7 ago 2018

La cancion se oia en la calle oscura. No venia de ningun lado en particular, era mas bien como si naciera de cada piedra, de cada baldosa. Llovia. Veia un callejon, una pared roida por el paso de los años. Tachos y maderas ocultos por la penumbra. Asfalto gris, paredes grises de ladrillo, cielo gris encapotado y triste. Mas adelante, adoquines de un empedrado que se perdia en la neblina humeda de las pampas. El viento empujaba la nubes, mostrando cada tanto la desnudez de una luna llorosa.
Veia caer, como pequeñas cascadas, grandes chorros de agua que desbordaban de las canaletas. Llovia con furia. Las alcantarillas desbordaban. La ciudad se ahogaba, se ahogaba, se ahogaba. Nunca terminaria de ahogarse. El tap tap tap de las gruesas gotas de agua lo llenaban todo. Creaban charcos oscuros. Charcos que parecian pozos; Reflejaban el cielo amurallado de nubarrones.
La cancion sonaba. Encontraba que la oscuridad era buena. Intuitivamente.
Pero le dolia la cabeza. ¡Como le dolia! Intento sostenerse de una de las paredes, pero su cuerpo no se movia. Penso que tal vez podia llegar a aquel farol brumoso, casi espectral. Ay, como le dolia la cabeza. Dolia dolia y dolia, un tornillo que lentamente se iba cerrando, espiral centripeta sobre los parietales. Una morsa, un potro.
¿por que le dolia? Algo le subia desde la garganta. Algo como una media llena de gusanos.
"Cada persona tiene su personalisima forma de estornudar" - Fue lo primero que penso. El pensamiento se reflejo en los espejos y el reflejo le dijo - hay tantas formas particulares e irrepetibles de estornudar como seres humanos sobre la tierra. Imposible recuperar los estornudos unicos e irrepetibles de los millones de hombres y mujeres que han poblado la tierra hasta ahora.
- Infinitas formas de estornudar aun estan por venir - fue lo segundo que penso. En ese momento debio de entrarle agua en los ojos. La realidad se volvio borrosa, algo asi como una telaraña grisacea. Estaba sumergido en un tonel de aceite amarillento. Pudo abrir apenas un ojo. Sintio lagañas horribles como granos de arena. "Estornudos" - volvio a pensar.
- Ridiculo - murmuro.
- ¿que cosa? - Respondio Coneja. Estiro una mano y sintio un espacio lleno y calido, seguramente alguna parcela del cuerpo de Coneja revuelta entre las sabanas. Y entonces una, dos, tres, cuatro, cinco. Cinco puñaladas al costado de las sienes. Bailoteo de golpes al ritmo cardiaco.
- ¿que cosa? - volvio a decir Coneja.
- Lo de los estornudos - dijo el por toda explicacion, arrastrando las palabras. La pieza estaba casi en penumbras. Un maligno rayo de sol se colaba por la persiana mal cerrada.
Se levanto y entonces supo, por primera vez en el dia y de forma consciente, que le dolia la cabeza de un modo horrible. Lentamente se llevo las manos al costado de la cabeza. Como un actor. Como el grito de Munch. Horrible, se sentia horrible.
Para no escuchar las recriminaciones, tan justas como inutiles, no dijo nada. Hacer de tripas corazon. O corazon de tripas, dependiendo de lo que falte y de lo que sobre.
- Aceptaria la culpa si se me liberase del castigo; Mas hay castigo seguro, prefiero morir orgulloso e inocente.
Silencio. ¿no sonaba antes la cancion?. Recordo. Compases, fragmentos de lirica suelta. Reconocio que cancion era. Fue, como pudo, hasta el comedor, esquivando restos de comida, botellas vacias y demas esqueletos de la fiesta de la noche anterior. Se oian voces en la cocina. La fiesta aun seguia para algunos. Bien por ellos. Identifico las voces. Eran de los suyos. Los ubico mentalmente, echados entre las sillas de la cocina, sobreviviendo en la trinchera del hedonismo con los ultimos restos de vino y marihuana. Heroicos. Sentia un profundo reconocimiento.
El mareo era incurable. Todo el era un barco a la deriva. Habian soltado las cargas y las tripas se bamboleaban como toneles y muebles sueltos en la tempestad. Un mareo incurable. De todas formas se agacho. Sus dedos temblorosos husmearon como gusanos o caracoles entre las sucias cubiertas de los discos. Con los ojos entrecerrados, evitando todo corpusculo de luz, demoro unos minutos en hallar el disco indicado. Lo saco del sobre. Sintio la estatica en la yema de los dedos. El vello de los brazos tendia hacia el plastico como los girasoles tienden entre si los dias sin sol. Sentia que tenia que ir al baño. A cagar, a vomitar o a morirse.
Pero primero puso el disco.




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