4 jun 2019

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Veintiuno, veintidos, veintitres, veinticuatro, veinticinco. Los billetes de cien pesos formaban una pila ordenada. Los miro unos instantes y despues se los metio en el bolsillo asi como estaban. Ayudo al tipo a bajar el bulto y despues fue al kiosko a comprarse dos botellas de cerveza. Las dos botellas costaban cien pesos. Era una cerveza amarillenta y sin cuerpo. Algo como un cadáver de cerveza. Pero mas le valía acostumbrarse. Era lo único que tomaría de ahora en adelante. Al menos por un tiempo.
¿al menos por un tiempo? Penso mientras sonreía. Un tiempo que podía ser eterno. O muy corto. A lo mejor "un tiempo" era todo el tiempo que le quedaba de vida. Todo dependía de cuanto le duraran esos veinticinco billetes. Quiero decir veinticuatro, porque ya se había gastado uno. Podía comprar cuarenta y ocho de esas horribles botellas de pis gasificado.
¿como saldría de aquello? Es decir... ¿hacia falta salir? Salir implica siempre que hay algun otro lugar, generalmente un lugar mejor, adonde ir. Salir carece completamente de significado si no hay afuera. Y, ¿lo había? Veamos - se dijo a si mismo - Si fuese Bukowski o Dostoievski escribiría algún poema o algún cuento. Algo soberbio y hermoso. Sublime. Algo sobre el hambre o la pobreza o el amor o la destrucción del mundo. Orwell habia escrito mientras dormia en las calles con los tuberculosos de Londres. Hamsun habia escrito muriendose de hambre. Artaud había escrito en el infierno de Ville-Evrard. Claro que Dostoievski y Hamsun podian hacerlo porque tenian apriori siempre algo para decir. Para ser buen escritor no alcanzaba con ser pobre y marginal. Era al revés: pobres diablos y marginales los había abajo de cada piedra (literalmente, como en aquel grabado de Goya) pero solo los buenos escritores podían darse el lujo de ser unos miserables indigentes y aun así seguir siendo lo que eran en lo mas intimo de su alma. El resto, el mismo incluido, se corrompía o simplemente se quedaba en lo estrictamente miserable. La genialidad no lo iba a sacar de donde estaba por la simple razón de que nunca la había tenido.
A esto ultimo había que sumarle que vender poemas y cuentos era algo que funcionaba en el siglo dieciocho o en el diecinueve. Hoy en día con la Internet y con todas las publicaciones del planeta al alcance de la mano eran pocos, por no decir ninguno, los que iban a soltarle unos mangos por alguna barrabasada que pudiera escribir.
Se sentó y apoyo los pies en la silla libre. La silla libre era la única silla que le quedaba. Tambien estaban la mesa, la cama, la mesa de luz, la ventana con su cortinado. La cocinilla de dos hornallas era el invitado de lujo de aquella fiesta. ¿que mas había en el departamento? No mucho mas. Un baul, un viejo ropero destartalado y lleno en su mayoría de perchas. Dos o tres camisas, dos pantalones, una campera de cuero raída y en las ultimas. Bolas de naftalina, colillas de cigarrillo, un cenicero de falso cristal. ¿Habia nombrado ya a la ventana con el cortinal? Si, si habia. Un cortinal blanco y sucio que uno de estos dias se decidiria a tirar por la ventana, hacia el callejon adonde revoleaba las botellas vacías que no eran retornables. Las botellas caian silenciosamente y estallaban con un ruido sordo. A veces ladraban los perros, a veces no.
¿que iba a hacer cuando se le acabaran las cuarenta y ocho botellas? Lo que haría era obvio. Vendería la cocinilla. O la mesa. Quizás incluso cambiase la silla por lo que le dieran en la polleria de la esquina. Era irónico el mundo en el que vivían, que valoraba mas una mesa o una silla que un poema o un cuento que hablase de lo que sea. Luego serian las prendas de ropa con perchas y todo. Luego quizás consiguiera desmontar el bidet y el inodoro. De cualquier modo para cagar le bastaba un agujero. Lo importante era mantenerse fiel al credo, nunca traicionar a su Dios. El era escritor, era escultor, era pintor... en realidad no tenia la menor idea de lo que era, pero al menos sabia que era un visionario, que era un artista. Claro que para que ser un artista había que crear la obra. Pero eso no se podía forzar. La inspiración vendría tarde o temprano o no vendría. Así de sencillo.
Las paredes blancas, el techo gris. El piso de un color indefinible. Su celda, su camarote, probablemente su tumba. Abrió la primera cerveza. Lleno el cacharro que usaba por vaso y lo vació al instante. Luego repitió la operación. Era copiar y pegar. El mismo ritual de siempre. Primero hasta el borde y luego hasta el fondo:

- ¡ArribaAbajoAlCentroyAdentro! - grito para si mismo y vació el vaso.

Copiar y pegar, copiar y pegar. La botella terminaría, como siempre, por acabarse. ¿por que? ¿por que se acababa la botella? ¿no era casi tan misterioso que se acabase como lo hubiera sido que nunca lo hiciera? Mientras abría la segunda botella (un rapido movimiento del encendedor y ¡zip! ¡voila!) decidió que una botella infinita tendría mas sentido que una que, como esta, se acabase luego de unos pocos vasos. Copiar y pegar. ¿estaba triste, estaba contento? Como de cualquier manera no estaba ahi, la pregunta no era importante. Comenzó a reírse en estallidos cortos. Sentía que las paredes se alejaban, que el departamento entero desaparecía. Las pastillas hacían un efecto soberbio con el alcohol. Ahora no estaba ahí en lo absoluto, ahora podía reírse.
¿no estaba ahí? ¿y donde estaba? Estaba en la tierra soleada y en las selvas verdes de los Yungas. Tenia veinte años menos. El sol le entraba por las pestañas. Abrio los ojos y vio un universo celeste y verde. El cielo era de un magenta furioso. La vegetacion lo hacia pensar en el mundo perdido. Era un mundo sobre las nubes. A los pocos metros, como siempre, estaba Dina. Dina era, obviamente, Dyna Glyde, una verdadera belleza de dos ruedas. Le habia costado practicamente la casa que habia heredado de su abuela. El resto se lo habia gastado viajando con ella. Pese a todo, no se arrepentia. Dina era el amor de su vida. Ademas lo habia compensado permitiendole constantes infidelidades. Giro la cabeza y recordo a Elaine. Pero mas que recordarla la estaba viendo. Ahi estaba, tendida a su lado en una reposera. Podia ver sus piernas largas y torneadas. Toda ella era como una escultura de bronce. ¿estaban frente al mar? Pero eso habia sido despues, mucho despues, casi al final. O mejor dicho al principio. Ella fue casi lo primero que desaparecio. Lo primero por supuesto fue el dinero. Todo lo demas habia ido ocurriendo como obedeciendo a una mecanica despiadada y universal. Claro que el no habia hecho mucho por evitarlo. Cuando se fue Elaine, por ejemplo. Supo que vendrian otras y vinieron (Carla, Romina, Maria) pero no fue sino hasta que tuvo que dejar a Dina (ella nunca lo hubiese abandonado) que supo que su vida habia terminado. Su vida como algo activo y determinante, como algo colorido, como algo, valga la redundancia, vivo, habia termnado. Le quedaria, le quedaba ahora un mero durar, un hueco persistir que era como la estatica de una radio que no sintoniza nada.
Abrio los ojos y vio que las paredes se habian vuelto a acercar, que estaban mas cerca que nunca. Suspiro y se puso de pie. Aun no era demasiado tarde. Bajo las esclaeras sonriendo: Todavia podia comprar cuarenta y ocho botellas.

2 comentarios:

Jora dijo...

Jajaja! Tan yo el gwacho… La pena es que parece que está tomando Brama. ¡Puta vida!

Anónimo dijo...

Bueno, es que son las mas baratas. Ademas hay una reminiscencia porque Brahma es Brasilera y justamente el protagonista recuerda una epoca en Yungas, que es la region entre bolivia y Brasil. vos decis que tiene rasgos tuyos? Y yo que pense que lo habia compuesto con actitudes bastante mias jaja. Lo volvi a releer para comentarte y la verdad me sorprendi por lo bien escrito que esta. Soy la puta hostia la verdad.