9 ene 2019

Viaje a las Indias - I - Motines de invierno

El oceano, como una enorme boca negra, amenazaba con tragarse todo. El cielo, que era la misma boca pero mas arriba, gruñia ferozmente. Eran dos perros de presa disputandose la caza. En medio de esos dos titanes, la imponente Nao se abria paso entre los furiosos lenguetazos de las olas. Era la unica nave sobreviviente de las cinco que habian zarpado. Una a una, la tormenta y la locura habian despeñado a las otras cuatro en las profundidades del Tartaro.
La Nao, una mole negra de alto bordo, de treinticinco metros de largo y 120 toneladas de peso, era el buque insignia de la armada de especieria. Era un navio de color azabache hecho de los maderos mas resistentes y nobles de la vieja Castilla. Poseia tres mastiles y tambien tres enormes velas triangulares de un color que al inicio era blanco, pero que tras meses de travesia eran ya de un tono entre amarillo y pardo.
Volvemos a España, desde Molucas, cargados de tesoros, si, pero sobre todo cargados de historias, cargados de horrores. Volvemos a Terra Firme, a Castilla. Mi nombre, si quieren saberlo, es Miguel, Miguel Sanchez de Rodas, Marino de profesion.
Deben saber que en un principio fuimos muchos. La Corona, como sabran, es generosa con aquellos que se disponen a enriquecerla. Al inicio fue una expedicion gloriosa. Ibamos a buscar un paso al pais de las especias. La idea general era aventajar a esos malditos portugueses. Ahora diran que llegamos al fin del mundo, y que volvimos para contarlo. Cinco naves y mas de trescientos hombres salieron del Reino. La expedicion se inicio en Sevilla, desde el muelle de las Mulas, bajo el patronazgo de nuestro San Telmo, santo de todos los marinos.
Llegamos al poco timpo al puerto de Sanlucar, en la luminosa Cadiz, que era de donde realmente ganariamos la mar. Nos demoramos aun unos dias en aprovisionarnos segun dicta la experiencia, pues es menester conseguir todo lo necesario y asegurarse de que los hombres, ademas, se despidan de todo lo innecesario.
Fue sin duda una cosa curiosa que una mision que tenia como meta final engrandecer el poderio de España eligiese a un Portugues como capitan de la expedicion, pero succede que los portugueses son sencillamente invencibles a la hora de orientarse en el oceano.
El Portugues tenia, lo creo hasta hoy, un mapa dentro de la mollera. Atravesamos el mar conocido hasta llegar a las costas del Africa, tierra donde habita la raza maldita de Cam. Atravesamos las lejanas Canarias, donde habitan los temibles Bereberes entre cerdos y cabras, y llegamos al Cabo Verde, valiosa mina de esclavos de los portugueses. Ante nosotros se abria una nada sin fin, vasta como el cielo y vertiginosa como el abismo. No estabamos ni una semana en alta mar cuando se desato la tormenta.
Quienes viven la felicidad de una vida en tierra firme, cobijados por los frondosos arboles y sustentados por el calido vientre de Gaia, no conocen el terror de una tormenta pues, cual Anteo, obtienen de su benevolente madre la fuerza para levantarse cada vez que un viento los derriba. Las tormentas ocurren solamente en el mar. ¿han perdido alguna vez la distincion del horizonte, llegando a ser incapaces de saber donde termina el cielo y empieza el mar? Solamente quien sobrevive a una tormenta en alta mar comprende lo que quiero decir, puesto que hasta el mas titanico de los navios es como una hoja de arce frente a los embates del enfurecido Nereo.
Nueve dias con sus noches duro la tempestad. Supe luego, leyendo los diarios de Piaggeta, que muchos barcos habrian naufragado en esta zona. Claro que el Portugues sabia todo esto, aunque se guardara muy bien de decirnoslo, quizas porque sabia muy bien las consecuencias de la verdad. Un capitan, si es astuto y quiere conservar su puesto, debe cuidarse muy bien de desanimar a su tripulacion. Y como en alta mar, privados completamente de todo lo que alegra el corazon, cualquier noticia tiende a desanimarnos, tengo que aceptar que la mejor estrategia para conservarse en el mando es guardar silencio acerca de casi todo. A nuestro capitan no se le escapaba el hecho nada trivial de que los otros 4 capitanes, a los que supuestamente mandaba, eran Españoles y no hubieran dudado en apuñalarlo por la espalda y arrojarlo al mar apenas tuvieran la primera oportunidad. Si todavia no lo habian hecho era principalmente porque el miedo que sentian ante la idea de capitanear la expedicion ellos mismos era mas grande que el odio que sentian por el Portugues.




Para el noveno dia de tormenta eran muchos ya los marineros y oficiales que murmuraban que la unica salida posible a ese infierno liquido era arrojar a ese Portugues maldito por la borda, pues era obvio que Dios no apañaria una expedicion capitaneada por un perro de Manuel I. Pero al parecer, Dios veia con buenos ojos a nuestro capital, porque casi en el momento en que algunos marineros se disponian a empezar el motin, la tormenta entro en calma de un modo tan violento como se habia desatado, y entonces estallo un portentoso fuego en el palo mayor. No puedo describirselos, pues era una aureola de fuego puro que, por obra y gracia del dios de los cielos, se mantenia en lo alto del mastil mayor como una estrella que nos marcaba el rumbo. Esta antorcha celestial convirtio al barco en una tea por horas enteras, cegando incluso a muchos de nosotros. Este milagro disolvio, al menos momentaneamente, las ansias de motin, ya que este fuego fatuo era entre los marineros tenido por una señal divina de nuestro santo Patron, y haberlo visto en el palo mayor no podia significar otra cosa sino que la expedicion estaria marcada por el exito. El visto bueno de Dios es imprescindible cuando se sale a navegar. Para cuando el fuego se desvanecio, ya habiamos encontrado el rumbo, y la Nao se abria paso entre Aleluyas.
No daba gritos de extasis Juan de Cartagena, diestro marino y capitan de la San Antonio, la cuarta de nuestras Naos. Era sabido entre los marinos que Cartagena no tenia en estima al Portugues, y que recelaba de poner nuestros destinos en manos de un enemigo de Castilla. Fue por eso que, aprovechandose de ser por orden del Rey el veedor general de nuestra armada, solicitaba a cada paso ser consultado en las decisiones que le correspondian al capitan general, corrigiendo algunos mandatos y haciendo caso omiso de otros.
La segunda regla a nunca olvidar, a riesgo de ser arrojado por la borda, es que para ser Capitan hay que dejar muy claro, dia tras dia, que la autoridad se la tiene por algo mas que por bula real. Fue asi que cuando el Portugues noto que Cartagena lo saludaba no como al Capitan general, sino, en palabras propias de Juan, "de capitan a capitan", mando una falua de Nao a Nao con diez hombres de confianza que, sin perder tiempo, depositaron a Cartagena en el calabozo de la Victoria (que era, por cierto, la nave en la que ibamos nos) y pusieron en su lugar a un marino que, ademas de habil, era hombre cercano y primo del Portugues: Alvaro de Mezquita. El mensaje era claro: si no soportaban a un capitan Portugues, tendrian que arreglarselas para soportar a dos y, si no querian soportar a dos, terminarian con Portugueses mandando en todas la Naos. De todos modos, estas rencillas mantienen ocupados a hombres que, de otro modo, privados del juego, del vino y de las mujeres, se matarian entre si al cabo de diez dias.
Volvimos a tocar tierra al cabo de ciento treinta dias de surcar el vasto oceano, llegando a una ancha Bahia, denominada Gwana-Bara por los salvajes que la habitan. Habiamos perdido a algunos marinos, pero el animo era todavia dentro de lo tolerable, pese a lo cual el Portugues no dudo en identificar la bahia como el ansiado paso al Mar del Sur, por donde decia llegariamos indefectiblemente a la isla de las especias. Grande fue la decepcion cuando al tercer dia de cruzar la bahia no tuvimos mas opcion que aceptar que, por primera vez, el Portugues habia errado en su prevision, puesto que no nos hallabamos en un paso a ningun mar, sino el estuario de un rio ridiculamente ancho, tan ancho que se confundia con un paso maritimo.
Sin perder un segundo, lo suficientemente rapido como para que al menos los mas toscos no se parasen a pensar que estabamos perdidos en el confin de la tierra, a meses de cualquier rastro de cristiana civilizacion, El Portugues mando a navegar al sur donde, decia, terminariamos mas temprano que tarde por hallar el paso del que tanto hablaba.
Entonces navegamos al sur, hacia vientos cada vez mas gelidos y tierras cada vez mas yermas, mas deserticas. La temperatura bajaba dia tras dia y la desesperacion se comenzaba a ver en el rostro de los marineros. ¿Han visto, alguna vez, como la desesperanza va ganando un rostro, dia a dia, semana a semana? Esta es otra de las cosas que solamente un marino puede comprender. La desesperacion toma un rostro comenzando por los ojos. Estos adquieren una opacidad creciente, hasta que uno nota que el otro mira todo ya sin verlo, de tan harto que esta del vaiven de las olas, de atar y desatar cabos, del sonido del viento inflando las velas, de las caras y los gritos de sus compañeros y, si esa mirada como de muerto continua por mucho tiempo, succede casi indefectiblemente que un buen dia, de buenas a primeras, esa opacidad de corteza de arbol seco es reemplazada por un brillo como de animal acorralado. Ese es el punto en el que hay que empezar a preocuparse. Un navio con muchos hombres de ojos brillantes termina en motin o estrellado contra las rocas. Para colmo de males, el Portugues era extremadamente severo con la conducta a bordo. Habia castigado ferozmente los inevitables casos de sodomia que surgen en las travesias, y ya habiamos visto que cualquier intento de revuelta iba a ser tratada con los mismos miramientos que utilizaria un Corsario.
Los mapas y cartas de navegacion de las zonas desconocidas estan plagadas de creaturas misteriosas y horrendas como Silfos, sirenas o gigantescos Krakens, pero debo decir que en mis viajes yo no me habia topado nunca con nada de esto. Buscando el paso a las indias, cada vez mas y mas al sur, veiamos el azul negruzco del agua como si se tratase de un abismo sin fondo. A cada momento creiamos ver emerger algun monstruoso portento de la naturaleza, pues es sabido que el señor envio a todos los Leviathanes y Behemots a los confines desiertos de la tierra, con el solo proposito de alejar semejantes engendros de los ojos de los buenos Cristianos. Y no mentiria si asegurase que, a lo lejos, muchas veces divisamos enormes cuerpos moviles, tan grandes como pequeñas islas, que rapidamente emergian arrojando azufre, vapor y agua, y emitiendo gemidos tales que solamente podian pertencerles a un ser abandonado de la misericordia divina, condenado por siempre a vagar por las aguas perdidas del fin del mundo.
Luego de noventa y tantos dias a bordo el frio era tan intenso que las manos y los pies se agarrotaban de manera tan violenta durante la noche que durante el dia nos moviamos el doble para entrar en calor. Las provisiones comenzaron a mermar y entonces el Portugues se vio obligado a internarse en una Bahia que estabamos atravesando, para buscar un refugio de la feroz invernada, la cual segun la epoca del año, no podia mas que empeorar los proximos dias.
Atrancamos con gran trabajo las Naos en la Bahia de blancas arenas. Los exploradores que mandamos a circundar la zona volvieron con negras noticas, pues si bien podiamos conseguir carne de pajaro y grasa de unas creaturas grasientas, no habiamos encontrado agua. Los dias eran cada vez mas cortos y frios, y los hombres, temerosos de esas tierras pobladas de salvajes sin dios, se oponian a explorar la bahia en profundidad. El Portugues, que era tal vez el unico de todos nosotros que seguia teniendo el ferreo objetivo de encontrar el paso a cualquier precio, dio entonces la osada orden de racionar aun mas las porciones de vino, agua y curtidos, lo cual genero un gran descontento entre los marineros pero, principalmente, entre la oficialada española y los otros capitanes. Fue este el momento de mas baja popularidad de nuestro inflexible capitan general. Los odios nacionales se avivaron en los corazones de los demas capitanes, pues solo Alvaro de Mezquita Juan Serrano se mantenia fiel.
El resto de los Capitanes: Gaspar de Quesada, que a la sazon tenia a su cargo a Cartagena, al cual libero sin permiso del Portugues, y Luis de Mendoza, solicitaron una reunion con El Portugues en donde le solicitaron el derrotero a seguir. Como el Portugues, previsiblemente, se nego a compartirlo (porque es natural que uno conserve la ventaja en situaciones asi, y conocer el derrotero es ser indispensable) los capitanes le solicitaron la inmediata vuelta a Hispania. Ante la nueva negativa del Portugues, las Naos de mando español se sublevaron arguyendo que la expedicion habia fracasado, que seria imposible encontrar el paso al Mar del Sur y que ese Portugues loco nos iba a matar de hambre y frio. Habia que cambiar el rumbo al cabo de Nueva Esperanza y volver a tierra firme cuanto antes.
 De las cinco Naos, Concepcion y Victoria estaban amotinadas. Santiago, que permanecia fiel al Portugues, habia sido enviada a reconocer la costa sur de la Bahia. Segun nos relato Serrano mas tarde, luego de pasar varios dias aprovisionandose, fueron embestidos por una violenta tempestad justo cuando intentaban ganar la mar. La tempestad los envio violentamente contra la costa causando el naufragio de la nave.
 Debo admitir que yo mismo apoye el motin en La Victoria. Si bien no tenia animosidad contra El Portugues, queria regresar a la patria lo mas pronto posible. Odiaba ese mar y ese cielo arido y blanquecino. Añoraba el sol de las costas Españolas y los Caballos Moros. Por no hablar del Vino y el Queso, y de otras mil cosas mas. Muchos de nosotros, que partimos de Cadiz considerandonos el Romano Polo o el Genoves Colon, nos dimos cuenta de que eramos sencillamente hombres en busca de rapida fama y facil riqueza. Muy pocos estaban dispuestos, como decian en tierra firme, a arriesgar la vida por lo uno o lo otro. Y muchos menos, lo digo sin verguenza, son los que la arriesgarian por la gloria y la historia. El Portugues era uno de esos hombres, un loco, quiero decir.
Y si tener dos de cinco naves amotinadas y una perdida era ya una situacion critica, vislumbren los que puedan lo que debe haber vivido el Capitan cuando su unica nave aliada, la San Antonio, se amotino en contra de Alvaro de Mezquita y al grito de "Muera el Tirano Manuel" arrojaron a Mezquita en un calabozo y eligieran, en franca votacion, al Contramaestre Elcano como nuevo capitan.
Quizas acorralado por las circunstancias, quizas obedeciendo a su natural ingenio y ferocidad, El Portugues demostro aqui la manera correcta de proceder. Los hidalgos del Reino de Castilla son, es sabido, protocolares cual Caballero de Cervantes. Controlando tres de la cinco Naos, el triunvirato de Españoles bien podria haber echado a pique a la Trinidad, o bien podrian haber escapado sin decir una palabra, pero en vez de esto eligieron parlamentar con El Portugues. Querian darle la oportunidad de rendierse, para despues darse la oportunidad de disfrutar viendolo ser comida de los tiburones.
El Portugues, que fingia parlamentar, solicito unas horas para pactar su rendicion. Pero, en vez de rendirse bajo esta o aquella condicion (de todas formas nunca son respetadas, porque ser vencedor es precisamente no tener que respetar nada) sino que envio a su hombre mas terrible (mas terrible despues de el mismo, claro esta), un tal Gonzalo Espinosa, militar, del que nada sabiamos por ese entonces mas alla de que era el alguacil de la Trinidad. Eso ya nos deberia haber precavido bastante.
Espinosa fue en la chalupa, con seis o siete marinos casi tan peligrosos como el, armados todos hasta los dientes con puñales, dagas y trabucos cargados. Llegaron al puente de la Victoria, y decian tener una carta en donde El Portugues detallaba las condiciones para su rendicion y el regreso a Castilla.
Fiandonos de que, ¡que idiotez!, un Portugues tendria el mismo codigo de honor que un hidalgo Español, dejamos pasar a esas culebras hasta el puente de mando, en donde se encontraban De Mendoza y Cartagena. Apenas lo tuvieron a tiro se les echaron encima. Todo ocurrio tan rapido que en lo que grita un cormoran Mendoza ya estaba Muerto a tiros, junto con dos o tres marinos que habian querido salvarlos. Otros tantos fueron cosidos a puñaladas y varios otros, entre los que estaba Cartagena, estaban vivos pero fuera de combate.
Algunos no entienden como cinco o seis hombres pueden ponerle fin a un motin de sesenta o setenta marineros que no son ni cobardes ni criaturas que todavia chupan de la teta de su madre. Lo que ocurre es aquello de muerto el pastor, las ovejas se dispersan. Por supuestos que, puestos a pelear todos los de a bordo no hubiera importado cuan feroces o cuan armados estuvieran esos seis: Los hubieramos terminado destripando y echado de comida para los pejes. Lo que importa, en esos casos, es la violencia y no el numero. Sucede que nosotros los marinos, la mayoria al menos, no teniamos nada que perder. Y lo mas importante, ninguno sabia con exactitud la ruta para volver a España. Mendoza decia tenerla, pero Mendoza estaba ya muerto.
Los otros dos navios, al oir lo que pasaba, intentaron ganar la mar, pero el Portugues ya se les habia adelantado y la Trinidad bloqueaba la salida de la Bahia. Habia que lucharse y rendir. La San Antonio, al mando del nuevamente pero temporal capitan Cartagena, fue derrotada despues de medio dia de luchas, abordajes y escaramuzas.  La Concepcion se rindio sin luchar.
Gaspar de Quesada, quien fue considerado el cerebro del Motin, fue decapitado, por orden del Capitan, a manos de su propio criado. El Portugues siempre lo habia considerado un hombre inteligente, y quizas por eso lo habia tomado por el cerebro del motin, pese a que era mas probable que los instigadores fuesen Elcano o  Cartagena, que eran los dos Castellanos que mas lo odiaban. Pero succedia que, ademas de buenos Marinos, Elcano y Cartagena no eran demasiado astutos o, al menos, no tenian de esa astucia peligrosa de la que el mismo Portugues estaba lleno. Hay que sacarse de encima a los mas peligrosos, y los mas peligrosos son los mas astutos. Otra regla general para el que quiera tomar nota. Y ademas pasaba que el Portugues, que no tenia un pelo de tonto y no confiaba del todo no siquiera en su puta sombra, habia enviado otro esquife a varios marinos mas, ahora armados con mosquetes, de manera que nos rendimos sin oponer resistencia. Despues de todo, por mas sanguinario que fuera, matarnos a todos no le convenia. No podia quedarse sin marineros, y en esas partes del orbe no habia lo que se dice muchos voluntarios.
Igualmente el Portugues se las cobro de forma espectacular, y con ello quiero decir ejemplar, y con ello quiero decir terrible. No contento con haber decapitado a uno y asesinado al otro, mando a descuartizar ambos cadaveres y a revolear las piezas al acantilado. Comida para los pajaros pescadores.
A Cartagena, que ya se la habia querido jugar no una sino dos veces, lo dejamos en la costa de la Bahia. Zarpamos y se fue quedano ahi, solito y solo en la inmensidad. Fue la ultima vez que lo vimos. Seguramente, fue la ultima vez que alguien lo vio.
Luego de sofocar el motin, la expedicion continuo al sur en la busqueda de la desafortunada Santiago, la cual jamas fue encontrada. Si encontramos a su tripulacion, con Juan Serrano a la cabeza, acampando en las costas, a la espera de la unica salvacion, es decir nosotros. El Portugues aprovecho lo mejor que pudo este duro reves, pues distribuyo a los sobrevivientes de la Santiago como Oficiales en los demas Naos, y coloco a Serrano como Capitan de la Concepcion. La Victoria quedo con Barbosa, un experimentado marino portugues, como nuevo capitan.
Con un mando completamente renovado proseguimos nuestro viaje hacia el sur, buscando ese condenado paso. A medida que nos acercabamos al fin del mundo, la costa se volvia mas escollosa y llena de peligrosas salientes. Dado que era peligroso avanzar con todas las Naos a ciegas entre esos riscos, el Capitan habia mandado a que siempre una Nao fuese primero a surcar y encontrar la mejor ruta, luego volviese y guiase a las otras. Este metodo, aunque hacia mas seguro el viaje, tambien lo hacia mas largo y tedioso.
Y un dia, por fin, hallamos algo que parecia ser un complicadisimo y laberintico estrecho. El paso, que mas que paso era un minusculo corredor entre dos enormes masas de tierra dura como el carbon, en donde hasta costaba hincar un pico.
Tardamos innumerables dias en cruzar el estrecho, que el Portugues nombro "De todos los Santos", seguramente porque hacian falta no uno o dos, sino absolutamente todos los Santos que alaban al Cordero para que hubiesemos realizado tamaño milagro.
Pero en eso, cuando ya parecia que las cosas estaban por fin saliendo como era debido, enfrentamos una nueva sublevacion. Ese dia (ya casi saliamos del estrecho al lado suroeste del contintente) habia mandado a dos Naos a explorar el derrotero: la San Antonio y la Concepcion. Y fue en la San Antonio, donde el Portugues habia cometido el error de dejar de Capitan a Alvaro de Mezquita (es sabido que capitan que sufre motin, tarde o temprano, termina perdiendo el botin), en donde estallo una nueva revuelta. No supimos muy bien lo que paso hasta que pudimos hallar, varios dias mas adelante, a la Concepcion casi a la salida del estrecho. Al parecer algunos marineros, que habian quedado furiosos desde el motin anterior, no  hacian mas que esperar su oportunidad para abandonar la expedicion. Cuando la San Antonio fue enviada a la vanguardia y se separo por varios dias del resto de las otras Naos, vieron su oportunidad: Es una incognita que hicieron con el pobre Alvaro de Mezquita. Pueden haberlo degollado y tirado a la mar, o haberlo tirado a la mar sin degollar, o haberlo encarcelado. Espero, sinceramente, que sea esta ultima. Solo cuando estemos de vuelta en Castilla podremos saber que ha sido de el, en el caso de que hayan conseguido volver.


Ya solo eran tres las Naos, Victoria, Concepcion y Trinidad. Pero habiamos encontrado el paso. Ni Polo ni el Genoves pudieron lograr lo que nosotros. ¡El paso a las Indias!. Y como si hubieramos llegado al cielo atravesando un infierno, el mitico y tan terrible mar del sur nos recibia calmo y sonriente, sin mas agitaciones que una calida brisa, por lo cual lo nombramos Pacifico.
Permitanme que les narre, aprovechando la calma que ahora nos invade, un poco mas acerca de nuestro Capitan. El Portugues, segun nos habiamos enterado, era lusitano de nacimiento. Antes de volverse explorador, habia sido soldado y combatiente en varias batallas para el Imperio Portugues. En una de estas batallas fue gravemente herido de lanza en la pierna derecha, quedando con la famosa cojera que todos le conociamos. Supongo que fue esta imposibilidad para seguir sus campañas por tierra lo que lo llevo a querer llevarlas por mar, en donde los mastiles son las piernas y las velas los musculos. Y fue quizas la ambicion de renombre, quizas su natural astucia, la que lo llevo un buen dia a audicionar con su majestad para proponerle el audaz proyecto que luego llevariamos a cabo: hallar un paso occidental hacia las indias orientales. El Portugues sabia muy bien la herida abierta que significaba para los reyes de Portugal los fracasos y derrotas que habian sufrido, en materia de navegacion, contra los reyes Catolicos cuando se trataba del nuevo mundo.
Contrariamente a lo que esperaba, obtuvo en la corte el mismo resultado que antes obtuviera el Genoves Colon. El Rey Manuel I se nego de lleno a sus pretensiones. Se nego a brindarle naves o medios para adquirirlas, y cuando el Portugues solicito que al menos se le aumentara al pension por ser un soldado lisiado en guerras de su majestad, fue directamente despreciado por el Rey. Su majestad solo accedio a una peticion: la de liberar a ese soldado cojo y pretensioso de sus obligaciones para con la corona, dejandolo libre para ofrecer sus locos proyectos a otro Rey.
Luego de la humillacion sufrida, el Portugues salio de su patria con un nuevo deseo sumado a los anteriores: revancha contra ese altivo y horrible rey que era Manuel I. Si su propio Rey se negaba a asistirlo, ¿que mejor venganza habia que ofrecerle sus servicios al peor enemigo de aquel? Siguiendo los pasos del Genoves, El Portugues llego a la corte Española y, tras un año entero de gestiones, logro por fin una entrevista con nuestra majestad Carlos I.
Nadie comprendio nunca como El Portugues convencio a nuestro rey de aceptar la expedicion, pero lo cierto es que el Portuges, que habia entrado casi como un pordiosero, salio como un Capitan de su majestad, con un sueldo de cincuenta mil maravedis, cien mil maravedis extras por cada mes de expedicion, y un edicto que lo hacia poseedor de un quintal del tesoro que lograse traer asi como tambien de una veinteava parte de las rentas de toda tierra que descubriera para la Corona.
Las cabezas y los corazones de los Monarcas, esos seres designados por Dios todopoderoso para regir los asuntos terrenales, son tan misteriosos y volatiles como el corazon de la mas doncella de las mujeres. ¿como se explica que, luego de despreciar y rechazar los proyectos del Portuges, Manuel I hiciera todo lo posible por impedirle zarpar bajo la bandera de Castilla? Hasta se llego a decir que Manuel habia enviado asesinos para asesinar al Capitan antes de que zarpe.
Pero pese a todas las tentativas del Rey de Portugal, zarpamos. Zarpamos y atravesamos el oceano todo, hasta los confines mismos. Ahora habiamos hallado el paso, y zurcabamos, ya no todos pero si todavia bastantes, los calmos mares del Sur.









No hay comentarios.: