Me hallaba, como siempre, trabajando. Esa noche me tocaba hacer la ronda nocturna de Bellcline. El sitio era un edificio abandonado, de ocho pisos, que habia sido comprado hacia unos meses por la telefonica holandesa Bell's & Cline (comercialmente BellCline). Los holandeses pensaban restaurarlo y convertirlo, en doce o quince meses, en su cuartel general. Y Mientras tanto, se conformaban con que el lugar no se convirtiera en un hotel gratuito para indigentes y drogadictos, los cuales estaban en la ciudad a la orden del dia. Precisamente por eso estaba yo alli, con mi linterna y mi handie, haciendo esa estupida guardia nocturna.
Teoricamente, debia revisar los pisos cada dos horas, pero lo cierto es que solo lo hacia una o dos veces por noche. Una a las doce de la noche y otra a las cuatro de la mañana. Casi nunca encontraba a nadie. Solo una o dos veces habia encontrado a algun sujeto que, sin pensarlo, se habia aventurado con su colchon a los pisos superiores. En esos casos, me tocaba despertarlo - de lejos, con la linterna, para evitar ataques sopresa - y pedirle amablemente que se marchara. Si el sujeto no se iba a la primera (como era habitual) yo seguia molestandolo hasta que, siempre muy lentamente y refunfuñando, terminaba por levantarse, recoger sus cosas y bajar por las escaleras (no habia asensores) hasta la salida, mientras yo lo seguia iluminandole el camino. Algunas veces hasta charlabamos, fumando un cigarrillo, en la puerta del edificio. Me habia tomado la costumbre de darles cafe y cigarrillos a esos pobres tipos que solo querian pasar la noche. Casi no me habia topado con drogadictos o sujetos peligrosos. En esos casos, o si el sujeto no se movia o se negaba a marcharse, tenia que hacer uso de mi arma secreta: El handie que me comunicaba directamente con la central, desde donde podian llamar a la fuerza publica para que se llevase al tipo. Esto funcionaba mejor como amenaza que como verdadero procedimiento. Al escuchar el beep del comunicador y escucharme mencionar la palabra "policia" hasta los mas tercos decidian que no valia la pena pasar la noche en la comisaria, donde no se los trataba lo que se dice con cariño. Si alguno no hubiese querido irse, lo cierto es que la policia habria tardado horas en enviar a un oficial, momento para el cual el ocupante ya se habria marchado por voluntad propia, pues nunca solian quedarse pasada la salida del sol.
Cuando empece con el trabajo, me habian advertido que cabia la posibilidad de encontrarme con sujetos peligrosos o con gente que incluso podia aparecer muerta en los pisos. Me llamo la atencion que, si esto era asi, no me diesen algun tipo de arma para hacer las rondas. Mas adelante entendi que no lo hacian porque aquello del peligro era una pura especulacion, o bien porque les importaba un carajo lo que me pasara.
El estado general del edificio era ruinoso, basicamente una pila de escombros y muebles podridos. Fui revisando, sin ganas y apurado (me daban mala espina esos lugares tan abandonados y como de pelicula de terror) piso tras piso. Al llegar a la entrada del cuarto piso encontre, contra la pared que daba acceso al ala, un hatajo de cosas envueltas en una manta. Cuando alumbre de cerca aquel bulto -una manta escocesa, una mochila verda raida de donde colgaban una holla y una sarten y varias cosas por el estilo - descubri que se trataba de Lucas.
Lucas era un indigente, un chico de unos catorce o quince años. Lo habia descubierto ya una vez, refugiado en una de las oficinas del segundo piso. Esa vez lo habia acompañado hasta la puerta y convidado a fumar. Como agradecimiento, tal vez, me habia contado su historia. Lo habian echado de su casa y estaba en la calle desde hacia apenas unos meses. Por razones que no quiso contarme, no queria volver ni ir a la policia, pero no tuvo reparos en aceptarme los pesos que le ofreci para que se pagase un albergue aunque sea por esa noche. Luego de aquello me lo habia cruzado, en dos o tres ocasiones, caminando por la calle. Me habia saludado con un movimiento de cabeza. Si habia dejado sus cosas solo podia significar que habia venido a pasar la noche. Quizas penso que en un piso mas alto tendria menos oportunidades de ser descubierto. Volvi a revisar las cosas: no estaba el colchon. Empece a recorrer las oficinas con la seguridad de que lo descubriria de un momento a otro. Cuando estaba llegando al fondo del ala, aun sin verlo, pense que a lo mejor se habia ido a otro piso, pero entonces el haz de la linterna encontro un par de pies sobre un colchon. Comence a mover el haz lentamente para llegar hasta su cara, pero me di cuenta de que algo le estaba cayendo encima. Instantaneamente pense en una gotera, para lo cual apunte directamente al techo, e inmediatamente sufri un sobresalto. ¡una cara, habia visto una cara! En el rapido movimiento, que iba de los pies de lucas al techo, el haz de la linterna habia descubierto una cara y un cuerpo, un brazo, una mano, que estaban al lado de Lucas, sobre el. Mi cerebro unio esas imagenes al sonido y a la gotera y comprendi que ese segundo sujeto se estaba orinando sobre Lucas. Cuando volvi a apuntarlo -apenas una decima de segundo despues de haber apuntado al techo - el sujeto ya corria en la oscuridad. Di un par de pasos en su direccion pero comprendi que iba rumbo a las escaleras traseras, y que si se decidia a escapar piso abajo me seria imposible alcanzarlo. Ademas, seria inutil. Volvi la linterna hacia Lucas y vi que este se habia incorporado, tal vez despertado por el ruido o, mas seguramente, por la luz de la linterna. Para no cegarlo con esta, le apunte nuevamente a los pies.
- Hola Lucas - le dije.
- ¿Pero que carajos? ¡que olor a mierda! - exclamo el, furioso. Senti lastima por el chico, el cual habia sufrido un ultraje asqueroso.
- Un hijo de puta te acaba de mear encima - le dije, intentando sonar lo mas respetuoso posible. Escuche algunos ruidos - del piso inferior o tal vez de la planta baja - lo cual me hizo girarme automaticamente. El haz de la linterna barrio el piso y descubri que habia algo, algo pequeño y cuadrado, tirado. Me acerque al objeto y me agache para levantarlo.
- Esto... - dijo Lucas - esto no tiene olor a pis.
Alumbrando el objeto mientras lo sostenia ante mis ojos, descubri lo que era. Plateado y brillante, tenia en las manos un Zippo.
2 comentarios:
Turbio pero muy realista.
Sí, “cada dos horas”… ¡Cómo no! – guiño, guiño…
Claro. Si es algo que ocurrio de verdad en argentina. Esta sacado de una noticia jaja.
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