16 oct 2012

“La Dictadura Invisible” o "Nihilismo y comienzo de Siglo"

 

Tengo la intuición, cada tanto y mas que nada cuando la relación de mi espíritu con este mundo cínico lo permite, la intuición de que nuestra salvación, como sociedad y como especie, vendrá de la revalorización de lo humano. El capitalismo financiero, el individualismo despiadado y la tecnolatria son un trípode sobre el hemos colocado al nuevo ídolo de los tiempos modernos: El Nihilismo. Ese temido huésped que, como dijo Nietzsche, llego hace unos siglos y hoy en día no solo esta cómodamente instalado en nuestras vidas, sino que es amo y señor de la casa. Esta sociedad no es un error ni una desviación en algún plan, sino que es el resultado directo del movimiento histórico de antropocentrismo comenzado en el Renacimiento. El hombre cambio a Jesús por Prometeo, y basándose en el racionalismo, en la revolución de la industria y de la técnica, y en el Humanismo o revalorización del Yo, ha recomprendido el mundo en términos de sujeto y objeto.
El hombre, es decir nosotros, hemos entendido al mundo y a sus entes al modo mecánico, del modo en que Descartes entendía la naturaleza, como machina. Pasamos a ver a todo ente natural en términos de "cosa", pero no vimos que gracias a la mecánica de este al parecer inalterable proceso, producto de nuestro orgullo de ser pináculo de la escala evolutiva,  también acabaríamos nosotros mismos por pasar a ser “cosas”. La expresión "recursos humanos", tan común hoy en día, y tan cercana a "recursos económicos" y a "recursos naturales" es una ingenua pero escalofriante prueba de la cosificación de la naturaleza en general, pero propiamente de la naturaleza humana. Cosificamos la naturaleza y la vaciamos de su contenido sagrado. No es de extrañar entonces que no nos detuviéramos ante nuestra propia naturaleza y que acabáramos vaciando al hombre de toda su humanidad, creando un desierto espiritual y convirtiendo al ser humano también en una "cosa", también en una machina, lista para ser usada según conveniencia u oportunidad.
 El positivismo parece recién ahora estar comprendiendo el mundo que ha dado a luz. La idea de progreso, la cual ha dominado sin duda el ritmo y el norte de los últimos tres siglos, comienza ya a resquebrajarse por todos los costados, como una vieja pintura, y detrás de ese cuadro Iluminista, lleno de formas naturalistas y locomotoras, se vislumbra un desierto. Me permito citar las palabras del Maestro Ernesto Sábato:

"Naufrago en las tinieblas, el hombre avanza hacia el próximo milenio con la incertidumbre de quien avizora un abismo"

Otro que ha sabido ver, y mas que ver podría decirse vaticinar, con toda la perspectiva de la critica, a esta manera de ver la existencia ha sido Mijhail Bakunin. Creo que basándose en Hegel y su noción del movimiento histórico, tesis, antitesis y síntesis, Bakunin aseveraba ya allá en el no tan lejano siglo diecinueve que una tesis termina deviniendo naturalmente en su opuesto. Así, el idealismo desembocaría en el materialismo, El realismo llevaría lógicamente al Nominalismo, y Una revalorización total de cierto juego de valores terminaría en su desvalorización total. Bakunin observo entonces lo que según su esquema parecía inevitable: que una sociedad organizada a partir de un principio idealista y racionalista debería desembocar, gracias al movimiento histórico de inversión, en una sociedad marcada por los signos del mas acentuado oscurantismo y el mas despiadado materialismo. La luz mas potente declina al caer el sol, y entonces se proyecta la sombra las larga de todas. El socialismo y su resultado, el Comunismo, no fue en sus inicios mas que el intento de organizar una sociedad partiendo de un principio empírico y materialista, desechando los postulados Idealistas de la razón como una aliada del oscurantismo clerical y de la utopia, para partir en cambio de lo concreto y lo material. El movimiento histórico, pensaba Bakunin, haría lo suyo y entonces una sociedad inicialmente materialista terminaría desembocando en la perfección social lograda a partir del desarrollo de una técnica no orientada a grandes ideas, sino a pequeñas necesidades. Debido a la corrupción y al degeneramiento de este pensamiento, y al posterior fracaso del Comunismo, me temo que jamás veremos realizadas estas aspiraciones. Parecería que en verdad "Toda Filosofía es hija de su tiempo", y parecería también que en estos tiempos el signo es la curva descendente, el deterioro de los valores en pos de la "Cosa".

Años después, la observación de Bakunin, que no tengo dudas fue realizada no hipotéticamente, sino basada en observaciones agudas de los signos que ya se olían en la realidad, fue olfateada también por otro visionario, el ya mencionado Friedrich Nietzsche. Este realizo una critica feroz del nihilismo al mismo tiempo que dictaba su teorización como problema y profetizaba (y ahora si me permito la palabra) el mismo como el gran problema del siglo próximo. Pero además de darnos un diagnostico, el Filosofo de Rocken intento además darnos una cura exhortándonos a una re-proposición de los valores "tradicionales", es decir, de esos valores que habían nacido inocentemente en el Renacimiento y que se habían cristalizado con la Revolución Francesa y la Reforma Protestante por un lado, y con la Revolución Industrial y el Democratismo Ingles por el otro.

Nietzsche había visto ya hacia donde nos dirigirían estos valores que el ya denunciaba como decadentes. El autor de "El Anticristo" vio con espantosa claridad el mundo que se estaba gestando, vio con claridad lo sórdido de la cultura del éxito, del imperialismo, profetizo la sombra de esas dos espantosas olas que serian las guerras mundiales, e intento anticiparse, lamentablemente sin éxito, a la ausencia de valores que hoy nos domina. Nietzsche fue el primer teórico del Nihilismo, su Profeta y su Vocero. Mucho me temo que no lo hayamos escuchado con la atención que merecía, y que sea ya demasiado tarde.

Al parecer, su diagnostico fue muy certero acerca del vaciamiento de los valores tradicionales, pero equivocado en lo concerniente a la gestación de unos valores nuevos y fuertes que le inyectaran vida a la rueda de la historia. El Superhombre Nietzscheano jamás nació, y en su lugar (y como fatal testimonio de este nuestro fracaso para gestar nuevos valores) tuvimos el horror del nazismo primero, las mas salvajes dictaduras de derecha luego (nuestro país no ha sido la feliz excepción)  para terminar con la actual, silenciosa y para muchos imperceptible dictadura invisible, es decir, la dictadura de ese poder anónimo y privado, de ese enemigo sin un rostro pero con miles de manos que es el poder económico encarnado en un numero finito de gigantescas entidades privadas.

Nietzsche hubiese diagnosticado este fracaso del mismo modo que el fracaso del comunismo: como un signo evidente del estado terminal de la cultura de la humanidad moderna. Lo enfermizo no puede ya procrear, y solo le resta degenerarse y morir. Los constantes fracasos del ser humano por re-valorizar ya a la naturaleza, ya a si mismo, sea como nación, como asociación, como raza o sencillamente como individuo, me recuerdan a los estertores de un animal moribundo. La filosofía y la literatura del asco y del horror que causan este desierto y esta agonía de los valores, con todo el sentimiento de vacío y de absurdo que provocan, han sido reconocidas y magistralmente plasmadas por los que han sido los últimos voceros de nuestra crisis: Hitos como Camus, Sartre y T. Mann, Poetas como Baudelaire, Rimbaud y el loco Holderlin, Novelistas como Orwell, Bradbury y Huxley (los cuales vivieron en "la era de Pericles" de la sociedad de consumo y de progreso industrial, y precisamente en esta era escribieron sus novelas a modo de oscuros cantos de gallo) y mucho mas cerca nuestro y de nuestra Argentina contemporánea, el ya mencionado Ernesto Sábato. El Martín Fierro puede incluso ser visto como la historia de la destrucción de los valores tradicionales por la sociedad racionalista moderna, vista como la expulsión al desierto de los tradicionales, expulsión realizada por la acción del progreso, por el alambrado de los campos y la construcción de trenes. Una historia que merece un análisis que siga y rastree la clave nihilista. Análisis que según yo se no ha sido aun realizado.

Las miserias que nos aquejan como seres humanos y como sociedad son muchas y muy graves. Todos los postulados, todas las promesas de los Idealistas, de los Positivistas, De los Defensores de la Maquina y la Técnica, de los Defensores del Libre Mercado, del Progreso, de la sacralidad de la palabra "Hombre", de los defensores de la Ciencia, se han invertido hoy con ironía. No puede dejarse de ver cierta mano siniestra e invisible en la historia, mano que no debe ser superficialmente entendida como una mano humana, divina o como una organización, sino como el resultado casi inconciente de una manera de pensar. La energía “libre y gratuita para todos” se ha trastocado en bombas atómicas y en desastres nucleares, la libertad producto de la automatización y mecanización de las tareas pesadas (la gran promesa de los tecnofilos del siglo pasado era que las maquinas nos librarían del trabajo) se ha transformado en la esclavitud mas sórdida y la dependencia mas servil del hombre ante la maquina. El hombre ha perdido su valor como productor, su capacidad se procurarse por si mismo el sustento y toda actitud de independencia. Las maquinas nos han "librado" del trabajo, pero en su significado mas siniestro. Mucho me temo que ya no podamos librarnos de las maquinas. La Libertad de las naciones, basadas en la democracia y la libre elección de los pueblos ha transmutado en este grotesco servilismo actual, en esta demagogia tejida por los timócratas, o sencillamente en dictaduras enmascaradas en banderas de libertad y justicia, como la que hoy en día azotan a los países de África y Oriente Medio. La dictadura de la balanza impera en cada rincón en donde se halla introducida la cosmovisión racional occidental. Lamentablemente, ya casi no quedan rincones libres de esa forma de ver el mundo en este mundo globalizado, vaciado de valores regionales.

La superproducción, la abundancia, la libertad y la paz que nos prometían la técnica, la democracia y la Razón no han llegado en absoluto, y los noticieros diarios parecen negarnos la creencia de que tal mundo esta por llegar. Por el contrario, vivimos cada día mas con la sensación de una inminente implosión del sistema financiero, con el pánico, cínicamente cuantificado por los medios de comunicación, de una posible guerra, con el ya acostumbrado miedo a la violencia urbana, la cual se nos ha enseñado aceptar bajo el nombre de “inseguridad” como un valor mensurable en tablas y gráficos, con un constante temor a la exclusión social, que es sinónimo de exclusión económica, y con una constante incertidumbre acerca del valor general de la existencia, de nuestra vida en general y del valor de nuestro futuro.

Ni siquiera queremos pensar acerca de nuestro futuro como especie. El desconcierto y el caos son una bruma que no nos deja ver mas allá de nuestra supervivencia cotidiana. No vivimos mas que para el día a día, y eso no parece preocuparnos. No es tan alarmante lo primero, pero lo segundo, esa complacencia, esa pasividad que usualmente se adopta ante el sentimiento de naufragio y de desorientación, es un hecho que no debemos dejar pasar, un hecho digno de nuestra preocupación y de nuestra reflexión. La religión de la técnica, esa idolatría a los artefactos fríos y muertos, sumada al imperio del dinero han poblado el planeta de creaciones más horripilantes que la estirpe de Lilith. Quizás el que mas daño ha causado o el que mas daño ha permitido que se cause, es ese monstruo policefalo que es la maquinaria de medios de comunicación y de descomunicacion. La industria publicitaria, la industria cinematográfica, El nuevo dios Morfeo que es Internet y todas sus redes sociales, expresión jamás tan bien lograda, pues no han logrado ser otra cosa que una red para atrapar la libertad de la gente, una red de caza para la comunicación y la sociabilidad.

Escucho a Sebastian Bach mientras escribo este articulo, y la cadencia de su melodía es una mano que me señala un conjunto de valores que, tristemente, ya esta muerto. Volviendo a Nietzsche (y es que este siglo que ha pasado y este que corre, cada vez mas rápido sin saber a donde, no ha sido otra cosa que un constante volver a Nietzsche, a revisar el Pathos que su diagnostico nos predijo), este había dicho por boca de su profeta Zarathustra que el mundo seria regido por los pensamientos que son tan silenciosos como los pasos de una paloma. La economía, el miedo a la miseria y a la exclusión, la explotación del hombre por el hombre, la deshumanización de las artes y de la educación(esta merece al menos todo un articulo aparte), las tenazas económicas de la deuda, la destrucción de los valores tradicionales hasta en su unidad minima (la familia y el matrimonio, esas dos instituciones que ya Aristóteles mencionaba en su Oikonomia como las instituciones primarias, están en completa decadencia y su función, la razón de su existencia, esta ya destruida), el constante fomento del hambre y la sed, no solo reales (Africa, un continente entero, es nuestra prueba empírica contra los que sostienen que la economia liberal y la tecnoteologia son la solución) sino también psicológicas, puesto que constantemente se nos induce a desear aquello que no tenemos y que no podemos tener, y su comercialización por parte de los mismos leviatanes que la imponen, son algunas de las formas en que estas palomas, a todas luces símbolos de la peste como las ratas, caminan silenciosamente a nuestro alrededor. Todas las anteriores son armas silenciosas, las armas mas terribles de todas. Son estas las redes invisibles que han vuelto esclavitud a la libertad prometida, materialismo sordo a las ideas de Platón, dependencia y estupidez a las ventajas reales de una sociedad mecanizada
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El mundo tal cual es hoy no es otra cosa que el resultado de una forma de considerar la existencia. El hombre, ese animal arrogante con lo otro y embustero consigo mismo ha roto las prohibiciones de la divinidad natural. Como Adán y como Prometeo, ha ido mas allá de sus limitaciones naturales, y ahora se halla en un terreno que, contrariamente a lo que defendían los humanistas franceses e italianos de la preguerra, es totalmente ajeno a su control. Al quitar las piedras de la sacralidad del barranco de la naturaleza, hemos iniciado un derrumbe que ya no puede detenerse, y vacíos de sentido, rodamos por el despeñadero en una avalancha. El vértigo que sentimos, el fenómeno de la aceleración del tiempo, es el sentimiento de estar viviendo al límite cada momento. La angustia, como sentimiento general hacia la vida, ha llegado en nuestra época hasta niveles insospechados. Consideremos una vez mas la expresión "Recursos Humanos". ¿Existe expresión mas cínica que esta? Creo yo que en estas nimiedades del lenguaje es donde con más claridad se expresan las tendencias, más o menos concientes, de la deshumanización.

El sentido mismo de ser hombres, de estar vivos, se licua progresivamente en esta sociedad, que santifica objetos y objetivos vacíos por igual. Considerar al individuo como un recurso es ponerlo al mismo nivel que una "cosa". Una "cosa" es un ente sin voluntad, considerable solo por su utilidad. En épocas anteriores, el valor del ser humano como tal descansaba fundamentalmente en dos principios: Dios y la Naturaleza. Los antiguos griegos fueron un gran exponente de la última, y todo el medioevo de la primera. ¿Que nos sucedió? Llegada la modernidad, nuevamente volvimos a mirar hacia la tierra, y hallamos al hombre entonces como algo nuevo, como algo sagrado. En el renacimiento el valor del individuo pareció dispararse: Era la primera vez que el individuo se valorizaba en cuanto individuo, con un valor propio, personal, egoísta. Era la época del Ego, y los valores humanistas del homme pour le homme parecían elevar al hombre a su mas alta dignidad. Elevamos la razón como el faro que iluminaria a la humanidad, y esta humanidad vislumbrada poéticamente avanzo con la antorcha del racionalismo, tirada en el carro de la historia por dos poderosos animales: La técnica y la industria. Nuestro rumbo era o bien el cielo o bien las estrellas, y nuestra fe en la humanidad inmensa. Las consecutivas revoluciones industriales, mercantiles, económicas y sociales - democráticas hicieron que la humanidad avanzase con paso devastador por la selva virgen y sacra de la naturaleza. Salvo algunos movimientos de reflujo, como el Romanticismo Alemán, por citar alguno, o la Nueva Ola de los años 60, han querido detener esta acelerada progresión. ¿Pero progresión hacia donde y para que? Incluso en el campo de la religión, bastión desde siempre del conservadurismo y la tradición, ha sufrido un constante e interrumpido viraje desde lo Clerical hacia lo secular, desde lo religioso hacia lo Laico, desde lo sagrado a lo profano. Movimientos como la Reforma Protestante y el Calvinismo son claros indicios. Con el debilitamiento de la Iglesia, el estado ha pasado a ocupar un lugar central. Con el debilitamiento del Estado como fuerza absoluta (y bien conocemos ya el terror en que puede sumirnos un estado absoluto), que coincidió quizás con el debilitamiento del sujeto y de la persona como fuerza absoluta, el mundo quedo bajo el poder de fuerzas invisibles y aplastantes: La economía es la principal de ellas, y las anteriores cabezas de la historia, la naturaleza, Dios y el Estado (como una macroexpresion del sujeto) han pasado a ser simples polos de explotación, meros argumentos al servicio de la despiadada individualidad del ser humano de hoy. Ya nada es sagrado, ya nada se respeta y solo nos detenemos ante la nada. La naturaleza se ha desacralizado hasta perder todo tipo de forma, ha dejado de ser el prototipo de belleza para pasar a ser "pasta", Materia prima, recurso informe y carente de sentido. Lo Sagrado se había refugiado también en Dios. Y Dios, si bien residía en su sagrado tempo celestial, se hallaba constantemente entre nosotros, en sus grandes catedrales y omnipotentes designios y preceptos. La presencia de Dios era una presión en el aire, un par de ojos que sentíamos miraban la existencia con gesto ya amoroso, ya terrible, pero siempre presente. Hoy podemos decir que Dios o esta muerto o sencillamente se ha retirado completamente a sus dominios celestiales. Dios es una idea que ya no obliga, que ya no exige. Sus miradas ya no nos son terribles, y la sola mención de que nos son amorosas no puede mas que causar risas en una sociedad que abraza el alcoholismo, el tabaquismo y el encarcelamiento despiadado; y esto es así por que Dios ha pasado a ser “dios”. Ya no podemos creer realmente en el y ha perdido entonces toda su sacralidad y su misterio. Su Iglesia se ha convertido en un perro faldero de los estados, en una institución corrupta y subordinada al lucro de los Estados. Los estados a su vez, máxima expresión de la voluntad individual, son a su vez perros falderos de corporaciones invisibles, privadas, ajenas a todos los ideales nacionales y culturales. Y así como las grandes naciones eran el producto del Iluminismo y del Racionalismo de los siglos XVIII y XIX, son las grandes corporaciones el producto del Nihilismo reinante en nuestros días. Estas instituciones han licuado sistemáticamente los valores tradicionales de la cultura y de la humanidad. En el pasaje del gobierno de las naciones al gobierno de las corporaciones privadas podemos ver el pasaje del Racionalismo Renacentista tardío al Nihilismo moderno. El capitalismo y el capitalismo Financiero no son sino las expresiones económico-políticas de una manera de pensar fagocitante que no tiene en su seno valor alguno. El valor cardinal de nuestros días es el No-Valor, el No-Algo, la nada. Y sobre un fondo de vacío, intentamos desesperadamente tapar ese vacío arrojando en el todo tipo de electrodomésticos y aparatos motorizados. No es suficiente. La virtualidad entera y la totalidad de aparatos con chips de silicio y pantallas LCD no son suficientes para llenar el vacío. No podemos siquiera creer en nosotros si no nos pensamos dentro de los cánones de lo establecido. Ya nadie se siente confiado si se asienta solo en la fuerza de su persona. El Valor personal, el valor prometeico, basado en la unicidad del ser humano, la Fe no ya en la humanidad, sino en el ser humano común y corriente como algo que vale por su humanidad misma, ha sido enterrada en una tumba muy cercana a la de dios. Debimos entender que al cavar la tumba del Dios muerto, estábamos también cavando nuestra tumba propia. Dios era la expresión máxima, extrema, del valor del sujeto. Era el amor del hombre por el hombre llevado a un nivel irracional, inaceptable, y por eso transpolado, volcado a otro mundo, a otro plano: Divino. La explosión de la gran estrella crearía un agujero negro que, luego de un corto periodo de alivio y libertad que creo ver en el periodo comprendido entre el quinticcento y el seteccento, arrastraría a su eje a todas las estrellas y a todos los valores menores.

No solo se han olvidado los orígenes, sino que también se ha olvidado este olvido. Hoy nos hallamos, paradójicamente, libres de todos los valores-yugo de la antigüedad, en algo que podría ser el paraíso del humanismo y, sin embargo, ese mismo principio es el que se ha agotado a si mismo, el que se ha mordido la cola. El humanismo despojo al hombre de todo lo que no era el hombre, y ha terminado por secarlo, por disolverlo. Hoy rayamos en el más mísero de los materialismos, somos los santos de la coseidad. Y es que, vaciado el hombre hasta de su irrepetible subjetividad, ¿que le impediría a un individualismo despiadado convertir al hombre en cosa, al sujeto en objeto, al sujeto en un simple predicado de otro sujeto, a lo esencial en accidental?

El dinero, un fenómeno que es, por definición, un medio para la obtención de fines, ha pasado a constituir, en un acto que repugna a la justa razón, un fin en si mismo. Toda una prueba de la falta de valores y de metas en la época actual. Mucho me temo que no podremos librarnos del Nihilismo mientras no nos libremos antes del dinero.

¿Como re-encontrarnos? ¿Como volver a comunicarnos nuevamente? No deja de asombrar que hoy, tanto en los países "atrasados" como en los adelantados, la comunicación entre sujeto y sujeto sea mas débil que en ninguna época de la historia, pese a que los medios son indiscutiblemente más poderosos que nunca. ¿Que otro es el problema de fondo mas que una superfetación de los métodos en detrimento del fin? Y es que cada día quedan menos sujetos para poder comunicarse. Hoy en día, lo central de la comunicación es el medio, el significante. La sintaxis se ha impuesto casi totalmente por sobre la semántica y la semiótica. Hemos pasado de ser personas comunicándose con personas, a ser meros engranajes en un sistema de comunicación, meros números, cuentas, móviles y "perfiles" en un sistema que deliberada e innegablemente despersonaliza al sujeto (por mas que se esfuercen en querer lo contrario) reduciéndolo a una Cantidad finita de predicados, e ignorando-aniquilando ese reducto irreductible e inexpresable que es el sujeto.

Tenemos la tarea de recuperar el fin, de superar la ilusión de inercia ante los medios, de lograr una comunicación verdadera, con un verdadero receptor, siendo verdaderos emisores, a plena conciencia y con toda la responsabilidad de quien se sabe diciendo algo, pero lo mas importante de todo, con un verdadero mensaje. Tenemos la tarea de recuperar la humanidad en el hombre, de humanizarlo nuevamente, de rescatar las capacidades que nos hacen a cada uno de nosotros, único y valioso como no ya como un engranaje en tal o cual maquina, o como usuario mas o menos valioso o productivo de tal o cual sistema, empresa u organización, no valiosos a los ojos de algún dios lejano, sino valiosos como meros individuos, como seres únicos y solo para nosotros. Tenemos la tarea de revivir estos valores, y de crear una cultura que no solo los defienda y los sostenga, sino que los imponga contra cualquier otro juego de valores que quiera retomar la cosificación del individuo y la perdida del sentido de la humanidad vuelta una simple masa. Tenemos la tarea de vivir y de dejar de ser vividos, la tarea de adueñarnos de nuestra vida, desterrando el mito del mesianismo, y tomando la responsabilidad por nuestro bienestar, nuestra seguridad y nuestra cultura. No es deber de ningún gobierno, y en la realidad que vivimos, la verdad es que tampoco es su función. Ningún hombre debe delegar en otro hombre o en otra institución el sagrado deber de gobernarse a si mismo. El gobierno no es responsable de nuestro gobierno, sencillamente no podemos dejar la defensa de nuestros valores, de todos nuestros valores, tanto materiales como espirituales, en manos de otros, en manos de extraños. El “gobierno” es solo un medio o debe serlo. Un medio para que cada cual pueda ejercer el deber que le corresponde: El deber de regirse, de administrarse, de proveerse, de mandarse, de gobernarse.

Es recuperando el gobierno de nuestro propio ser y de nuestra propia vida como reconquistaremos nuestra perdida humanidad y nuestros perdidos valores.

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