Tengo la intuición, cada tanto y mas que nada cuando
la relación de mi espíritu con este mundo cínico lo permite, la intuición de
que nuestra salvación, como sociedad y como especie, vendrá de la revalorización
de lo humano. El capitalismo financiero, el individualismo despiadado y la
tecnolatria son un trípode sobre el hemos colocado al nuevo ídolo de los
tiempos modernos: El Nihilismo. Ese temido huésped que, como dijo Nietzsche,
llego hace unos siglos y hoy en día no solo esta cómodamente instalado en
nuestras vidas, sino que es amo y señor de la casa. Esta sociedad no es un
error ni una desviación en algún plan, sino que es el resultado directo del
movimiento histórico de antropocentrismo comenzado en el Renacimiento. El
hombre cambio a Jesús por Prometeo, y basándose en el racionalismo, en la revolución
de la industria y de la técnica, y en el Humanismo o revalorización del Yo, ha
recomprendido el mundo en términos de sujeto y objeto.
El hombre, es decir nosotros, hemos entendido al mundo
y a sus entes al modo mecánico, del modo en que Descartes entendía la
naturaleza, como machina. Pasamos a ver a todo ente natural en términos
de "cosa", pero no vimos que gracias a la mecánica de este al parecer
inalterable proceso, producto de nuestro orgullo de ser pináculo de la escala
evolutiva, también acabaríamos nosotros
mismos por pasar a ser “cosas”. La expresión "recursos humanos", tan común
hoy en día, y tan cercana a "recursos económicos" y a "recursos
naturales" es una ingenua pero escalofriante prueba de la cosificación de
la naturaleza en general, pero propiamente de la naturaleza humana. Cosificamos
la naturaleza y la vaciamos de su contenido sagrado. No es de extrañar entonces
que no nos detuviéramos ante nuestra propia naturaleza y que acabáramos
vaciando al hombre de toda su humanidad, creando un desierto espiritual y
convirtiendo al ser humano también en una "cosa", también en una machina,
lista para ser usada según
conveniencia u oportunidad.
El positivismo
parece recién ahora estar comprendiendo el mundo que ha dado a luz. La idea de progreso, la cual ha dominado sin duda
el ritmo y el norte de los últimos tres siglos, comienza ya a resquebrajarse
por todos los costados, como una vieja pintura, y detrás de ese cuadro
Iluminista, lleno de formas naturalistas y locomotoras, se vislumbra un
desierto. Me permito citar las palabras del Maestro Ernesto Sábato:
"Naufrago en las tinieblas, el hombre avanza
hacia el próximo milenio con la incertidumbre de quien avizora un abismo"
Otro que ha sabido ver, y mas que ver podría decirse
vaticinar, con toda la perspectiva de la critica, a esta manera de ver la
existencia ha sido Mijhail Bakunin. Creo que basándose en Hegel y su noción del
movimiento histórico, tesis, antitesis y síntesis, Bakunin aseveraba ya allá en
el no tan lejano siglo diecinueve que una tesis termina deviniendo naturalmente
en su opuesto. Así, el idealismo desembocaría en el materialismo, El realismo llevaría
lógicamente al Nominalismo, y Una revalorización total de cierto juego de
valores terminaría en su desvalorización total. Bakunin observo entonces lo que
según su esquema parecía inevitable: que una sociedad organizada a partir de un
principio idealista y racionalista debería desembocar, gracias al movimiento histórico
de inversión, en una sociedad marcada por los signos del mas acentuado
oscurantismo y el mas despiadado materialismo. La luz mas potente declina al
caer el sol, y entonces se proyecta la sombra las larga de todas. El socialismo
y su resultado, el Comunismo, no fue en sus inicios mas que el intento de
organizar una sociedad partiendo de un principio empírico y materialista,
desechando los postulados Idealistas de la razón como una aliada del
oscurantismo clerical y de la utopia, para partir en cambio de lo concreto y lo
material. El movimiento histórico, pensaba Bakunin, haría lo suyo y entonces
una sociedad inicialmente materialista terminaría desembocando en la perfección
social lograda a partir del desarrollo de una técnica no orientada a grandes
ideas, sino a pequeñas necesidades. Debido a la corrupción y al degeneramiento
de este pensamiento, y al posterior fracaso del Comunismo, me temo que jamás
veremos realizadas estas aspiraciones. Parecería que en verdad "Toda Filosofía
es hija de su tiempo", y parecería también que en estos tiempos el signo
es la curva descendente, el deterioro de los valores en pos de la
"Cosa".
Años después, la observación de Bakunin, que no tengo
dudas fue realizada no hipotéticamente, sino basada en observaciones agudas de
los signos que ya se olían en la realidad, fue olfateada también por otro visionario,
el ya mencionado Friedrich Nietzsche. Este realizo una critica feroz del
nihilismo al mismo tiempo que dictaba su teorización como problema y
profetizaba (y ahora si me permito la palabra) el mismo como el gran problema
del siglo próximo. Pero además de darnos un diagnostico, el Filosofo de Rocken
intento además darnos una cura exhortándonos a una re-proposición de los
valores "tradicionales", es decir, de esos valores que habían nacido
inocentemente en el Renacimiento y que se habían cristalizado con la Revolución
Francesa y la Reforma Protestante por un lado, y con la Revolución Industrial y
el Democratismo Ingles por el otro.
Nietzsche había visto ya hacia donde nos dirigirían estos valores
que el ya denunciaba como decadentes. El autor de "El Anticristo" vio
con espantosa claridad el mundo que se estaba gestando, vio con claridad lo sórdido
de la cultura del éxito, del imperialismo, profetizo la sombra de esas dos
espantosas olas que serian las guerras mundiales, e intento anticiparse,
lamentablemente sin éxito, a la ausencia de valores que hoy nos domina.
Nietzsche fue el primer teórico del Nihilismo, su Profeta y su Vocero. Mucho me
temo que no lo hayamos escuchado con la atención que merecía, y que sea ya
demasiado tarde.
Al parecer, su diagnostico fue muy certero acerca del
vaciamiento de los valores tradicionales, pero equivocado en lo concerniente a
la gestación de unos valores nuevos y fuertes que le inyectaran vida a la rueda
de la historia. El Superhombre Nietzscheano jamás nació, y en su lugar (y como
fatal testimonio de este nuestro fracaso para gestar nuevos valores) tuvimos el
horror del nazismo primero, las mas salvajes dictaduras de derecha luego
(nuestro país no ha sido la feliz excepción)
para terminar con la actual, silenciosa y para muchos imperceptible
dictadura invisible, es decir, la dictadura de ese poder anónimo y privado, de
ese enemigo sin un rostro pero con miles de manos que es el poder económico encarnado
en un numero finito de gigantescas entidades privadas.
Nietzsche hubiese diagnosticado este fracaso del mismo
modo que el fracaso del comunismo: como un signo evidente del estado terminal
de la cultura de la humanidad moderna. Lo enfermizo no puede ya procrear, y
solo le resta degenerarse y morir. Los constantes fracasos del ser humano por
re-valorizar ya a la naturaleza, ya a si mismo, sea como nación, como asociación,
como raza o sencillamente como individuo, me recuerdan a los estertores de un
animal moribundo. La filosofía y la literatura del asco y del horror que causan
este desierto y esta agonía de los valores, con todo el sentimiento de vacío y
de absurdo que provocan, han sido reconocidas y magistralmente plasmadas por
los que han sido los últimos voceros de nuestra crisis: Hitos como Camus,
Sartre y T. Mann, Poetas como Baudelaire, Rimbaud y el loco Holderlin,
Novelistas como Orwell, Bradbury y Huxley (los cuales vivieron en "la era
de Pericles" de la sociedad de consumo y de progreso industrial, y
precisamente en esta era escribieron sus novelas a modo de oscuros cantos de
gallo) y mucho mas cerca nuestro y de nuestra Argentina contemporánea, el ya
mencionado Ernesto Sábato. El Martín Fierro puede incluso ser visto como la
historia de la destrucción de los valores tradicionales por la sociedad
racionalista moderna, vista como la expulsión al desierto de los tradicionales,
expulsión realizada por la acción del progreso, por el alambrado de los campos
y la construcción de trenes. Una historia que merece un análisis que siga y
rastree la clave nihilista. Análisis que según yo se no ha sido aun realizado.
Las miserias que nos aquejan como seres humanos y como
sociedad son muchas y muy graves. Todos los postulados, todas las promesas de
los Idealistas, de los Positivistas, De los Defensores de la Maquina y la Técnica,
de los Defensores del Libre Mercado, del Progreso, de la sacralidad de la
palabra "Hombre", de los defensores de la Ciencia, se han invertido
hoy con ironía. No puede dejarse de ver cierta mano siniestra e invisible en la
historia, mano que no debe ser superficialmente entendida como una mano humana,
divina o como una organización, sino como el resultado casi inconciente de una
manera de pensar. La energía “libre y gratuita para todos” se ha trastocado en
bombas atómicas y en desastres nucleares, la libertad producto de la automatización
y mecanización de las tareas pesadas (la gran promesa de los tecnofilos del
siglo pasado era que las maquinas nos librarían del trabajo) se ha transformado
en la esclavitud mas sórdida y la dependencia mas servil del hombre ante la
maquina. El hombre ha perdido su valor como productor, su capacidad se
procurarse por si mismo el sustento y toda actitud de independencia. Las
maquinas nos han "librado" del trabajo, pero en su significado mas
siniestro. Mucho me temo que ya no podamos librarnos de las maquinas. La
Libertad de las naciones, basadas en la democracia y la libre elección de los
pueblos ha transmutado en este grotesco servilismo actual, en esta demagogia
tejida por los timócratas, o sencillamente en dictaduras enmascaradas en
banderas de libertad y justicia, como la que hoy en día azotan a los países de África
y Oriente Medio. La dictadura de la balanza impera en cada rincón en donde se
halla introducida la cosmovisión racional occidental. Lamentablemente, ya casi
no quedan rincones libres de esa forma de ver el mundo en este mundo
globalizado, vaciado de valores regionales.
La superproducción, la abundancia, la libertad y la
paz que nos prometían la técnica, la democracia y la Razón no han llegado en
absoluto, y los noticieros diarios parecen negarnos la creencia de que tal
mundo esta por llegar. Por el contrario, vivimos cada día mas con la sensación
de una inminente implosión del sistema financiero, con el pánico, cínicamente
cuantificado por los medios de comunicación, de una posible guerra, con el ya
acostumbrado miedo a la violencia urbana, la cual se nos ha enseñado aceptar
bajo el nombre de “inseguridad” como un valor mensurable en tablas y gráficos,
con un constante temor a la exclusión social, que es sinónimo de exclusión económica,
y con una constante incertidumbre acerca del valor general de la existencia, de
nuestra vida en general y del valor de nuestro futuro.
Ni siquiera queremos pensar acerca de nuestro futuro
como especie. El desconcierto y el caos son una bruma que no nos deja ver mas allá
de nuestra supervivencia cotidiana. No vivimos mas que para el día a día, y eso
no parece preocuparnos. No es tan alarmante lo primero, pero lo segundo, esa
complacencia, esa pasividad que usualmente se adopta ante el sentimiento de
naufragio y de desorientación, es un hecho que no debemos dejar pasar, un hecho digno de nuestra preocupación y de
nuestra reflexión. La religión de la técnica, esa idolatría a los artefactos
fríos y muertos, sumada al imperio del dinero han poblado el planeta de
creaciones más horripilantes que la estirpe de Lilith. Quizás el que mas daño
ha causado o el que mas daño ha permitido
que se cause, es ese monstruo policefalo que es la maquinaria de medios de comunicación
y de descomunicacion. La industria publicitaria, la industria cinematográfica, El
nuevo dios Morfeo que es Internet y todas sus redes sociales, expresión jamás
tan bien lograda, pues no han logrado ser otra cosa que una red para atrapar la
libertad de la gente, una red de caza para la comunicación y la sociabilidad.
Escucho a Sebastian Bach mientras escribo este
articulo, y la cadencia de su melodía es una mano que me señala un conjunto de
valores que, tristemente, ya esta muerto. Volviendo a Nietzsche (y es que este
siglo que ha pasado y este que corre, cada vez mas rápido sin saber a donde, no
ha sido otra cosa que un constante volver a Nietzsche, a revisar el Pathos que
su diagnostico nos predijo), este había dicho por boca de su profeta
Zarathustra que el mundo seria regido por los pensamientos que son tan
silenciosos como los pasos de una paloma. La economía, el miedo a la miseria y
a la exclusión, la explotación del hombre por el hombre, la deshumanización de
las artes y de la educación(esta merece al menos todo un articulo aparte), las
tenazas económicas de la deuda, la destrucción de los valores tradicionales
hasta en su unidad minima (la familia y el matrimonio, esas dos instituciones
que ya Aristóteles mencionaba en su Oikonomia como las instituciones primarias,
están en completa decadencia y su función, la razón de su existencia, esta ya
destruida), el constante fomento del hambre y la sed, no solo reales (Africa,
un continente entero, es nuestra prueba empírica contra los que sostienen que
la economia liberal y la tecnoteologia son la solución) sino también
psicológicas, puesto que constantemente se nos induce a desear aquello que no
tenemos y que no podemos tener, y su comercialización por parte de los mismos
leviatanes que la imponen, son algunas de las formas en que estas palomas, a
todas luces símbolos de la peste como las ratas, caminan silenciosamente a
nuestro alrededor. Todas las anteriores son armas silenciosas, las armas mas
terribles de todas. Son estas las redes invisibles que han vuelto esclavitud a
la libertad prometida, materialismo sordo a las ideas de Platón, dependencia y
estupidez a las ventajas reales de una sociedad mecanizada
.
El mundo tal cual es hoy no es otra cosa que el
resultado de una forma de considerar la existencia. El hombre, ese animal
arrogante con lo otro y embustero consigo mismo ha roto las prohibiciones de la
divinidad natural. Como Adán y como Prometeo, ha ido mas allá de sus
limitaciones naturales, y ahora se halla en un terreno que, contrariamente a lo
que defendían los humanistas franceses e italianos de la preguerra, es
totalmente ajeno a su control. Al quitar las piedras de la sacralidad del
barranco de la naturaleza, hemos iniciado un derrumbe que ya no puede
detenerse, y vacíos de sentido, rodamos por el despeñadero en una avalancha. El
vértigo que sentimos, el fenómeno de la aceleración del tiempo, es el
sentimiento de estar viviendo al límite cada momento. La angustia, como
sentimiento general hacia la vida, ha llegado en nuestra época hasta niveles
insospechados. Consideremos una vez mas
la expresión "Recursos Humanos". ¿Existe expresión mas cínica que
esta? Creo yo que en estas nimiedades del lenguaje es donde con más claridad se
expresan las tendencias, más o menos concientes, de la deshumanización.
El sentido mismo de ser hombres, de estar vivos, se
licua progresivamente en esta sociedad, que santifica objetos y objetivos vacíos
por igual. Considerar al individuo como un recurso es ponerlo al mismo nivel
que una "cosa". Una "cosa" es un ente sin voluntad,
considerable solo por su utilidad. En épocas anteriores, el valor del ser
humano como tal descansaba fundamentalmente en dos principios: Dios y la Naturaleza.
Los antiguos griegos fueron un gran exponente de la última, y todo el medioevo
de la primera. ¿Que nos sucedió? Llegada la modernidad, nuevamente volvimos a
mirar hacia la tierra, y hallamos al hombre entonces como algo nuevo, como algo
sagrado. En el renacimiento el valor del individuo pareció dispararse: Era la
primera vez que el individuo se valorizaba en cuanto individuo, con un valor
propio, personal, egoísta. Era la época del Ego, y los valores humanistas del homme pour le homme parecían elevar al
hombre a su mas alta dignidad. Elevamos la razón como el faro que iluminaria a
la humanidad, y esta humanidad vislumbrada poéticamente avanzo con la antorcha
del racionalismo, tirada en el carro de la historia por dos poderosos animales:
La técnica y la industria. Nuestro rumbo era o bien el cielo o bien las
estrellas, y nuestra fe en la humanidad inmensa. Las consecutivas revoluciones
industriales, mercantiles, económicas y sociales - democráticas hicieron que la
humanidad avanzase con paso devastador por la selva virgen y sacra de la
naturaleza. Salvo algunos movimientos de reflujo, como el Romanticismo Alemán,
por citar alguno, o la Nueva Ola de los años 60, han querido detener esta
acelerada progresión. ¿Pero progresión hacia donde y para que? Incluso en el
campo de la religión, bastión desde siempre del conservadurismo y la tradición,
ha sufrido un constante e interrumpido viraje desde lo Clerical hacia lo
secular, desde lo religioso hacia lo Laico, desde lo sagrado a lo profano.
Movimientos como la Reforma Protestante y el Calvinismo son claros indicios.
Con el debilitamiento de la Iglesia, el estado ha pasado a ocupar un lugar
central. Con el debilitamiento del Estado como fuerza absoluta (y bien
conocemos ya el terror en que puede sumirnos un estado absoluto), que coincidió
quizás con el debilitamiento del sujeto y de la persona como fuerza absoluta,
el mundo quedo bajo el poder de fuerzas invisibles y aplastantes: La economía
es la principal de ellas, y las anteriores cabezas de la historia, la
naturaleza, Dios y el Estado (como una macroexpresion del sujeto) han pasado a
ser simples polos de explotación, meros argumentos al servicio de la despiadada
individualidad del ser humano de hoy. Ya nada es sagrado, ya nada se respeta y
solo nos detenemos ante la nada. La naturaleza se ha desacralizado hasta perder
todo tipo de forma, ha dejado de ser el prototipo de belleza para pasar a ser
"pasta", Materia prima, recurso informe y carente de sentido. Lo
Sagrado se había refugiado también en Dios. Y Dios, si bien residía en su
sagrado tempo celestial, se hallaba constantemente entre nosotros, en sus
grandes catedrales y omnipotentes designios y preceptos. La presencia de Dios
era una presión en el aire, un par de ojos que sentíamos miraban la existencia
con gesto ya amoroso, ya terrible, pero siempre presente. Hoy podemos decir que
Dios o esta muerto o sencillamente se ha retirado completamente a sus dominios
celestiales. Dios es una idea que ya no obliga, que ya no exige. Sus miradas ya
no nos son terribles, y la sola mención de que nos son amorosas no puede mas
que causar risas en una sociedad que abraza el alcoholismo, el tabaquismo y el
encarcelamiento despiadado; y esto es así por que Dios ha pasado a ser “dios”.
Ya no podemos creer realmente en el y ha perdido entonces toda su sacralidad y
su misterio. Su Iglesia se ha convertido en un perro faldero de los estados, en
una institución corrupta y subordinada al lucro de los Estados. Los estados a
su vez, máxima expresión de la voluntad individual, son a su vez perros
falderos de corporaciones invisibles, privadas, ajenas a todos los ideales
nacionales y culturales. Y así como las grandes naciones eran el producto del
Iluminismo y del Racionalismo de los siglos XVIII y XIX, son las grandes
corporaciones el producto del Nihilismo reinante en nuestros días. Estas
instituciones han licuado sistemáticamente los valores tradicionales de la
cultura y de la humanidad. En el pasaje del gobierno de las naciones al
gobierno de las corporaciones privadas podemos ver el pasaje del Racionalismo
Renacentista tardío al Nihilismo moderno. El capitalismo y el capitalismo
Financiero no son sino las expresiones económico-políticas de una manera de
pensar fagocitante que no tiene en su seno valor alguno. El valor cardinal de
nuestros días es el No-Valor, el No-Algo, la nada. Y sobre un fondo de vacío,
intentamos desesperadamente tapar ese vacío arrojando en el todo tipo de electrodomésticos
y aparatos motorizados. No es suficiente. La virtualidad entera y la totalidad
de aparatos con chips de silicio y pantallas LCD no son suficientes para llenar
el vacío. No podemos siquiera creer en nosotros si no nos pensamos dentro de
los cánones de lo establecido. Ya nadie se siente confiado si se asienta solo
en la fuerza de su persona. El Valor personal, el valor prometeico, basado en
la unicidad del ser humano, la Fe no ya en la humanidad, sino en el ser humano común
y corriente como algo que vale por su humanidad misma, ha sido enterrada en una
tumba muy cercana a la de dios. Debimos entender que al cavar la tumba del Dios
muerto, estábamos también cavando nuestra tumba propia. Dios era la expresión máxima,
extrema, del valor del sujeto. Era el amor del hombre por el hombre llevado a
un nivel irracional, inaceptable, y por eso transpolado, volcado a otro mundo,
a otro plano: Divino. La explosión de la gran estrella crearía un agujero negro
que, luego de un corto periodo de alivio y libertad que creo ver en el periodo
comprendido entre el quinticcento y el seteccento, arrastraría a su eje a todas
las estrellas y a todos los valores menores.
No solo se han olvidado los orígenes, sino que también
se ha olvidado este olvido. Hoy nos hallamos, paradójicamente, libres de todos
los valores-yugo de la antigüedad, en algo que podría ser el paraíso del
humanismo y, sin embargo, ese mismo principio es el que se ha agotado a si
mismo, el que se ha mordido la cola. El humanismo despojo al hombre de todo lo
que no era el hombre, y ha terminado por secarlo, por disolverlo. Hoy rayamos
en el más mísero de los materialismos, somos
los santos de la coseidad. Y es que, vaciado el hombre hasta de su
irrepetible subjetividad, ¿que le impediría a un individualismo despiadado
convertir al hombre en cosa, al sujeto en objeto, al sujeto en un simple
predicado de otro sujeto, a lo esencial en accidental?
El dinero, un fenómeno que es, por definición, un
medio para la obtención de fines, ha pasado a constituir, en un acto que
repugna a la justa razón, un fin en si mismo. Toda una prueba de la falta de
valores y de metas en la época actual. Mucho me temo que no podremos librarnos
del Nihilismo mientras no nos libremos antes del dinero.
¿Como re-encontrarnos? ¿Como volver a comunicarnos
nuevamente? No deja de asombrar que hoy, tanto en los países
"atrasados" como en los adelantados, la comunicación entre sujeto y
sujeto sea mas débil que en ninguna época de la historia, pese a que los medios
son indiscutiblemente más poderosos que nunca. ¿Que otro es el problema de
fondo mas que una superfetación de los métodos en detrimento del fin? Y es que
cada día quedan menos sujetos para poder comunicarse. Hoy en día, lo central de
la comunicación es el medio, el significante. La sintaxis se ha impuesto casi
totalmente por sobre la semántica y la semiótica. Hemos pasado de ser personas comunicándose
con personas, a ser meros engranajes en un sistema de comunicación, meros números,
cuentas, móviles y "perfiles" en un sistema que deliberada e
innegablemente despersonaliza al sujeto (por mas que se esfuercen en querer lo
contrario) reduciéndolo a una Cantidad finita de predicados, e
ignorando-aniquilando ese reducto irreductible e inexpresable que es el sujeto.
Tenemos la tarea de recuperar el fin, de superar la ilusión
de inercia ante los medios, de lograr una comunicación verdadera, con un
verdadero receptor, siendo verdaderos emisores, a plena conciencia y con toda
la responsabilidad de quien se sabe diciendo algo, pero lo mas importante de
todo, con un verdadero mensaje. Tenemos la tarea de recuperar la humanidad en
el hombre, de humanizarlo nuevamente, de rescatar las capacidades que nos hacen
a cada uno de nosotros, único y valioso como no ya como un engranaje en tal o
cual maquina, o como usuario mas o menos valioso o productivo de tal o cual
sistema, empresa u organización, no valiosos a los ojos de algún dios lejano,
sino valiosos como meros individuos, como seres únicos y solo para nosotros.
Tenemos la tarea de revivir estos valores, y de crear una cultura que no solo
los defienda y los sostenga, sino que los imponga contra cualquier otro juego
de valores que quiera retomar la cosificación del individuo y la perdida del
sentido de la humanidad vuelta una simple masa. Tenemos la tarea de vivir y de
dejar de ser vividos, la tarea de adueñarnos de nuestra vida, desterrando el
mito del mesianismo, y tomando la responsabilidad por nuestro bienestar,
nuestra seguridad y nuestra cultura. No es deber de ningún gobierno, y en la
realidad que vivimos, la verdad es que tampoco es su función. Ningún hombre
debe delegar en otro hombre o en otra institución el sagrado deber de
gobernarse a si mismo. El gobierno no es responsable de nuestro gobierno,
sencillamente no podemos dejar la defensa de nuestros valores, de todos
nuestros valores, tanto materiales como espirituales, en manos de otros, en
manos de extraños. El “gobierno” es solo un medio o debe serlo. Un medio para
que cada cual pueda ejercer el deber que le corresponde: El deber de regirse,
de administrarse, de proveerse, de mandarse, de gobernarse.
Es recuperando el gobierno de nuestro propio ser y de
nuestra propia vida como reconquistaremos nuestra perdida humanidad y nuestros
perdidos valores.
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