de no creer) a la risa (había que ver a esas cinco putas intentando frenar el ingreso de soldados armados con sables y fusiles) luego a la rabia (porque increíblemente esas putas peleaban con uñas y dientes, y no paraban de gritarles barbaridades a ellos, precisamente a ellos que eran heroes) y finalmente a la furia (porque el prostíbulo quedaba en el pueblo y la gente ya se arremolinaba para ver como la solderia fusilaba a las putas)
XXVI
Cuando uno de sus soldados se calzo el fusil al hombro, Varela dio el alto. Sabía que, si empezaban a disparar, la cosa terminaría maravillosamente rápido. Habían fusilado a mil quinientos obreros. Claro que lo habían hecho en la frontera, al amparo de las miradas indiscretas de los civiles. Si disparaban ahora todo el mundo vería que el ejército le disparaba a mujeres desarmadas. Varela comprendió el desafío que le lanzaban las putas: no podían dispararles. No quería victorias pírricas, y por eso dio la voz de alto.
XXVII
- Llame a la fuerza pública, Sargento - Dijo el coronel - que nosotros nos estamos para fusilar yiros.
Y entonces intervino la policía. Las malvivientes, nunca mejor llamadas "mujeres públicas", fueron detenidas por los agentes y trasladadas a la comisaria del pueblo.
XXVIII
- No hace falta preocuparse, mi Coronel. Ya están todas en la comisaria. Si, por supuesto. Las estamos tratando como las damas que son. Quédese tranquilo que van a recibir el trato que se merecen. Y apenas salgan se van a ir cada una para su pago, por supuesto, por descontado que no vuelven a pisar la provincia y, si es posible, el suelo patrio.
- Por lo demás, Sargento, pura civilidad, ¿me entiende? No hay que hacer un escarnio público de esto; No quiero darles fama a estos yiros, ¿me entiende? Me las atiende bien ahí adentro, que cuenten todo lo que tengan que contar, y después calladitas me las saca con una buena y silenciosa patada en el culo del pueblo, ¿se entiende?
XXIX
- ¿Que vais a hacer cuando salgais? - Les pregunto Paulina.
- Yo ya termine acá, me iré más al sur, a donde no pidan libreta - dijo Angela.
- Yo también me voy, a Viedma - dijo Consuelo.
- Yo me vuelvo a Buenos Aires, si puedo - dijo María.
- Pues allí no vais a poder trabajar sin sanitaria - dijo Paulina.
- Ya verás si trabajo o no trabajo - se mofo María.
- Yo me quedo - dijo Maud.
- ¿y tu, Paulina? - dijo María.
- Pues no lo se, niña; la verdad es que no se. - dijo Paulina.
XXX
A los funerales del honorable Coronel Varela asistieron grandes personalidades de la época. Estaba Manuel Carles, el ministro de guerra Justo, el presidente Alvear y por supuesto también Don Hipolito Yrigoyen.
Fecha: Diecisiete de Octubre de mil novecientos veintidós. Lugar: Bahía de San Julián, Chubut, República Argentina. Situación: Resistencia a la autoridad.
- Suboficial, las pupilas se niegan.
- ¿Se niegan? - pregunto el, más repitiendo lo que oía para dar crédito a sus oídos que solicitando una confirmación. Paulina sostuvo en su mente un segundo la cara de desconcierto del militar y luego contesto.
- Dicen que no quieren.
- Abra esa puerta o la tiramos abajo. Resistirse a una orden del ejercito es traición a la patria.
XXII
Desde las fosas comunes en donde se pudrían, las risas agitaban los cuerpos de los obreros.
XXII
¡A los uniformes de la Patria no se los desprecia! bramaba un soldado mientras asestaba culatazos a la cerradura de la puerta. Sentía una enorme resistencia del otro lado. Era la resistencia de una barricada humana.
XXIII
No abriremos. No vamos a salir. Ni ellos a entrar. No tendremos voz, ni aquí ni en ningún sitio. La historia no registrara nuestras voces. No podemos dar testimonio, lo se. Pero podemos no darles, al menos, nuestros cuerpos. nos han dejado un lugar mínimo: estas habitaciones que son como celdas. Nos han dejado un lugar mínimo: nuestros cuerpos... no, ni siquiera nuestros cuerpos. Pero si, dentro de estos cuerpos, nos han dejado al menos la conciencia. Y esa, esa sí que no la vendemos. Así que, compañeras, ármense con lo que puedan. Vos, gringa, agarra ese palo y vos, gallega, el cuchillo de la cocina y - ya escucho golpear la puerta - vayamos todas a echar a esas bestias.
XXIV
-¡Asesinos!
- ¡Mierdas!
- ¡No me acuesto con Canallas!
- ¡Cabrones hijoéputas!
- ¡Fuera mierdas, que aquí no nos acostamos con Asesinos!
XXV
Las filas del décimo regimiento de Caballería, al mando del Teniente Coronel Héctor Benigno Varela, se rompieron frente al regimiento de las pupilas de san Julián. La Batalla fue corta pero sangrienta y, aunque las armas de las putas eran de peor calidad (mayormente escobas y rastrillos) y aunque en números estaban tres a uno abajo, la ferocidad de las combatientes (Maud, la gringa, sabia manejar el hacha y a menudo cortaba leña) les permitió convertir la bravuconada de los soldados en una pequeña Batalla de las Termopilas. Los soldados pasaron de la indignación (ese "No" mayúsculo e increíble, porque era cosa de no creer) a la risa (había que ver a esas cinco putas intentando frenar el ingreso de soldados armados con sables y fusiles) luego a la rabia (porque increíblemente esas putas peleaban con uñas y dientes, y no paraban de gritarles barbaridades a ellos, precisamente a ellos que eran heroes) y finalmente a la furia (porque el prostíbulo quedaba en el pueblo y la gente ya se arremolinaba para ver como la solderia fusilaba a las putas)
XXVI
Cuando uno de sus soldados se calzo el fusil al hombro, Varela dio el alto. Sabía que, si empezaban a disparar, la cosa terminaría maravillosamente rápido. Habían fusilado a mil quinientos obreros. Claro que lo habían hecho en la frontera, al amparo de las miradas indiscretas de los civiles. Si disparaban ahora todo el mundo vería que el ejército le disparaba a mujeres desarmadas. Varela comprendió el desafío que le lanzaban las putas: no podían dispararles. No quería victorias pírricas, y por eso dio la voz de alto.
XXVII
- Llame a la fuerza pública, Sargento - Dijo el coronel - que nosotros nos estamos para fusilar yiros.
Y entonces intervino la policía. Las malvivientes, nunca mejor llamadas "mujeres públicas", fueron detenidas por los agentes y trasladadas a la comisaria del pueblo.
XXVIII
- No hace falta preocuparse, mi Coronel. Ya están todas en la comisaria. Si, por supuesto. Las estamos tratando como las damas que son. Quédese tranquilo que van a recibir el trato que se merecen. Y apenas salgan se van a ir cada una para su pago, por supuesto, por descontado que no vuelven a pisar la provincia y, si es posible, el suelo patrio.
- Por lo demás, Sargento, pura civilidad, ¿me entiende? No hay que hacer un escarnio público de esto; No quiero darles fama a estos yiros, ¿me entiende? Me las atiende bien ahí adentro, que cuenten todo lo que tengan que contar, y después calladitas me las saca con una buena y silenciosa patada en el culo del pueblo, ¿se entiende?
XXIX
- ¿Que vais a hacer cuando salgais? - Les pregunto Paulina.
- Yo ya termine acá, me iré más al sur, a donde no pidan libreta - dijo Angela.
- Yo también me voy, a Viedma - dijo Consuelo.
- Yo me vuelvo a Buenos Aires, si puedo - dijo María.
- Pues allí no vais a poder trabajar sin sanitaria - dijo Paulina.
- Ya verás si trabajo o no trabajo - se mofo María.
- Yo me quedo - dijo Maud.
- ¿y tu, Paulina? - dijo María.
- Pues no lo se, niña; la verdad es que no se. - dijo Paulina.
XXX
A los funerales del honorable Coronel Varela asistieron grandes personalidades de la época. Estaba Manuel Carles, el ministro de guerra Justo, el presidente Alvear y por supuesto también Don Hipolito Yrigoyen.
XXXI
Titular: "Wilckens fue asesinado en la prisión Nacional" - "una venganza ruin y cobarde" - "¡hay que iniciar de inmediato una huelga general de protesta contra ese alevoso crimen!" - "Anarquistas, trabajadores, hombres dignos, demostrad vuestro repudio contra esa infame cobardía" (Titular de la Protesta, 1923)
XXXII
Como dormía, no llego a escuchar nada. Para cuando el sonido del disparo le atravesó el oído interno, agitando la perilinfa, ya no había cerebelo que pudiera entender. ¿Habría soñado algo, esa noche? ¿soñaba con los campos de Bar Bramstedt? ¿con la libertad, con próximas revueltas, con una inglesa que había conocido en un vapor?
MCMXXIII
Penetro en el pueblo como un fantasma. Atravesó el limite exacto donde comenzaba el pueblo y, como si nada, camino sus calles. Había regresado para responderles a todos aquellos, los hipocritas y cobardes, que todavía decían que había abandonado a sus compañeros a morir. El gallego volvía para dar la cara. Así fue que llego hasta "La favorita" y, como no había púlpito alguno, improviso uno con una silla. Gritaba que ahí estaba, que se había ido para continuar la lucha y que la lucha continuaba. Denunciaba a los asesinos, denunciaba la matanza. Como muchos imaginaran, no pudo seguir hablando mucho tiempo.
Penetro en el pueblo como un fantasma. Atravesó el limite exacto donde comenzaba el pueblo y, como si nada, camino sus calles. Había regresado para responderles a todos aquellos, los hipocritas y cobardes, que todavía decían que había abandonado a sus compañeros a morir. El gallego volvía para dar la cara. Así fue que llego hasta "La favorita" y, como no había púlpito alguno, improviso uno con una silla. Gritaba que ahí estaba, que se había ido para continuar la lucha y que la lucha continuaba. Denunciaba a los asesinos, denunciaba la matanza. Como muchos imaginaran, no pudo seguir hablando mucho tiempo.
MMXIX
Jamás creció Flor Alguna sobre
las tumbas de los fusilados. Están tapadas por el miedo de todos, por el
silencio de todos.
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