3 jul 2019


"Quierese asi alla donde se puede lo que se quiere, y no mas inquieras"

Divina Comedia, Canto Quinto

"Me ocurría a veces que todo se dejaba andar, se ablandaba y cedía terreno, aceptando sin resistencia que se pudiera ir así de una cosa a otra. Digo que me ocurría, aunque una estúpida esperanza quisiera creer que acaso ha de ocurrirme todavía" (Cortazar)

Siempre me gusto el cafe, y por eso no es raro que desde joven haya soñado con ser mozo de piso. Pero, ¿que es un mozo de piso? Uno podria pensar que es un muchacho apuesto que se arrastra siempre a ras del suelo, pero no.
El mozo de piso es un chico o una chica (pero entonces es moza) que sirve y/o vende cafe, facturas y galletitas  que tienen a su cargo el piso de un gran edificio. Los edificios chicos, por lo general, tienen portero y a veces acensorista (aunque ahora y en realidad desde hace tiempo casi nunca) pero nunca mozo de piso. Como la mayoria vive o trabaja en edificios chicos, muchos no conocen a los mozos de piso. Tal vez sea la primera vez que hayas oido hablar de ellos.
No voy a caer en el juego literario. No me dejare tentar (al menos por una vez) por el facilismo de decir que son una secta secreta o una antigua orden que data del tiempo de Caligula. Son asalariados. Aunque, pensandolo bien, no es del todo falso lo primero, lo de la orden milenaria. Gente que escancia bebidas en los grandes palacios existen desde que existen esos grandes palacios. La misma logica del gran complejo edilicio exige cierta eficiencia. El palacio viene con los criados, el Feudo con los siervos.
Volviendo a los edificios chicos, alli rige un poco la logica de la propia casa. Es decir, el que quiere cafe que se lo prepare y si no se lo quiere preparar, que salga afuera y lo compre. O que no lo tome. El edificio mediano suele recurrir (muchos grandes edificios tambien, lamentablemente) a las inmundas maquinas de cafe instantaneo. Esta tendencia industrialista fue en aumento durante las ultimas decadas, pero por suerte en los ultimos tiempos se esta revirtiendo. Quizas fue porque, avidos de contacto humano, los oficinistas y empleados se encariñaban morbosamente con las maquinas, e incluso he sabido de un caso en que un oficinista visitaba asiduamente un sotano, un sotano donde solo habia una cosa: una vieja maquina de cafe... y... en fin. Es una historia larga y diferente a esta que cuento. Aqui no hablamos de maquinas sino de mozos de piso. Y mozas.
Decia que la logica palaciega de las grandes construcciones (Versalles, Palacio de Invierno, Palacio del Hacha) ha exigido siempre seres humanos estrategicamente ubicados y bien provistos de comida y bebida. No fuese cosa que Luis XIV, El Zar Alejandro o el Rey Minos se levantasen con un antojo de madrugada y no hubiese nadie listo y preparado con una pieza de pavo o un vasito de Vodka.
La misma logica impera para la Torre de YPF y El enorme mausoleo (una manzana entera) que es la Casa Central del Banco de la Nacion Argentina. Yo he tenido la desgracia de trabajar en ambos, y casi lo unico positivo de mis experiencias fueron, por supuesto, mi interaccion con los mozos de piso.
Para empezar, venden cafe. En segundo lugar, tambien facturas. Titas, Rhodesias, donuts, chocolates. En tercer lugar, siempre te regalan azucar o servilletas (son inmensamente generosos con los insumos, porque despues de todos los paga la empresa). Cuarto: estan siempre de buen humor. Cinco, estan ubicados en puntos ciegos, lejos de las camaras y de los pasillos transitados. En resumen: el area de los mozos de piso es siempre un oasis para quien, como yo, busca escaparse del trabajo por un rato. O por varios ratos, por ratazos. Habre pasado tardes enteras escondiendome de mis jefes en los escondites de los mozos de piso, tomando cafe y charlando de futbol, de politica, de musica o de lo que sea.
Siempre me sorprendia su constante buen humor, su despreocupacion. Me imagino que es porque su trabajo es endemoniadamente simple, ademas de felizmente reconfortante: servir cafe y facturas. Todos quieren siempre un cafe, nadie le dice que no a una medialuna. Nadie esta apurado por tomar el cafe. Todo lo contrario. Los oficinistas aprovechamos al maximo cualquier oportunidad para escapar de la prision diaria de nuestras tareas. Si pudieramos alargariamos ese cafe hasta el infinito.

 Un mozo de piso es siempre un amigo. Una moza tambien, y hasta puede ser algo mas si uno es conversador y tiene mucho tiempo para perder. Cuando trabajaba en la torre de YPF, yo tenia.
Recuerdo una prolongada aventura que tuve con la moza del piso 19 de la torre de YPF. Antes de hablarles de la aventura tengo que hablarles de la torre. En esa epoca solia decirle asi: La torre. Un nombre que ciertamente tenia ciertas reminiscencias medievales y hasta magicas. La torre oscura, con el ojo de Sauron, el ojo que todo lo ve. La torre, ubicada en  era (aun es) una mole de treinta y tres pisos de paredes de vidrio espejo blindado. ciento sesenta metros verticales de acero y vidrio. En su momento era uno de los edificios inteligentes mas grandes y mas modernos de la ciudad. Ubicada al 515 del bv Macacha Guemes, domina absoltamente todo el panorama de puerto madero. Yo comence a trabajar en la torre a mediados de 2011. Como el edificio se habia terminado en 2008, todo tenia aun un aire a pulido, a limpio, a nuevo. Cuando transponia las puertas de la torre uno tenia la sensacion de salir de Argentina, de dejar atras al tercer mundo para ingresar en algo que era el futuro, un futuro posible. Los dos mil empleados que trabajabamos en la torre asi lo creiamos. Habia algo de la psicopatia que Ballard nos narra en "El Rascacielos". Eso de creerse (falsamente) una comunidad, como si fuesemos un monasterio o un pequeño pais. Y es que de alguna manera, con su clima siempre perfecto , sus paredes de vidrio que dejaban entrar la luz y su perfecto funcionamiento (los asensores funcionaban como un tren bala japones) la torre era ciertamente inspiradora. Ni siquiera su horrible mobiliario postmoderno la hacia palidecer. Cuando uno la miraba desde afuera, la torre reflejaba siempre el color del cielo, y hasta reflejaba las nubes. Era celeste brillante un dia de sol, azul marino los dias de frio, gris los dias de lluvia. Como si fuese invisible, como si fuese magica. Daba la impresion de ser una enorme espada recortada contra el cielo. Nautilus: la espada de los mares. Recuerdo que solia llamarla asi tambien. Esta especie de camuflaje de espejo lo compartia la torre con otros gigantes edilicios de la ciudad, como la torre Bank Boston o el Edificio Republica. Todos son del mismo arquitecto. Lo se porque lo busque.
La torre tenia ademas otros elementos que contribuian a considerarlo un espacio sobrenatural, donde las reglas del mundo ordinario no corrian o se alteraban. Una de ellas era El Bosque. Porque habia, creanlo quien lo quiera creer, un bosque dentro de la torre. No estoy hablando en sentido figurado. Me refiero a un bosque real. Un verdadero bosque de Eucaliptos 100% reales, estaba ubicado en el piso veintiseis y los arboles crecian y crecian hasta el piso treinta y uno. Bien pensado, era el mismo corazon del edificio. Hay quien decia que el edificio era una mera excusa para camuflar los arboles, y que entre esos eucaliptos estaban el Arbol de la Vida y el Arbol del Conocimiento. Como el area era cerrada (una especie de pulmon del edificio) me fue imposible comprobarlo.
El comedor, con restaurante propio, estaba en el piso quince. El piso dieciseis era area de recreacion y esparcimiento, basicamente mesas para comer, sillones, puffs y maquinas de cafe y golosinas. En mis primeros dias solia pasar mis buenos ratos mirando la ciudad echado en un puff desde casi cien metros de altura.
Otro aspecto a considerar era la numerologia de la torre, de claras resonancias masonicas y ocultistas. Si bien "oficialmente" la torre tenia 33 pisos (mismo numero de piso que grados en la Masoneria) lo cierto es que habia 3 pisos mas a los cuales no se podia llegar ni por asensores o escalera. ¿que habia en esos pisos? Los pisos del 30 al 33 eran todos de la presidencia. ¿quien podia estar mas alto que el Gran Maestre Grado 33? Algunos decian que en la trinidad de pisos superiores estaban el padre, el hijo y el espiritu santo. La trinidad o el numero tres esta presente en todo el diseño. Tiene ademas 3 subsuelos y una planta baja. Recuerdo que cuando lei la Divina Comedia note una misteriosa similitud entre la estructura de la obra de Dante y la estructura de la Torre. Porque mientras la Comedia consta de 100 cantos dividios en 33+33+33+1 ( 33 cantos para el Infierno, 33 para el Purgatorio, 33 para el Cielo y 1 canto introductorio) la torre tenia una estructura de 3+33+3+1 (3 subsuelos, 33 pisos y 3 pisos superiores, mas la planta baja). Es sabido que la estructura de la Divina Comedia expresa la trinidad en el tres y la perfeccion en el cien, siento 99+1 la suma de Dios y Hombre. Dios que es uno y tres. Asi como en la comedia cada estrofa esta compuesta por 3 versos, asi tambien en la torre cada piso esta dividido en tres alas. La torre tiene seis asensores. Y si bien la base de la torre es cuadrangular, al estar conformada por prismas yuxtapuestos, da la impresion de ser triangualar de cara al rio y cuadrada de cara a la ciudad. Dejo a los entendidos en Cabalistica y Pitagorismo este extraño viraje de 45 grados del cuatro al tres o del tres al cuatro segun se vaya o se venga. Casi todas las medidas de longitud, peso o cantidad de la torre estan compuestas por multiplos del tres, del siete o del diez.
La torre tenia ademas un anfiteatro, un helipuerto, un bosquecillo que rodeaba el edificio, una laguna, salas de reuniones, y muchas otras cosas que... en fin... podria llenar aun varios parrafos hablando solo de la numerologia y las jugosas teorias y especulaciones que podrian derivarse, pero me perderia de hablarles de las mozas de piso (naturalmente habia tres por cada piso, uno por ala), por lo cual le dejo al lector la tarea de seguir hasta el final aquel camino.
Por lo demas, cuando yo trabajaba en la torre tenia veinte años y no estaba aun interesado en aquellos tejemanejes magicos. El mundo era para mi real y concreto, y real y concretas eran las oportunidades que tenia al alcance. En esa epoca recien comenzaba a trabajar. Recien comenzaba a estudiar tambien. Recien comenzaba a escribir. En suma, recien empezaba a vivir. Miraba todo con ojos los suficientemente nuevos para encontrar en todo una pregunta interesante y al mismo tiempo una respuesta util. Tomaba a la gente tal como era y tenia tambien, para resumir, toda la bateria de armas de la juventud. Solo carecia de una cosa: amor al trabajo.
Ante la acusacion de vagancia (que de todos modos no rechazo, basta con leer a Lafargue o a Bertrand Rusell) puedo decir que mas que falta de energia o dedicacion lo mio era un celo ferozmente egoista sobre el empleo de mi propio tiempo. Notese que dije "propio", porque asi lo consideraba entonces y asi lo considero ahora. Mi contradiccion radicaba (¿tiempo pasado?) en la necesidad fisica de tener que emplearme y la necesidad espiritual de usar todo mi tiempo para mi, para mi mismo, siempre para mi. El resultado era que apenas podia me escapaba a dormir la siesta o a leer a los bancos o rotondas del puerto. Rapidamente descubri que como el edificio era de vidrio, cualquiera podria verme desde adentro, y que como muchas veces suele succeder el mejor escondite es siempre en el lugar mas peligroso, que en este caso era dentro del edificio mismo. Pronto me dedique a vagar por los pisos aprendiendo al dedillo sus disposiciones. Este relato es, obviamente, fruto de esos recorridos. Fue tambien recorriendo que comprendi que los mejores pisos para esconderse o para pasar desapercibido eran los pisos altos. Esto obedecia a varias razones. Primero, mi oficina quedaba en el primer piso (el rango mas bajo, porque eramos de servicios informaticos). Mi jefe ocupaba tambien ese piso y el gerente de informatica estaba en el piso segundo. La mayoria de personas que veia diariamente eran de esos pisos o de los contiguos. En esos pisos me conocian, sabian que hacia. Algunos hasta sabian mi nombre. Me di cuenta que la torre se dividia informalmente en tres sectores demarcados. Del piso primero al once eramos casi todos empleados de rangos bajos: tecnicos, oficinistas, cadetes, contratados y demases reemplazables. Los pisos del diez al dieciseis eran ocupados por gerencias medias, supervisores, vendedores, y por los comedores que ya relate. Esta mitad inferior del edificio era por lejos la mas poblada. Poblacionalmente el edificio tenia la forma de una piramide. Mientras mas subia uno, menos gente encontraba. Al mismo tiempo, a medida que se subia se encontraban gerentes y jefes de cada vez mas relevancia. Lo importante es que en los pisos superiores, mas alla del dieciseis, yo no tenia nada que hacer. Los gerentes y Vip's tenian su propio soporte (ubicado en el piso octavo) por lo cual nadie conocia mi cara. Comprendi que lo unico que necesitaba para deambular por esos pisos con total impunidad era vestirme imitando la apariencia de esos gerentes de gama media, por lo cual andaba siempre mejor vestido de lo que requeria mi posicion, caracteristica que paradojicamente era interpretada por mi supervisor como un signo de querer avanzar en la empresa, cuando yo lo hacia precisamente para lo contrario, es decir para perder el tiempo todo lo posible. Si se lo piensa bien, esto explicaria como han hecho tantos jefes inutiles para llegar hasta donde estan. Una vez lei un aforismo de Nietzsche que decia que uno corria delante de otros que lo seguian. Lo hacia para escapar, pero los que lo seguian creian que los guiaba.

Francisca (omito el apellido) era la Moza de piso del ala izquierda del piso diecinueve. La habia notado casi los primeros dias de mis paseos por los pisos superiores, pero no comenze a prestarle especial atencion hasta que comence a ir especificamente a perder el tiempo al diecinueve. Para ese entonces ya tenia relaciones amistosas con varios mozos de los pisos inferiores. Incluso habia ido a jugar al futbol con un mozo tocayo del octavo. En mis recorridos diarios solia pasar de diez a treinta minutos charlado y tomando cafe con cada uno. Esto me era muy util para entablar relaciones con otros sectores que tambien recorrian el reverso del edificio en busca de no hacer nada: asensoristas, tecnicos de mantenimiento de maquinas expendedoras, personal de limpieza, electricistas. Como yo era tambien del area de mantenimiento (de computadoras) estabamos de algun modo hermanados. Eramos las hormigas invisibles que silenciosa pero ininterrumpidamente mantenian funcionando los engranajes de la torre: sus luces, sus canales de comunicacion, el funcionamiento que ignoraban los que solo la utilizaban sin comprenderla.
No recuerdo bien cuando fue que la vi. Debe haber sido algo trivial. El diecinueve no tenia nada de particular comparado con sus pisos aledaños superiores e inferiores. Era espacioso y poco concurrido. Los pisos medios, ni demasiado llenos ni demasiado importantes, eran perfectos para pasar desapercibido. Supongo que la habre visto la primera vez que se me dio por tomar un cafe en el ala izquierda. Siempre preferia el ala izquierda. Primero porque tenian vista al rio. Segundo porque daba directamente al montacarga, es decir, al asensor de servicio, que tardaba mas tiempo en llegar, era mas grande, parecia una prision de acero y nunca era abordado por gerentes o por ningun idiota de traje que te preguntase quien eras o que hacias. El montacarga solo era abordado por proletarios. El unico que usaba traje (un traje falso, es cierto, mas de camuflaje que otra cosa) era yo. Pero a mi ya me conocian. En fin, supongo que debo haber ido a tomar un cafe y la debo haber visto: bajita, morena, de nariz puntiaguda y respingona, con ojos algo achinados. Le debo haber pedido un cafe y haberle dado charla. Siempre le daba charla a los mozos, solo por hablar, para hacer tiempo y saber si era aliado o enemigo, porque hasta en los proletarios hay traidores, y ya sabia que algunos mozos de pisos eran odiados por sus compañeros por ser consumados soplones y espias.
En ese momento, o tal vez mas adelante, cuando ya estabamos enredados, supe que desde un principio me habia gustado. Creo que fue su cara, o mas precisamente la expresion que mantenia. Una expresion doble. Por un lado simulaba estar muy seria. Como si fuera un guardia de seguridad, un asensorista clasico o un granadero. Al principio, nunca me hablaba cuando me miraba. Miraba al frente, a un punto de la pared. Sus expresiones eran neutras, su tono de voz profesionalmente cordial. Y al mismo tiempo, como si tuviese otra cara detras de su cara de Moza del diecinueve, asomaba otra Francisca. Ironica, despreciativa, una verdadera Dragona. Le intui esa tigresa con el correr de las semanas. Fueron gestos, alusiones de doble sentido, terribles sonrisas veladas que apenas asomaban para volver a sumergirse en la descomprometida sonrisita de horario laboral. Un dia, mientras charlabamos, note que me miraba. O mas bien, que me habia mirado. Un vistazo rapido que solo pude sentir, pues cuando la mire ya tenia el rostro vuelto al frente. En esa mirada, en esa cara de un segudo, me gusta creer que vi sus verdaderos rasgos y... ¿como describirlos? Es imposible, al menos para mi, transmitir la extraña belleza de su cara, el extraño juego que hacian sus ojos de Condorhuasi con su nariz mas bien española y su boca constantemente cambiante como un rio revuelto  Porque mas que belleza era gracia. Una cara graciosa. Es necesario ver una cara asi para entender que lo gracioso puede llegar a ser muy lindo, si se quiere. De ahi en adelante visite mas asiduamente el diecinueve. Casi con exclusividad, diria yo.
Charlando y charlando me entere de muchas cosas. Que era tucumana, que se habia casado y luego separado, que tenia un hijo de pocos años y de que me llevaba unos cuantos años. Tambien fui notando otras cosas, cosas que no me contaba pero que podia descubrir por mi mismo: que le gustaban el blanco y el lila, que preferia el te al cafe, que se bañaba por la mañana en vez de por la noche (como era mi caso) que dormia mas los fines de semana que los dias de semana, que siempre, lloviera o tronara o se acabara el mundo, usaba el mismo peinado de cola de caballo. Tambien fui contandole cosas mias: que vivia en Vicente Lopez, que era informatico, que preferia los trenes a los colectivos, que estaba de novio hacia unos meses. Supongo que ella tambien se habra enterado de otras cosas. Cosas que no le dije pero que fui o no fui dejandole saber. Un dia, mientras yo estaba enfrascado en una aburrida critica del proyecto politico Kirchnerista, se giro y me miro de frente. Me gusto el blanco de sus ojos. Me acerque y sin inmediaciones le di un beso. Corto y uno. Despues dos o tres, no recuerdo cuantos, pero si que fueron mas largos. Recuerdo haber pensado que olia a Manzanas (pero esto lo anote mas tarde en algun cuaderno, y seguramente es mentira, vil fruto de la poesia). Su cabeza quedaba a la altura de mi pecho. Supongo que todas las tucumanas son bajitas.
Desde ese dia comence a vivir una doble vida. No lo digo en el sentido vulgar de quien tiene una aventura o de quien sostiene dos familias. Lo digo en el sentido en que lo diria Un Polo que soñara ser el Gran Khan o en el que Alicia lo diria si pudiese ir y volver de Wonderland todos los dias de nueve a cinco. La sensacion de que las reglas del mundo no corrian para el Universo-torre, que ya venia experimentando desde que habia comenzado a trabajar ahi, se intensifico hasta un punto irreal desde que comence mis relaciones con Francisca. Eramos una de las tantas parejas formadas dentro de la torre, en sus pasillos, en sus asensores, entre sus kilometros de escaleras, sobre sus escritoros, bajo sus antenas, tras sus vidrios espejados. Con el tiempo me entere que eramos varios, los novios. Porque asi nos conocian en la torre. "Los novios". Dentro de la torre, Francisca era mi novia oficial. Un poco en sorna y un poco en serio, los demas mozos y empleados de trasfondo pasaban a burlarse por el area de servicio del ala izquierda del diecinueve. Siempre nos encontraban charlando, tomando cafe. Al principio disimulabamos, pensabamos que era necesario guardar las apariencias. Cuando ambos supimos que habia todo un submundo de relaciones ilicitas (quiero decir, fuera de la torre) dejamos de ocultarlo y andabamos de la mano cuando no directamente a los besos. A veces venian otras parejas, de otros pisos, a charlar y comer facturas con nosotros. A veces eramos nosotros los que ibamos al catorce o al siete a visitar otras parejas. Recuerdo con especial cariño a la pareja que formaban un repartidor de correo interno y un tecnico de maquinas de cafe. Afuera de la torre, ambos eran casados y con sendos hijos. Dentro de la torre habian encontrado una nueva manera de ser y de hacer las cosas. Parecian inmensamente felices. Nosotros tambien debimos de parecerlo. Y sin embargo...

Sin embargo, nunca llegamos a mas. Nunca nos acostamos juntos, por ejemplo. Nunca nos vimos, ni siquiera una sola vez, afuera de la torre. Si queriamos pasear ibamos a los pisos desiertos. Si queriamos intimidad conociamos los cuartos desiertos, los pequeños depositos de repuestos, de toner, de resmas, de insumos. Si queriamos salir a comer ibamos al patio de comidas. Ni siquiera atinamos a ir a los carritos de la costanera. Creo que ambos lo entendiamos: no solo la magia, sino la mecanica misma que hacia que nuestra relacion funcione, operaba exclusivamente dentro de la torre. Ambos sabiamos que fuera de la torre, en el mundo, eramos otros. Supongo que en cuanto transponia la puerta de salida, todavia vestida con el uniforme de moza (un uniforme bizarramente parecido a los de un cocinero o mozo de bar, mezcla de azafata y ayudante de cocina) las reglas y compromisos del mundo caian sobre ella como una llovizna repentina, y yo dejaba de existir. Algo parecido me pasaba a mi cuando me subia al micro que me llevaba a Retiro. Sentia que me despertaba de un sueño o que entraba en uno. Fiel a mi mencionado egoismo, siempre ha sido una regla, una constante en mi vida, olvidarme de absolutamente todo lo concerniente al trabajo una vez que termino mi jornada. A veces, cuando tenia problemas en mi vida o algun ambito externo a la torre hacia mas dificil que cayera bajo el influjo de esta, ni siquiera iba al diecinueve. Habia dias en que solo trabajaba, instalaba equipos, solucionaba problemas de compatibilidad. Dias en que ni siquiera me acordaba de Francisca, y otros dias en que la deseaba terriblemente, en que buscaba cualquier pretexto, cualquier cosa que me acercase a los asensores que me llevaban alla, a lo alto.

Jamas le pregunte que hacia o con quien andaba en el mundo. Ella tampoco preguntaba. Sabia de mi novia de la misma forma como yo sabia de su hijo: por lo que elegiamos contarnos. Era una regla implicita en nuestra relacion. Asi no habia necesidad de mentir. La mayoria de nuestras charlas eran asi: gratuitas.

Todo duraria tanto como durara la torre o cuanto durara nuestra relacion con ella. Despues de todo, por mas magica que fuese, la torre era un edificio comercial. Todo lo que contenia era comercial, corporativo, sujeto a negocio, dependiente de un presupuesto. Tambien las relaciones que contenia estaban supeditadas a las relaciones comerciales. Despues de todo el amor no paga las cuentas. Marxismo puro.

Salimos (bueno, salir es una manera paradojica de definir nuestra relacion, tan interior) hasta que a mi me echaron, lo cual ocurrio casi al cabo de un año de trabajar ahi. Recuerdo que no le avise que me iba, que ya no volveria la torre. Y es que no era necesario: cuando alguien no aparecia por un tiempo innegablemente largo para enfermedades, suponiamos que lo habian echado. Era una baja, un compañero caido. Una lastima, si, pero no el fin del mundo. Despues de todo, la torre seguiria adelante, continuaria estando ahi. Y eso era lo importante. Y ademas, no avisar era comodo: evitaba las despedidas.

No recuerdo la ultima vez que nos vimos. Proablemente, porque no tiene nada de especial, nada de diferente de las otras veces. Seguramente habremos charlado, yo habre tomado cafe (Francisca lo preparaba a las mil maravillas) y ella Te de Manzanilla. Hablemos hablado de los feriados y de las horas de sueño de cada uno. De los compañeros de jardin de su hijo o de lo idiotas que son los oficinistas a la hora de cambiar de sistema operativo en su PC. Despues ella se habria arrimado a las solapas de mi saco-disfraz y se habria puesto en puntas de pie, o tal vez yo me hubiera acercado tomandola por la cintura. De algun modo era siempre lo mismo, casi parte de una rutina. Pero era una rutina que elegiamos nosotros, una rutina que nos gustaba. Soliamos bromear y compararnos con Winston Y Julia. Yo le habia contado de Orwell, de Bradbury, de Dostoievski. No era muy amante de los libros, ni de nada que no fuese practico. Res Non Verba, me habria dicho si supiese Latin. La ultima vez era como la decimoctava, la primera como la ultima.

¿seria de ese entonces o es de ahora aquella conversacion? Si no es de aquella epoca entonces fue un sueño. De todos modos, no habria mucha diferencia entre ambas ahora mismo. No hay diferencia entre Chuang Tzu y la mariposa. En el sueño o en la torre, charlamos del cuento. Mas bien, yo charlaba y ella escuchaba o hacia de cuenta que. Pero mas que charlar yo queria leerle el cuento entero. Leerle "el otro cielo" para que entendiera la similitud, como ella era un poco Josiane y yo un poco el corredor de Bolsa, y como la torre era la galeria. Pero tambien las diferencias, porque nosotros no teniamos que empujar el aire con los hombros o seguir al conejo para hallar el pasaje magico que nos sacase de la rutina. Porque a nosotros era precisamente la rutina la que nos llevaba a traves de la madriguera. El despertador era el circulo magico, el colectivo o el subte eran la varita magica. No teniamos mas Laurent ni mas Calabaza que el temido telegrama de despido o que la incipiente nacionalizacion de YPF. Lo mio era la tipica mania del bibliofilo de vivir dentro de sus libros, o del audiofilo dentro de sus discos, o del realista dentro de sus calles y oficinas. Naturalmente no pude leerle mas que dos o tres parrafos. En ese momento quise creer que comprendio, y aun ahora me gusta pensarlo asi.

Nuestro falso cielo era mucho mas solido que el del cuento. No era de estuco ni de claraboyas sino de solido acero y vidrio blindado. Era un cielo de ciento sesenta metros, de ultima generacion, un cielo con Wi - Fi, que cotizaba comodamente en bolsa.

No volvi a pensar en ella despues de dejar la torre. No pense en todo ese universo durante mucho tiempo. Estaba ocupado buscando trabajo, intentando no dejar la facultad, sumergido ya en otros mundos, en otros universos, en otras narraciones. Y asi y todo, ahora comprendo que la presencia Francisca ha estado siempre ahi, parpadeante, igualmente que siempre ha estado ahi la presencia de la torre como un inmenso ojo que me observa mientras camino por Corrientes, por Florida, por Lavalle...

A veces pienso que Francisca nunca existió. O al menos, no realmente. Pienso que fue un Fantasma, es decir, un holograma de mi mente o con entidad propia, pero que solo podia existir dentro de los limites de la torre.

Ahora mismo, si soy sincero, no podria evocar su rostro completo. Solo me ha quedado la expresion de su boca cuando ella mostraba a la tigresa. El gesto oblicuo de sus ojos esquivos. Lo recta que se paraba cuando entraba alguien desconocido, su manera de mirarme entre codiciosa y desconfiada, su risa silenciosa. Lo exageradamente lacio de su pelo. ¿la reconoceria si la cruzase en la calle? Probablemente no. Para volver a verla, para reencontrarnos realmente, haria falta la torre; La torre mediando entre nosotros. Despues de todo...

Despues de todo no es "desde siempre" que quiero ser mozo de piso. Quizas sea mentira que siempre me ha gustado el cafe. Incluso puede ser falso que sea un vago innato. Quizas sea la voluntad de la torre, todo esto, este relato tambien, una excusa para volver a la torre.

2 comentarios:

Jora dijo...

Titular el cuento como “La Torre” sería demasiado fácil…

Casi que recuerdo esa sociabilización de supervivencia que se forja en los trabajos. Algunas más fuertes que otras, la mayoría de una superficialidad de rutina futbolera. Creí formar amistades, y otras cosas, pero generalmente todo nace y muere (por suerte quizás) en el trabajo. El mio no era una torre pero tenía sus pabellones aunque eran menos los lugares para “vaguear” sin que te reconozcan y no se vehía el rio sino una plaza. Recuerdo a un par de compañeras, que no eran precisamente mozas, pero quizás en algún cuento, de una escribí ya un breve posteo.

Por cierto… ¡Esa referencia a las máquinas de café sí se puede leer amewo!

Anónimo dijo...

Si, "la torre" era el nombre que primero se me vino a la mente. Pero despues recorde que ya tengo un cuento que se llama "la torre". Ademas, no estoy del todo seguro de si trata esencialmente de la torre. La verdad iba a ir por otros derroteros pero el cuento se fue escribiendo solo, por puras asociaciones, recuerdos, sentimientos e invenciones sobre lo anterior. Por ahi lo interesante del cuento es que va un poco contra eso que mencionas, es decir, contra esa paradoja rutina/vida real que esta tan sabida. Por eso la cita de "el otro cielo" de Cortazar, que es un cuento que habla precisamente de esa dualidad "mundo libertad" y "mundo rutina". Le doy una torcida Ballardesca y en vez de crear una estructura "de pasaje" (usando lenguaje Cortazariano) intento crear una estructura como de huevo de pascua. No dos realidades entre las cuales vamos y venimos sino realidades dentro de realidades, de las cuales entramos y salimos. Por eso la torre es importante, porque es el contenedor de una de esas realidades... narrativas?