- Bueno - dijo la mujer, dando unas ruidosas palmadas. Sus manos eran
nudosas como las raíces de un árbol viejo. Si alguien miraba bien esas manos,
indefectiblemente terminaba pensando en las patas de una gallina o en algún par
de pinzas, o en un gancho para colgar ganado.
- Bueno - volvió a decir la mujer, dando palmadas y casi gritando - La
verdad es que pensábamos matarlos a todos -. Ante esta declaración, todos
dejamos escapar un suspiro sarcástico. ¿Así que pensaban matarnos a todos?
Bueno, la verdad es que no esperábamos otra cosa. Pese a todo, una ola de
murmullos se disparo entre los presentes. Se escucharon algunos silbidos y
hasta algún que otro insulto solapado. Al escuchar los insultos, la mujer sonrió.
Su sonrisa era una mueca helada, fría como los ojos de un lagarto.
- Pensábamos matarlos a todos.- continuo la cara mascara sonriente -
pero la verdad es que nos falta una bala. -Como si fuese una cómica en un
escenario, la mujer hizo una pausa, queriendo provocar un efecto dramático- Y como
nos faltaba una bala se nos ocurrió
hacer algo divertido. Por eso es que los dispusimos de esta manera…
Efectivamente, nos habían hecho formar una ronda, un circulo casi
perfecto. En el centro mismo del circulo había, encendida, una enorme fogata.
Entre desconcertados y socarrones, nos mirábamos las caras a bajo el resplandor
del fuego. Paulatina pero progresivamente, varios rostros se fueron ensombreciendo.
Las caras, como recibiendo el impacto de una horrible realidad, se plegaban
produciendo unas arrugas mortales. Muchos habían comprendido. Yo mismo, si bien
aun no comprendía nada, era presa de un oscuro presentimiento. Habiendo juzgado
que la tensión había llegado a su punto máximo, la mujer continuo su discurso.
- A cada uno, como pueden ver, le dimos un pañuelito blanco. Ese
pañuelito no es para sonarse los mocos ni para atárselo en el cuello, como
puedo ver que hicieron varios. Ese pañuelo es para que se lo pongan de cola,
como si fuesen perros o zorros, que después de todo es lo que son. Bien. Veo
que comprenden. Sí, todos. Muy bien. Se ponen el pañuelo adentro de la camisa y
dejan una buena parte afuera, la mayor parte posible sin que se les caiga al
piso, si. Porque, adivinaron bien, si se les cae al piso estan muertos. Si no
se lo ponen de cola, también estan muertos. Bien. Ahora quiero que todos miren
la espalda de la persona que tienen a la derecha, vamos. - La mujer
volvió a dar unas palmadas que suponía eran motivadoras. Como no teníamos otra
opción, miramos la espalda de nuestro compañero de la derecha. Delante tenía un
torso que usaba camisa blanca y pantalón caqui. Del cinturón, a la altura del
coxis, salía una cola hecha de pañuelo blanco. Me di cuenta que, colores
aparte, todos en la ronda estarían viendo lo mismo que yo. Entonces la mujer
hablo por última vez.
- El juego es sencillo. A mi señal, van a empezar a correr en círculos,
persiguiendo al de adelante y esquivando al de atrás. Su objetivo es robar la
cola ajena y, mas importante, no perder la propia…
A partir de aquí, todo ocurrió rápidamente. La mujer chasqueo los dedos
y nos rodearon los guardias, armados con fusiles. Alguien dio un disparo al
aire y grito “¡A correr!” y entonces el circulo se torno una rueda. Mientras corría
para sacarle la cola al que tenia adelante, escuche un tiro. Y a los pocos
segundos, otros. Ahora entendía que apenas mi persecutor lograra sacarme la
cola, uno de los guardias me dispararía. El horror era evidente: solo uno de
nosotros quedaría vivo, aquel que quedase con la cola puesta. La horrorosa
fuerza de esta comprensión me alcanzo para, de un manotazo, arrancarle el
pañuelo al torso de pantalones caqui. Al darse cuenta que había perdido, el
torso lanzo un grito horripilante. Pero pudo gritar solo un segundo, porque un
guardia ya le había descerrajado la cabeza de un balazo.
No había llegado a escuchar el golpe del cuerpo cayendo a tierra cuando
ya estaba concentrado en el nuevo torso que corría adelante: camisa bordo y pantalón
de vestir negro. Tarde solo unos segundos en robarle la cola. No recuerdo a los
siguientes pero, llegado un momento note que quedábamos solamente cinco. A
nuestro alrededor yacían desparramados los cadáveres sin cola de los
eliminados.
Le robe la cola a una chica larguirucha enfundada en unos bluejeans,
desgraciadamente demasiado incómodos para la carrera. Tenía el pelo largo y
pajizo. Antes que la mataran pensé que parecía una estrella de rock de los
setenta. Seguí corriendo y escuche dos tiros mas: ¡pum pum, Cinco menos tres
era igual a dos! Era increíble: ¡quedábamos solo dos!
El circulo se había ido achicando con el correr del juego, y ahora, casi
pegados a la fogata, estábamos yo y ese otro, mi rival, ese que quería matarme
tanto como quería salvarse. En ese momento, mientras corríamos, éramos
exactamente iguales.
Al escuchar el último disparo, me desplome en el piso, exhausto. Echado boca arriba, veía la luna.
Al escuchar el último disparo, me desplome en el piso, exhausto. Echado boca arriba, veía la luna.
En total robe 7 pañuelos.
No estuve nada mal.
No estuve nada mal.
1 comentario:
Digo lo mismo que ya dije, por mas que lo leo una y otra vez, siento como si me estuviera tomando el pelo el final. Leer la frase final es como pensar que todo fue un chiste, no se por que tengo esa sensación.
Me gusta igual, tiene potencial para ser un poquito mas largo. Me hace acordar a ciertas peliculas de terror con poco presupuesto.
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