Ahora es el calor humedo y pegajoso del baño, de unas paredes demasiado bajas, de un ambiente que se agranda y se achica con la respiracion, es un tiempo que se acelera y se desacelera como una soga elastica, algo que carraspea y tiene pequeñas explosiones, como si un orden luchara con la materia elastica, pugnando por emerger, por configurarse en cualquier momento sobre el aire ceniciento de la casa.
No importa, pues yo aguanto. Soporto. Las melodias de Garcia suenan de fondo, el sol se filtra como una proyeccion por los vidrios polvorientos. Yo estoy aca, los planetas giran, Celeste esta en algun lado.
Por un lado son las cosas y por el otro es el cuerpo. Dos sensaciones: El cuerpo tocando las cosas y el cuerpo tocandose a si mismo, estar y ser.
Ayer me habia despertado luego de soñar con una hechicera y cuatro discipulos, y de fondo Ganimedes, un ser mitad anciano (el hermitaño tipo tarot) mitad pajaro, con cabeza de pajaro y cuerpo de anciano. Ganimedes, satelite de Jupiter. Ganimedes, Amante de Zeus. Ganimedes, Raptado por el aguila. Ganimedes, copero de los dioses. Resulto que la cabeza era una cabeza de aguila, y entonces en realidad Jung tenia algo o mucho de razon: hay algo dentro de nuestra cabeza que no nos pertenece, que es como una entrada o una salida pero a fin de cuentas una puerta o una antena o una bandeja en donde se depositan o se retiran elementos que van mas alla de nuestra vida regida por las experiencias sensoriales, y esto es irrefutable pues yo soñe con Ganimedes.
Despues, mucho mas tarde, caminabamos bajo una lluvia que era como la transpiracion del mundo. Despues, o mucho antes, yo miraba un cielo plomizo sobre el que se alzaban edificios grises como montañas o como inmensos monolitos dedicados a dioses desconocidos, al Dios progreso, a ningun dios, a la nada. Desierto sobre desierto, diez mil años de civilizacion para llegar a las urbes de asfalto, no podria haber salido peor.
Antes o despues, nos revolcabamos con furia sobre una cama siempre deshecha, arremetiendo con furia, buscando ciegamente la conexion.
Caminabamos bajo la lluvia calida y estabamos mareados. El cielo era bajo y parecia querer desplomarse como un cielo raso casi podrido, cubierto de telarañas. Buscabamos cosas que no recuerdo, de nombres hilarantes, nos perdiamos entre las ferias.
Esa misma noche Malosetti tocaba temas de Spinetta, de Cerati, Standar del jazz cool y por supuesto suyo. Estabamos molidos y las guitarras y los bajos nos sonaban como golpes. Estabamos al borde del sueño, y Celeste buscaba las referencias mitologicas de Ganimedes y Europa, pero yo ya no estaba ahi.
La realidad misma se iba en Fade, yo oia todo perfectamente, los solos de Malosetti me inmovilizaban (es decir, a mi cuerpo, a mis manos aferradas como garras a la mesa, a mis pies acalambrados, a mis ojos abiertos como platos), me clavaban como una cruz o un tornillo al saloncito del Boris, pero yo, lo que se dice yo, estaba parcialmente en otros sitios: Estaba en mi cama, dando vueltas para uno y otro lado. Estaba en el salon del London, mirando un cuadro de Cortazar, tomando una imperial, leyendo mi futuro en un libro de Perec. Estaba en un claro y fresco palacio, sobre una loma o en un verde valle, mirando a una hechicera de aires babilonicos, de ojos negros y boca sensual, muy parecida a Belen Blanco, enseñandole a un discipulo a convertir un pesado rosario de Hierro en uno de Cobre. Los labios de la hechicera iban soplando, muy de cerca, muy despacio, una a una las esferas oscuras y llenas de herrumbre, y con cada soplido, con cada halito, se convertian en relucientes esferas cobrizas o broncineas, y los ojos y la boca y el cielo se cuajaban, cada vez, en una sonrisa burlona y seductora, mientras que yo daba vueltas en mi cuarto oscuro y asfixiante, buscando un apice de frio en la cama amplia y perpetuamente desordenada, mientras que en el mismo instante me revolvia nervioso y ausente en la incomoda butaca plastica del Boris Club, entre snobs, gente del jet set, Celeste y dos tres piojosos con buen oido, identicos a mi.
Mis sienes estaban, cada una, a kilometros de su hermana espejada, y mi cabeza era como un gran globo gelatinoso, difuso e invisible, que abarcaba varias realidades a un tiempo, y todo era un poco como en "El Perseguidor", analogia muy fortuita porque a un mismo tiempo escuchaba Jazz para un muerto reciente, me ahogaba entre las sabanas y miraba un cuadro de Cortazar.
Casi no pude prestarle atencion a la desorbitante version de "Despiertate Nena". Malosetti desmenuzaba el espacio y el tiempo, virtuosismo que aplastaba la escala, que sobrecargaba mi ya sobrecargado aparato perceptivo con punteos y mas punteos, y el teclado y la bateria que parecia querer desarmarse en una vibracion histerica; Pero yo no percibia todo eso porque miraba a Ganimedes, al tiranico y despotico dios con cabeza de pajaro, que amonestaba a la joven y sensual hechicera, vestida como una Hetaira, vestida como Sheena, con aires egipcios, bajo un sol del medio oriente.
Recien pude despertarme (aunque mis ojos, impavidos de un terror que ahora solo puedo narrar con la confortante seguridad del dia despues, nunca se cerraron, y nadie en el Boris habria podido siquiera sospechar que mi atencion estaba en algun otro lado) con la version homenaje a Cerati de "primavera cero". Fue un bostezo: la realidad entraba nuevamente en sus goznes, con la facilidad de una espada para entrar en su vaina, de un sexo para entrar en el otro, de un molinete para girar. Todo estaba muy bien: me habian traido otra cerveza (Scotch Ale, cool!), la sonrisa de Celeste era hermosa como siempre, Malosetti seguiria tocando por otra media hora y al llegar a casa habria cafe y las milanesas del mediodia.
1 comentario:
En cierto modo, yo tambien estaba en trance hasta hoy. No pude en dos dias, dejar de escuchar a Malosetti y a dejar de admirar estupefacta, la perfección en cada acorde. Sigo maravillada, pero ya los efectos no son los mismos. Temo que cuando uno pasa y conoce algo tan cerca de la perfeccion absoluta, luego no quiere reaccionar, no quiere saber nada de las banalidades absurdamente implantadas en la vida de uno. Tranquilamente podriamos ser un acorde, una pierna, el bajo o las manos magicas de Malosetti, y ser mas felices que ahora, en este lunes tan lunes que otra vez nos atrapó.
Cel.
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