- No tenes que mirarla - me había dicho una voz en mi cabeza. ¿pero que voz, la mia? ¿Por que estaba en un cuarto de hotel, de todos modos? No me lo pregunte cuando la vi, y no fue hasta que me desperte en mi pieza de soltero de San Telmo, todavia sintiendo encima esa mirada sin ojos y esa sonris sin cara, que supe que la ventana y la plaza principal y el cuarto de hotel de La Paz habian sido solo un sueño.
¿Solo un sueño? ¡Como me gustaría creerlo ahora, que todo fue sencillamente un sueño!
No fue hasta que la soñé por segunda vez que empece a preocuparme. El segundo sueño fue identico: mismo hotel, mismo cuarto. Parado en frente de la ventana, miraba a la plaza repleta. La gente iba y venia, pero ahora ella estaba mas cerca. Habia cruzado la plaza, estaba en frente de la avenida, dispuesta a cruzar. Estaba seguro de que me miraba.
Ahora que estaba mas cerca podía distinguir sus facciones. Era horriblemente vieja. La cara era aplastada y casi ovalada, y la piel agrietada y curtida. Todo el rostro me daba la impresion de una mandarina ocre y podrida. La nariz dominaba casi toda la cara, la boca, sin labios, era una linea que se deprimia en esa curva tipica de los viejos. Los ojos estaban practicamente cerrados. Una momia. Me recordo a un reptil, a una tortuga.
- Las mujeres tenemos siete almas, los hombres tienen solo 3 - dijo doña Emilia. - ¿vos estuviste en Bolivia, no?
- El año pasado - le confirme. - ¿como supo?
- Alla te hicieron algo - me dijo - Algo que comiste o algo que pisaste. ¿recordas haber pisado flores o maiz?
- La verdad no.
- A veces ponen cosas ahi. Polvo de huesos de muerto. Te mandaron un Kari Kari.
Doña Emilia siguio hablando, pero yo en ese momento preferi no creerle. No queria escuchar nada de maleficios, embrujos o de criaturas fantasmales que roban la grasa o la vida de su victima. Yo habia ido a Bolivia de turista, practicamente no habia hablando con nadie y si bien es cierto que me habia pegado una vuelta por el mercado de las Brujas, no habia hecho mas que comprar chucherias y regalos.
Cuando la soñe la tercera vez, ya no estaba en la plaza. En vano la buscaba desde mi ventana. No estaba en la plaza, no estaba en la calle. ¿Se habia ido? ¿Por que tenia entonces en el sueño tanto miedo? En los primeros sueños habia sido sorpresa, curiosidad, un poco de asco tal vez, pero de miedo nada. Y ahora sentia esa mano apretandome la garganta y el estomago. De repente supe porque: Habia entrado al hotel. Estaba en la planta baja, en las escaleras. Subia, subia a mi cuarto.
Cuando la volvi a soñar, escuchaba sus pasos por la escalera. Intente salir del cuarto pero la puerta no se abria. Quise salir por la ventana pero me di cuenta tenia rejas. Estaba atrapado y ella subia. Sonriente y sin apuro.
- Si ya la viste tanto no se puede hacer nada- dijo con dureza doña Emilia la segunda vez que fui a verla. - ya te robo dos almas de las tres. ¿que carajos podes hacer con solo un alma? Hubieras hecho lo del chivo la primera vez que viniste.
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