16 oct 2012

La historia y la Eternidad.

Hay una diferencia fundamental entre los hombres activos y los hombres pasivos o contemplativos. En toda accion, hay una causa subyacente que nos lleva, que nos impulsa a actuar. De acuerdo con esto, es mas que evidente que los grandes hechos de la historia (el cruce del rubicon, la conquista de la galia, la victoria de maraton, la vuelta de napoleon, ect), llevadas a cabo por los Cesares, Alejandros y Napoleones de todas las      epocas (por ejemplo, la revolucion cubana a cargo de Fidel Castro y El Che) pudieron y pueden ser realizadas solo con la motivacion que otorga el sentido historico.
El sentimiento de pertenencia o de no pertenencia a la historia (a la universal, a la nacional, a la familiar o a cualquier otra historia) es el punto fundamental de la actividad en la vida de una persona. Aquellos que se sienten al margen de la historia, fuera de ella, no podran realizar jamas los grandes actos, pues estos se realizan mayormente para la historia; Es decir, para gracia y gloria de algun pueblo o de algun dios, de alguna ciencia o de algun arte. Sin el sentido de pertenencia a una cultura y a una tradicion, no habria accionar posible. Es la presion del sentido historico (la presion de la tradicion a la que pertenecemos) la que nos impulsa y nos da fuerza para llevar a cabo tanto una revolucion como el formar una familia o tomar los santos sacramentos de algun culto.
No ya considerarse como un individuo, a la manera de Stirner, sino el sentirse argentino, Ser Humano, Aristotelico o Platonico, Socialista o Liberal, Peronista o Radical, Catolico o Ateo, es decir, el considerarse como un "parte de algo", como un exponente mas en una corriente y, peor aun, como la vanguardia de ese sentido historico (a mas responsabilidad sobre el futuro de la historia, mayor capacidad de accion). Quien siente este peso historico, se siente ante todo exponente de su corriente (p.e, humano, argentino, ect) y esto lo oriente teleologicamente hacia fines objetivos, tambien llamados ideales. Mientras mayor sea la fijacion a estos fines, mas idealistas seran quienes la poseen. La fuerza bestial, objetiva y dura como un ladrillo, propia de todo dogma, convierten al sentido historico (la terrible maldicion de Hegel) en una inagotable fuente energetica, en una terrible planta nuclear productora de feroces idealistas, capaces de matar o de hacerse matar por estos ideales inmaculados, completamente inmersos en el sentido historico, no ya comprendido como una perspectiva (pues no hay, contra los filosofos, un solo sentido historico, sino que hay tantos como historiadores vivos y en accion) sino comprendido como una totalidad, como una realidad de la que no se puede dudar, y sobre la que no queda sino actuar; Actuar con mayor energia posible. "Cambiar la historia" solo es posible para estos hombres completamente inmersos en su perspectiva, los hombres activos, los heroes, aquellos con una subjetividad diamantina, capaces de soportar todo sin perder su rigidez espiritual.
¡Que lejos des esas acciones esta el hombre ahistorico, el hombre atemporal! Esta es la unica clase de hombre puramente contemplativo, y no los del tipo de Platon, pretendidadmente teoricos pero a la vez politicos e interesados en su presente y en la major gloria griega.
El verdadero filosofo contemplativo no es otro que el no etico, que el no politico, e incluso que el no metafisico. Rimbaud, Verlaine, Artaud. Todo contemplativo se siente a si mismo como un destino y como un misterio. Su casi inhumana conciencia de su unicidad lo colocan inmediatamente fuera de la historia, ajenos a todo pasado, a todo futuro y a todo presente. Para estos, los ideales no son otra cosa que perspectivas, que juguetes de intelectuales, libros que leer y fantasmas con los que divertirse en los momentos de poca inspiracion. Los ideales no tienen jamas "cuerpo", "sangre", ni peso. La unica realidad para el poeta es su propia tragedia, su mismidad, el oceano incacabable de su subjetividad. La transformacion de la historia coincide perfectamente con la transformacion de su propio ser. Ellos son, como dijo ya un poeta de si mismo, "todos los hombres de la historia". Se sienten como un destino. Son incapaces de suicidarse por una revolucion, un golpe de estado, una reforma social, una guerra o una baja en la bolsa, pero gustosamente moririan a lo Werther, gustosamente matarian a lo Raskolnikov, gustosamente arriesgarian todo por la mas obtusa de sus obsesiones, como Fernando Vidal Olmos. Viviendose a si mismos viven al universo, y a veces, paradoja de las paradojas, injusta ironia, logran cambiar la historia (la historia de los otros que no son ellos, simplemente el azar, el mundo, las cosas sueltas) con las torsiones a su propia subjetividad.
En el pico mas alto de la subjetividad del individuo particular debe de hallarse cierto fondo comun, completamente incomprensible, absurdo e irracional, por el cual nos reconocemos de un modo pasmoso en la contemplacion de la extrema diferencia con el otro. Este camino de dos vias, la otredad extrema o la extrema mismidad, desembocan en reconocer el distintivo universal (universal de un modo nominalista) de los seres humanos, llave por la cual la locura unica e instransferible de los genios o los locos desemboca a veces en una universalidad incomprensible para la logica, equivalente a llegar al hallar el cero absoluto en el radio del sol.

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